[Crónica] Luis Merino Reyes, narrador vitalista y comprometido

Fui presentado a él en la Casa del Escritor de calle Simpson 7 por el joven poeta Aristóteles España. Hombre serio y a la vez jovial, el maestro derrochó generosidad intelectual con las nuevas generaciones de bisoños escribas, y yo fui acreedor a ese trato amable, pero riguroso en cuanto a orientaciones estéticas: tuve el honor de recibir el regalo de su amistad.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 29.1.2022

Es preciso insistir en la importancia de rescatar del olvido las figuras señeras de nuestros creadores literarios. Su categoría de paradigmas es fruto de una larga labor, que ha pasado a integrar eslabones significativos en esta interminable cadena con que podemos metaforizar el anhelo humano de trascender a través de la creación artística, a despecho de quienes creen que la literatura, en este caso, empieza con ellos, desligada de la memoria y de la tradición, como si fuese una suerte de invento súbito, atemporal y sin precedentes.

Luis Merino Reyes es uno de esos hitos de nuestro quehacer cuya obra debiéramos revalorar, acercándonos a sus numerosos y logrados libros.

El maestro Luis Merino Reyes nació el 12 de febrero de 1912, en Tokio, capital del Japón, mientras su padre cumplía funciones de agregado militar, y partió de este mundo el 28 de febrero de 2011, a los 99 años de edad, después de una prolífica existencia humana y literaria.

Estudió en el Liceo Alemán de Santiago y luego se integró a la Escuela Militar, siguiendo la tradición de su padre. No obstante, abandonó la incipiente carrera militar en 1933, para entregarse a la literatura y el periodismo. Entre sus dotes artísticas estuvo el dibujo, donde destacó por la sencillez expresiva de sus trazos y líneas, en las cuales se advertía reminiscencia de los rasgos gráficos lorquianos.

Perteneció a una de nuestras más vitales generaciones de escritores, la de 1938, un grupo de mujeres y hombres que superaron el criollismo que les precedía, como corriente literaria, para volcar su acervo creativo a las vicisitudes del hombre concreto, a sus anhelos libertarios y de mejoramiento social, marcados, ideológica e históricamente por los trágicos sucesos de la Guerra Civil Española y los inicios de la Segunda Guerra Mundial.

 

Un hombre lúcido

Fui presentado a él en la Casa del Escritor por el joven poeta Aristóteles España. Hombre serio y a la vez jovial, Luis Merino Reyes derrochó generosidad intelectual con las nuevas generaciones de bisoños escribas, y yo fui acreedor a ese trato amable, pero riguroso en cuanto a orientaciones estéticas. Tuve el honor de recibir el regalo de su amistad, pese a la amplia diferencia de generaciones.

Era un notable conversador, provisto de una oratoria poco común en nuestra república de las letras. Formidable contradictor, fui testigo de cómo dejó sin palabras al entonces presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), su colega periodista, Luis Sánchez Latorre.

Al parecer, si no me traiciona la memoria, esto ocurrió en junio o julio de 1983, año crucial para el movimiento libertario que crecía como repudio a la ominosa dictadura de Augusto Pinochet y de la derecha atrabiliaria.

En las puertas de la Casa del Escritor había tenido lugar una violenta represión policial contra un puñado de corajudos escritores jóvenes, encabezados por Aristóteles España, quien fue brutalmente golpeado por un teniente de carabineros y subordinados.

Hubo una propuesta en el directorio para llevar a cabo una manifestación callejera encabezada por sus directores. Filebo se opuso, argumentando que: “no era función de los escritores expresarse de esa manera y que, en este caso particular, era exponerse de manera imprudente ante la violenta represión”.

En la sesión del lunes siguiente, Luis Merino Reyes irrumpió en la sala del directorio, expresando, de manera tan sólida como elocuente, su crítica a Luis Sánchez Latorre. Éste procuró responder, pero salió, como ya dije, mal parado en aquel entrevero dialéctico.

Luis Merino Reyes exhibe un lugar destacado en la Generación de 1938, como narrador de talento y también poeta, junto a Nicomedes Guzmán, Francisco Coloane, Guillermo Atías, Domingo Melfi, Volodia Teitelboim, Sepúlveda Leyuton, Nicasio Tangol, Óscar Castro, Miguel Serrano, Braulio Arenas, Mario Ferrero, Gonzalo Drago, Carlos Droguett y Fernando Alegría, entre otros.

