[Crítica retro] «Vivamente el domingo»: La despedida de François Truffaut

El último filme del inmortal realizador francés antes de su muerte, a causa de un tumor cerebral en 1984 —y protagonizado por Fanny Ardant y Jean–Louis Trintignant— hace hincapié en la inquebrantable adoración por el cine profesada por su autor y también en su obsesión hacia el amor, un sentimiento que los seres humanos siempre ansían (con desesperación) en sus cortas y rápidas vidas.

Por Gabriel Anich Sfeir

Publicado el 29.12.2020

Cinéfilo (adicto al cine) y ciné-fils (hijo del cine). Adjetivos que definían a François Truffaut (1932-1984), cuya última película comentamos en esta oportunidad: Vivamente el domingo (Vivement dimanche!, 1983).

La infancia de Truffaut estuvo marcada por la disfuncionalidad familiar: nunca conoció a su padre biológico, de quien no existen pruebas claras sobre su identidad, y su madre lo dejó al cuidado de su abuela materna los primeros años de su vida.

El niño Truffaut era un indomable que faltaba a clases y pasaba el tiempo en los cines parisinos. En su adolescencia llegó a parar a una correccional de menores, de donde lo sacó el crítico de cine André Bazin, a quien Truffaut había conocido en sesiones de cineclub.

Bazin fue clave en el desarrollo fílmico del joven François, incorporándolo al equipo de redactores de la revista de cine que él dirigía: la Cahiers du Cinéma, en 1953.

En la Cahiers, Truffaut destacó pronto como uno de los más respetados y punzantes críticos cinematográficos de Francia, demostrando particular atracción por el cine de Hollywood.

En 1954 publicó el ensayo “Una cierta tendencia del cine francés”, donde condenó el academicista cinéma-de-qualité de la posguerra y defendió a realizadores franceses como Bresson, Renoir, Tati y Gance, entre otros.

Con ello, Truffaut fue uno de los portaestandartes de la teoría baziniana del “autor”: el director de cine es el autor, en último, de la obra audiovisual. Por esos años, Truffaut también rodó algunos cortometrajes.

En 1957, Truffaut contrajo matrimonio con la hija de Ignace Morgenstern, uno de los principales empresarios de distribución cinematográfica de Francia, lo que le permitió juntar capital para la realización de su primer largometraje: Los cuatrocientos golpes (Les Quatre Cents Coups, 1959) dedicada a su padre putativo, Bazin.

Estrenada en Cannes en 1959, se convirtió en una de las grandes películas de todos los tiempos y también punto de partida de la Nouvelle Vague, la corriente que refundó el séptimo arte. Allí también brillaron los otros cinéfilos que escribían para la Cahiers: Godard, Chabrol, Rohmer, Rivette…

En veinticinco años, Truffaut realizó veintiún películas en distintas temáticas, pero sus elementos comunes eran la representación de niños rebeldes y adultos inmaduros en búsqueda de la felicidad.

Fue además decisiva la influencia de Alfred Hitchcock, a quien realizó una monumental entrevista en Los Angeles, de la cual surgió el libro El cine según Hitchcock, de referencia obligada para todo seguidor del maestro del suspense.

Aparte de su adicción al cine (veía al menos tres filmes diarios), Truffaut era un lector empedernido que realizó adaptaciones de Fahrenheit 451 (1966) de Ray Bradbury y La sirena del Mississippi (La Siréne du Mississipi, 1969) de Cornell Woolwrich, entre otras.

Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), el alter-ego de Truffaut presentado en Los cuatrocientos golpes sería el protagonista de cuatro películas más, donde vemos cómo crece de la infancia hasta la adultez y el matrimonio. La cinefilia de Truffaut llegó a la cumbre con La noche americana (La Nuit américaine, 1973), homenaje a la producción audiovisual que mereció el Oscar a Mejor Película Extranjera.

Reconociendo el rol de las artes en tiempos complejos, como la ocupación alemana de París durante la Guerra, Truffaut fue distinguido con el César de la Academia Francesa por El último metro (Le Dernier Métro, 1980).

El autor también se puso enfrente de la cámara como actor: Truffaut protagonizó algunas de sus propias películas, como El niño salvaje (L’Enfant sauvage, 1970), La noche americana y La habitación verde (La Chambre verte, 1978).

En un evidente reconocimiento del New Hollywood a la influyente Nueva Ola francesa, Steven Spielberg dio a Truffaut el papel no menor de un ufólogo en Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977).

En el plano personal, Truffaut era extremadamente mujeriego y solía acosar a sus actrices y establecer de pareja con ellas, como Jeanne Moreau (Jules et Jim, 1962), Catherine Deneuve (El último metro), Claude Jade (Baisers volés, 1968), Jacqueline Bisset (La noche americana), entre otras.

Truffaut pensaba retirarse del cine después de rodar 30 filmes y dedicarse a la escritura, pero en julio de 1983 le fue diagnosticado un tumor cerebral. Falleció a la edad de 52 años en Neully-sur-Seine.

 

«Vivement dimanche!» (1983)

 

Un testamento cinematográfico

El testamento cinematográfico de este auteur fue precisamente Vivement dimanche!, comedia de misterio estrenada en el Festival de Locarno en agosto de 1983. Se trata de una adaptación de una novela del escritor americano Charles Williams, The Long Saturday Night, que se publicó en 1962.

