Debate: “Solenoide”, de Mircea Cartarescu: La reconstrucción de una ciudad en ruinas

Esta novela se transformará en un clásico de la literatura universal. Quizá su autor sea el primer Nobel rumano (el Nobel de Herta Müller se considera alemán), pues en su colosal ficción la voz narrativa ejecuta paseos temáticos que nos muestran la historia de su país en el contexto europeo: comparten una tradición artística, canónica y también alternativa, periférica, y a la vez, deposita todos estos saberes en la figura de un profesor de lenguaje, un sujeto que comparte sus experiencias y sueños, un hombre solo, como repite tantas veces a lo largo de sus páginas.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 10.12.2018

Solenoide, del escritor rumano Mircea Cărtărescu (autor de El levante, Nostalgia y Lulu, entre otras), entrega su trabajo más monumental hasta la fecha; un verdadero mamut literario donde se zambulle para registrar, con un nivel de percepción apabullante, su realidad como testigo de la historia rumana de las últimas décadas. La novela, de 800 páginas (letra chica, edición incómoda que perfectamente se podría haber hecho como cuatro libros separados—consiste en cuatro partes) es, sin duda, la publicación más impresionante de los últimos años.

La traducción de Marian Ochoa de Eribe es impecable y registra la fascinación que el escritor despliega por la literatura universal, donde se inserta, entre nombres tan connotados como Kafka, Dostoievski, Borges, Novalis, Lewis Carroll o Thomas Mann. Mención aparte merece una novela que circula por todo el texto: El tábano, de Ethel Lilian Boole, que acompaña la narración como un fantasma imposible de desechar. El protagonista de Solenoide es profesor en un colegio, donde enseña rumano y que, con la ayuda de sus padres, arrienda una estrambótica casa con forma de barco, cuyo epicentro es la silla de un dentista.

Qué decir de este monumento que comienza hablando de piojos y termina con una oda a las estrellas. Nada escapa al infrarrojo de Cărtărescu: Piojos, la relación con sus padres, el erotismo de la mente, la equivalencia entre mente y orgasmos cerebrales. Estas son algunas de las preocupaciones en las que la voz narrativa recurre. Hay gran interés en dilucidar el entorno y repetidas referencias al cráneo, al cerebro, a la bóveda craneal, y a los límites que se pueden alcanzar a partir de los innumerables cráneos que habitan la novela. Estos límites se expanden hasta la locura, hasta la alucinación, y las piruetas narrativas que despliega la voz nos pasean por todo el espectro lumínico: realmente se trata de un manifiesto sobre las puertas de la percepción.

La ciudad de Bucarest, la actualidad de la mirada existencial, con su angustia vital, el ego del aspirante a escritor, su megalomanía—todos estos cuestionamientos van acompañado de una batería de referencias literarias que mezcla intertextos y también muchísimos sueños que el narrador va documentando en su diario. Pero también vemos el entorno más doméstico que acontece en su rol de docente: Las anécdotas, a veces cómicas, a veces trágicas, siempre deslumbrantes, nos muestra al director del colegio, a las otras profesores, al portero, Ispas, borracho y delirando una posible abducción extraterrestre; y a Irina, con quien tendrá finalmente una guagua. Todo esto es detallado con una nivel de percepción sobrenatural, casi mística, donde no hay jerarquías ni prejuicios; la preocupación por lo escatológico, los residuos, los parásitos, va de la mano con el recuerdo de la dictadura rumana, la infame influencia de la macabra Securitate sigue proyectando sus réplicas.

Pero una de las introspecciones que más destaca por su nitidez, por su inteligencia, se centra en el análisis de la androginia (algo que Cărtărescu ya había explotado bellamente en su descollante novela Lulu). En Solenoide también es motivo de análisis. Acá tenemos al niño-niña: “La niña-niño era paseada en bicicleta por los vecinos a través del barrio… Recuerdo cuánto me gustaba ser una niña, lo orgulloso que me sentía de mis coletas prendidas con una goma de bragas, recuerdo unas sandalias rosas ‘de charol’ que mi madre conservó mucho tiempo… Pero la parte femenina de la quimera que yo era entonces desapareció el día en que mi madre me llevó, por un camino desconocido, en medio de una ventisca y un paisaje de un blanco insoportable, ‘a jugar con los juguetes de Doru’. Mis vestiditos y mis trenzas desaparecieron para siempre aquel día, y nadie, nunca, volvió a tomarme por una niña. Cuando hoy lo recuerdo para mí, es como si hubiera sido una niña en una vida anterior”. Luego comenta que aún conserva esas trenzas rubias y reflexiona: “Muchas veces, por las noches, cuando examino mis pobres tesoros, saco las trenzas, las estiro con la mano como si fueran unos animales pequeños y suaves, y luego me planto ante el espejo y me las coloco a ambos lados de la cabeza. En el espejo me contempla entonces una extraña quimera: adulto-niño y hombre-mujer, feliz-infeliz en su única certidumbre real: la soledad”.

Pues finalmente la angustia consiste en ser consciente de las limitaciones del cuerpo; de lo reductor que resulta nuestro cuerpo (nuestro cerebro—el cráneo es otro protagonista de esta novela) a la hora de aprehender la realidad, y por eso, esta ambigüedad es bienvenida como la posibilidad de percibir con más herramientas: “¡Qué alivio ser femenino! ¡Cuánto le debo a la ambigüedad de mi mente! Siempre he pensado que entre la androginia de Tiresias y su capacidad de ver el futuro existe una profunda relación de causalidad”, comenta más adelante en la novela, haciendo eco de un postulado de Virginia Woolf, quien también consideraba la androginia como privilegio de la creatividad literaria.

Solenoide se transformará en un clásico de la literatura rumana, de la literatura universal. Quizá Cărtărescu sea el primer Nobel rumano (el Nobel de Herta Müller se considera alemán), pues en su colosal novela la voz narrativa ejecuta paseos temáticos que nos muestran la historia rumana en el contexto europeo; nos comparten una tradición literaria, artística, canónica y también alternativa, periférica, y, a la vez, deposita todos estos saberes en la figura de un profesor de lengua rumana, un sujeto que comparte sus experiencias y sueños, un hombre solo, como repite tantas veces a lo largo de la novela. Un hombre solo en Bucarest, una ciudad que “al igual que San Petersburgo y Brasilia, no tiene historia, tan solo remeda… El constructor de Bucarest la proyectó íntegramente tal y como se muestra hoy en día, con cada edificio, cada descampado, cada interior, cada reflejo del ocaso en sus ventanas circulares, en medio de frontispicios arruinados por la intemperie. Su idea genial fue construir una ciudad ya en ruinas, la única en la que deberían vivir los hombres”.

 

Nicolás Poblete Pardo es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

Novela “Solenoide” (2015), de Mircea Cartarescu (Editorial Impedimenta, Madrid, 2017)

 

 

El escritor y crítico chileno, Nicolás Poblete Pardo

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: El escritor rumano Mircea Cărtărescu, por Jorge Quiñoa.