Para Merino Reyes: esta generación fue ensombrecida por los grandes genios de la poesía chilena: Gabriel Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha.

«En este escenario dominado por figuras poéticas tan fuertes, tal vez sin proponérselo en forma explícita, muchos escritores de esa generación derivamos a la prosa, al cuento, y después a la novela», dijo en una entrevista que le hicieran en 1994.

En la entrevista al diario El Mercurio, del 26 de agosto de 1998, Luis Merino Reyes se pronuncia acerca de las características primordiales de su grupo literario de coetáneos:

«Esta generación, a diferencia de otras promociones, sintió al país y se pronunció. Era una literatura social, no paternalista una voz para el pueblo».

El 19 de febrero de 1999, en reportaje de la revista Punto Final, afirmaba: «Con esta generación salimos del escritor que hace novela desde los corredores del fundo o novela urbana desde los salones. Pienso en Federico Gana, en Pedro Prado, en el propio Luis Durand. Aquí por primera vez, con Sepúlveda Leyton, con Nicómedes Guzmán y varios otros, aparece el escritor que viene del pueblo».

Bueno, Merino Reyes no procedía de ese estrato social, pero fue un hombre lúcido que tomó conciencia de su circunstancia histórica, optando por los marginados y perseguidos.

En poesía, algunas de sus obras son: Lenguaje del hombre, Latitud, Duermevela de amor y Aurora y final del día.

Asimismo, en narrativa mayor, entre sus novelas se encuentran: Amor y maleficio (1994) y Episodios crueles (1997). Con su ficción Regazo amargo (1955) obtuvo el premio Zig-Zag, y con Última llama (1959), el Atenea, y con Áspera brisa (1952), el Premio Municipal de Santiago.

Publicó también Lenguaje del hombre (1938), La vida adulta (1962) y Los feroces burgueses (1964), entre otros libros dramáticos de largo aliento. También describió la escena literaria chilena en títulos como Epitafios y laureles (1994) y Escritores chilenos de ayer y de hoy (1997).

De sus textos de relatos destaca Murcila y otros cuentos (1953), con el cual volvió a ganar el Premio Municipal de Santiago.

Por último, los ensayos Rumbo a Oceanía (1955) y Panorama de la literatura chilena (1959), son otros hitos importantes de su producción literaria.

 

Su prosa directa y atrayente

Sorprende no encontrar, en la bibliografía al uso sobre esta Generación del 38, ninguna mención a escritoras, ni poetas ni narradoras ni ensayistas, como si no hubiesen existido o carecieran de méritos suficientes para ser consideradas entre sus pares varones. Algunos investigadores, no obstante, incluyen a esa notable escritora llamada María Luis Bombal.

De la interesante revista virtual Letralia, Año XV, número 248, del 7 de marzo de 2011, editada a una semana de su fallecimiento, extraemos un puñado de opiniones de su hijo, el músico Luis Merino Montero, quien nos dice de su padre:

«Llegaba a las 9 de la noche y escribía hasta las 5 de la mañana. Porque su vocación literaria nunca se doblegó. Cuando le dije que quería estudiar música me dijo: ‘Yo nunca pude dedicarme como hubiera querido a la literatura, así que usted tiene todo mi apoyo'».

Esta breve cita refleja de cuerpo entero al gran escritor, quien hubo de trabajar en los más diversos oficios para sustentar a su familia, confirmando, una vez más, que el oficio de las letras, en este Chile cada vez más mercantilizado y materialista, no permite proveer la subsistencia ni menos procurar al creador o a la creadora el tiempo necesario para la dedicación total del oficio.

El compañero Luis Merino Reyes, en su opción por la causa de las reivindicaciones sociales y los cambios revolucionarios, adhirió al gobierno del socialista Salvador Allende y se comprometió en el proceso de dignificación histórica, al igual que lo hicieran otros ilustres creadores de nuestra patria, como Pablo Neruda, Efraín Barquero y Jorge Teillier, «El Príncipe».

En este verano de amenazas pandémicas y de rumores de guerra, abramos alguno de sus libros y disfrutemos su prosa directa y atrayente. No habrá desperdicio, como dijera el propio maestro Merino Reyes, recomendándonos a los grandes autores de la literatura rusa y latinoamericana.

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y el fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa.

En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Luis Merino Reyes (Memoria Chilena).