Firmó el guion Truffaut junto a sus colaboradores habituales Jean Aurel y Suzanne Schiffman. El romance y el suspense van a acompañados de la banda sonora de Georges Delerue, responsable de la música de no pocas películas de la Nouvelle Vague.

La historia transcurre durante un fin de semana en una ciudad de la Provenza. Barbara (Fanny Ardant, entonces pareja de Truffaut) es secretaria de Julien Vercel (Jean-Louis Trintignant), un empresario inmobiliario. Julien es acusado de haber asesinado a Massoullier, amante de su mujer, Marie-Christine (Caroline Sihol), por lo que es interrogado por la policía.

Al poco tiempo, Marie-Christine aparece asesinada, por lo que aumentan las sospechas sobre Julien, quien debe esconderse en su oficina. Barbara está convencida de la inocencia de su jefe, por lo que decide investigar por su cuenta el caso.

La obra es un confeso homenaje a los cines que marcaron a Truffaut: Hitchcock y el noir de Hollywood. La fotografía en blanco y negro del barcelonés Néstor Almendros nos hace creer que estamos viendo una película de los años 40, al más puro estilo de Howard Hawks.

Se aprecian además influencias del expresionismo alemán, en las escenas nocturnas, y de la screwball comedy americana, sobre todo en los diálogos cargados de humor negro. Truffaut había explorado antes el noir en obras como Disparen sobre el pianista (Tirez sur le pianiste, 1960) y La novia vestía de negro (La mariée était en noir, 1968).

Truffaut toma prestados elementos hitchcockianos, como un protagonista culpable ante el público pero que proclama en privado su inocencia, rechazando entregarse a las instituciones. Hay evidentes alusiones a obras maestras de Hitchcock como La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) y La llamada fatal (Dial M for Murder, 1954).

El mismo afiche de la película nos señala que un objeto en apariencia inofensivo como un souvenir de la Torre Eiffel puede ser también un arma de vez en cuando.

Señal de estos homenajes e influencias es la historia en sí, rápida y entretenida, con un correcto desarrollo de plot-twists o giros en los personajes. Cuando más parece solucionado el conflicto sobre quien es el culpable, más complicado se vuelve.

Aunque claro está que el foco está en los personajes y sus relaciones, más que en el esclarecimiento de los crímenes. En fin, Hitchcock declaró en su entrevista a Truffaut su desprecio por el whodunit o “quién lo hizo” (el crimen).

 

Una escena de «Vivement dimanche!» (1983)

 

Un acto de amor

La cinefilia tampoco puede faltar en la última película de Truffaut. Parte de la acción transcurre en el cine de la ciudad, que exhibe La patrulla infernal (Paths of Glory, 1957) filme de Kubrick censurado en Francia hasta 1975 por supuestas “ofensas al Ejército”.

También hay afiches del remake americano de El salario del miedo (Sorcerer, 1977) hecho por William Friedkin a partir del original francés de H.G. Clouzot (Le Salaire de la Peur, 1953).

Si nos vamos a los personajes, también están construidos como en un noir o una obra de “Hitch”: tenemos la duda razonable de si Julien es culpable o inocente de los crímenes que se le imputan, recordando al personaje de Cary Grant en La sospecha (Suspicion, 1941).

Por su parte, Barbara no es la típica heroína de este tipo de filmes: sufre discriminación en su trabajo, pero no duda en tomar el rol de detective aficionada y salvar a Julien, de quien está enamorada a pesar de que éste amenaza en un principio con cesarla de su trabajo. Los dos entablan amistad y algo más durante esta particular investigación.

Volviendo al humor negro presente en Vivement…, destaca una escena en que la morena Barbara conversa con una aspirante rubia al cargo de secretaria, ella presumiendo de sus habilidades con la máquina de escribir y del color de su cabello, un aspecto personal que el insensible Julien aprecia también.

Barbara, asimismo, asume riesgos en su misión, como vestirse de prostituta para indagar en un club nocturno, sin poder disimularlo adecuadamente.

En el mundo filmíco de Truffaut, los adultos no brillan por su responsabilidad. Maridos y mujeres cometen infidelidades y fallan en mantener relaciones estables.

Una aficionada trata de resolver el misterio en que policías y detectives privados han demostrado total incompetencia. El abogado de Julien (Philippe Laudenbach) es un perfecto hipócrita que piensa más en la popularidad que en los derechos de su cliente.

La escena final (la última de toda la obra de este autor) nos muestra la inocencia de los niños y sus juegos en medio del descalabro que arman sus padres.

Barbara es una mujer idealista que actúa en su tiempo libre y es en el escenario cuando Julien la manda a Niza a investigar sobre su fallecida mujer, yendo incluso en el disfraz de su personaje en la respectiva obra.

El título original de Vivement… se podría traducir como ¡Por fin es domingo! Barbara piensa actuar el domingo, pero lo sucedido con su jefe le hará cambiar de planes.

El domingo es el día del descanso y la recreación, pero también es la oportunidad que tiene Truffaut para expresar su inquebrantable adoración por el cine y también por el amor, sentimiento que niños y adultos más ansían en sus cortas y rápidas vidas.

 

*Reseña autorizada para ser publicada exclusivamente en Diario Cine y Literatura.

*Vivement dimanche! fue nominada en los Premios César a Mejor Director para Truffaut y Mejor Actriz para Fanny Ardant. Disponible en Mubi.

 

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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es licenciado en ciencias jurídicas y sociales por la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Gabriel Anich Sfeir

 

 

Imagen destacada: Vivement dimanche! (1983).