[Crítica] «Rostros de una desaparecida»: Vista por última vez en octubre de 1974

En esta bitácora literaria del horror, el escritor y periodista Javier García Bustos busca el lugar donde fue inhumado el cuerpo de su tía, Sonia, quien de acuerdo a la versión judicial más certera fue sepultado y luego desenterrado para finalmente ser arrojada al mar, atada a un riel, a fin de que sus restos mortales no flotaran y se hundieran en el Pacífico por siempre.

Por Cristián Brito Villalobos

Publicado el 16.1.2023

Durante la dictadura de Pinochet hubo asesinatos, torturas inimaginables, vejámenes que afectaron a hombres y mujeres, muchas de ellas embrazadas. Sin importar su edad. Sin importar su inocencia. Sin respetar el derecho a pensar distinto.

En Rostros de una desaparecida (Overol, 2022) el periodista Javier García Bustos (1977) realiza un ejercicio de memoria sumamente valiente. Se trata del rescate de una persona, su tía, Sonia Bustos Reyes, quien fue detenida el 5 de septiembre de 1974 por agentes de la brigada Caupolicán de la DINA.

La mujer sólo tenía 30 años, trabajaba en el casino de la Policía de Investigaciones e integraba las filas del MIR lo que derivó en que su nombre pasara a formar parte del extenso listado de 1.210 personas detenidas y desparecidas durante el régimen del dictador.

 

Un relato emotivo

De esta forma, la búsqueda de su tía lleva al autor a indagar en pasajes sumamente dolorosos para él y su familia. Así, junto a su madre, revisan viejos documentos, objetos, su cámara fotográfica y otros que le permiten de cierta forma recomponer el puzle de su vida.

Con el correr de la investigación, García consigue algunos datos que podrían hacerle suponer el destino final del cuerpo de su tía. Muchos de los presos fueron recluidos en diversos centros de tortura con el fin de obtener información sobre los llamados grupos subversivos o terroristas.

Sin embargo, Sonia, si bien formaba parte de las filas del MIR, no portaba armas ni nada que pudiera convertirla en una mujer peligrosa. Sonia estuvo detenida en Londres 38, José Domingo Cañas y Cuatro Álamos.

Así, y según relatan testigos, la mujer fue vista por última vez en octubre de 1974 de acuerdo a las hipótesis recogidas tras indagar en testimonios familiares, material de archivo, entrevistas, fotos, fallos judiciales, constantes visitas a la PDI y a lugares usados como centros de detención y de tortura.

El relato que hilvana García es sumamente emotivo y doloroso, y el lector empatiza con el autor durante el recorrido de las páginas de esta bitácora del horror en la cual un sobrino busca el lugar donde fue dejado el cuerpo de Sonia, que, según todo indica, fue enterrado y luego desenterrado para finalmente ser arrojado al mar atada a un riel para que el cuerpo no flotara.

Todas estas escenas son recogidas por el periodista para dar vida a un volumen decidor y muy necesario para comprender lo que realmente ocurrió durante la sangrienta dictadura pinochetista.

Rostros de una desaparecida es un texto escrito con honestidad y valentía en un intento por hallar a ese fantasma cuya ausencia penará por siempre. Un libro muy recomendable y urgente.

 

 

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Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

«Rostros de una desaparecida», de Javier García Bustos (Overol, 2022)

 

 

 

Cristián Brito Villalobos

 

 

Imagen destacada: Sonia Bustos Reyes.