«Depredador», de Shane Black: Las memorias de un cazador interestelar

Se trata de un largometraje que cumple sobradamente con el estándar de la saga, en la que no solo evoluciona el perseguidor, sino el sentido de sus objetivos. Y también añade guiños diversos a una historia mil veces contada, pero hecha con afecto y dinamismo, y que nos mantiene aferrados al asiento en todo lo que dura. Y se acompañaba a una fotografía hábil y al servicio de la narración audiovisual. Se estrena este jueves 13 de septiembre en las salas de Chile.

Por Cristián Gara Vera

Publicado el 12.9.2018

Según los antropólogos la guerra emerge de la caza como extensión de la actividad deportiva, y se conecta con la sobrevivencia, la subsistencia en sus estratos más primitivos. El sentido de la competencia, dice Roger Callois en La gesta de la guerra, un reputado sociólogo, es algo típicamente masculino y establece jerarquía en grupos que de otra manera no se instalarían. Ahí está, sin duda la base de la civilización del hombre como el más dotado físicamente para administrar la violencia. Desde este punto de vista, varias veces subrayado en la cinta, nuestro depredador intergaláctico ha ido mutando y en palabras del guionista está en un nivel superior. Desde 1987 Depredador ha contado la historia original de un cazador que colecciona los restos de hombres, tal como los hombres conservan los colmillos de sus presas. Pero, en esta versión, un alienígena viene a entregar un arma defensiva a los terrestres que no se enteran hasta que ya ha muerto hace mucho rato en la película, y cuando aquél ha asesinado a un grupo enorme de humanos en el camino de un malentendido.

En este cuarto título de la saga dos naves entran a la atmósfera terrestre, una persiguiendo a la otra. Un grupo de elite, liderado por Quinn MacKenna (Boyd Holbrook) que está por liquidar a narcotraficantes se ve sorprendido por un alienígena que los aniquila. Por ello nuestro sobreviviente es tomado prisionero y asociado a un grupo de veteranos con trastornos siquiátricos. En el intertanto ha mandado un paquete de tecnología interestelar a su casa y su hijo se entretendrá en examinarla. En el transcurso de la película, el niño Rory MacKennan (Jacob Tremblay) dirá al repartidor de correspondencia, “mi padre asesina para que usted pueda ser cartero”. Es difícil reproducir en moderno la más ancestral de las divisiones de la sociedad entre guerreros y agricultores, entre hombres de armas y de comerciantes. Un francotirador de las fuerzas especiales es un asesino que no disfruta, según la propia confesión del protagonista, mientras empieza a luchar con un grupo súper secreto que controla la llegada y la eliminación de alienígenas a la Tierra.

Ciertamente, la existencia de una agencia que tiene actividades subrepticias es algo que atraviesa todas las películas de anticipación y se ve desde Hombres de negro a los Archivos X en todos los registros. En este caso es una tragicomedia, en la cual un verdadero grupo de desadaptados, veteranos ya heridos del todo en su alma de muchas misiones, acompañan a nuestro francotirador para proteger a su hijo. La mano de Shane (director de Iron Man 3) se nota en el ritmo acelerado y en la pulcritud de sus planos.

Es difícil además encontrar villanos más miserables que los de la agencia, que son tan asesinos de extraterrestres como de los propios humanos que recuerdan o ven algo inconveniente. El jefe de ellos, Sterling Brown, conocido por papeles de comedia, hace de un abyecto jefe que además compromete con su necedad a la especie humana.

Pero esto no se agota en el protagonista, sino en el antagonista. Aunque no sabemos mucho más de él, lo interesante es el dilema que plantea como perfeccionamiento de una especie guerrera. A pesar del primitivismo en su acto de caza, también es dueño de una tecnología muy avanzada, cuya mecánica puede adivinar que el hijo de MacKennan, con rasgos autistas, puede lidiar muy bien con el manejo de los controles alienígenas.

La paradoja de todo esto es que un niño y una mujer Casey Bracket (Olivia Munn), la científica de armas tomar, son la reserva del conocimiento que complementa la fuerza y la habilidad letal del tirador. Es gracias a ello que sobreviven a duras penas, para enterarse al final de todo que, sin renunciar a ninguna de sus características letales, nuestro «depredador 1» viene a salvar a la humanidad mediante un artefacto secreto. La paradoja es que su cazador, el «depredador 2», tiene además de su propio ADN un fragmento de humanidad que le sirve para concretar sus propósitos asesinos, de lo que los terrestres poco o nada se enteran.

Una película que cumple sobradamente con el estándar de la saga, en la que no solo evoluciona el cazador, sino el sentido de la caza. Y también añade guiños diversos a una historia mil veces contada, pero hecha con afecto y dinamismo, y que nos mantiene aferrados al asiento en todo lo que dura.  Y se acompañaba a una fotografía hábil y al servicio de la narración audiovisual.

 

Depredador. Director: Shane Black. Guión: Shane Black y Fred Dekker. Música: Henry Jackman. Fotografía: Larry Fong. Elenco: Boyd Holbrook, Olivia Munn, Trevante Rhodes, Sterling K. Brown, Jacob Tremblay, Alfie Allen, Thomas Jane y Yvonrie Strahovski. País: Estados Unidos 2018. Duración: 2 horas.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.

 

 

 

 

 

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