[Crítica] «Mensajes privados»: La monotonía en la pecera de Matías Bize

La nueva entrega del premiado director chileno se empantana en una retórica cinematográfica que solo parece exhibir el recurso de la frustración y del dolor como única y restrictiva parcela creativa, aún a riesgo de caer en la incoherencia narrativa.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 4.6.2022

El último filme del realizador nacional Matías Bize (1979) apuesta por un conjunto de historias corales, que grabadas en un contexto social de pandemia, se desbocan en un torrente sin pausa de todas las desgracias y la violencia humana posibles y que podrían acontecer en diversos registros como lo son las relaciones de pareja, los lazos filiales, familiares, en fin, y un largo etcétera hasta el infinito.

Mensajes privados (2022), de hecho, se fundamenta en su diégesis dramática desde los traumas psicológicos, físicos y afectivos, con el objetivo de construir una retórica cinematográfica que bajo la firma y la rúbrica de Bize ya nos parece gastada y abiertamente monotemática.

En fin, para decirle a su director que tanto él, como nosotros, sus visionadores y espectadores de siempre, también hemos crecido. La vida es absurda y se encuentra maniatada por las pérdidas y por la muerte, pero, ¿se requieren 77 minutos de metraje con el propósito de recordárnoslo siempre y a cada segundo e instante de la ficción?

Con actuaciones más bien forzadas en su registro y en algunos casos francamente histriónicas (planos fijos y roles que miran a la cámara de un computador o de un teléfono celular en formato digital), el argumento y el guion de Mensajes privados aparte de ser plano en su desarrollo, explota el morbo y lo esperpéntico como única y exclusiva estrategia de explosión dramática.

 

Un canto al hastío de los lamentos

La nueva obra de Matías Bize luce galardones en el prestigioso Festival de Cine de Málaga. Pero esas medallas mueven a un engaño y al error de una equivocación en su aprecio crítico.

El montaje del filme se presenta defectuoso e incoherente con historias sin ningún lazo auscultable entre sí, más allá del plañir lastimero, y echa mano con compulsiva recurrencia a los planos en negro y a una intencionalidad de producir un efecto de emotividad a flor de piel en su público, sin entregar una mínima posibilidad a los matices de los «blancos» y de otros colores literarios.

Diversos textos críticos apunta a las historias de Mensajes privados al modo de un canto a la esperanza. En verdad, la única visualización de futuro que ofrecen estos relatos se alzan en la elección de no suicidarse y seguir viviendo, pese a las agresiones y flagelos que surgirían en el espacio mismo de un núcleo familiar.

Las interpretaciones de Antonia Zegers, Nelson Cantillana, Nicolás Poblete, Blanca Lewin, y de los españoles Vicenta Ndongo y Àlex Brendemühl se transforman en un audiovisual muro de los lamentos, donde las mejores actuaciones corren por cuenta de Lewin y de Cantillana.

Personajes que no se definen en su formulación ni tampoco se concluyen en sus manifestaciones y objetivos dramáticos, lúgubres en exceso, y dueños de registros hiperbólicos y poco creíbles como el rol abordado por Zegers.

En efecto, debido a su obviedad y evidente direccionalidad artística, el guion adolece de esas secuencias ya explotadas en su estética, por una docena de realizadores con dispares y disímiles resultados, por lo menos desde la Nouvelle Vague, pero claro, ahora estamos en pandemia.

Con mayores logros audiovisuales, por ejemplo, y también filmado en «modo cuarentena» se sitúa el asimismo largometraje coral The Year of the Everlasting Storm (2021), y el cual exhibe una historia propiedad de la chilena Dominga Sotomayor en su índice temático.

Lejos de la audacia dramática de su inaugural Sábado (2003) y de la vitalidad escénica de su En la cama (2006), el estreno de Matías Bize reitera a un autor presa de sus obsesiones artísticas y cinematográficas, que sigue un persistente retroceso cualitativo en la factura de sus producciones.

Un audiovisualista monotemático, reiterativo y sin sorpresas argumentales, salvo por la decisión de ahondar impúdico en los milímetros sin fondo de las miserias humanas, en una constante sin nuevas variables creativas, por lo menos desde la ya lejana La vida de los peces (2010).

A un paso del precipicio, o definitivamente a un pequeño paso de caer en el merecido calificativo de «latero».

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Mensajes privados (2022).