Documental «RIU, lo que cuentan los cantos», de Pablo Berthelon: La melodía de la memoria

Esta sugerente obra audiovisual expone que el canto está unido a la mitología rapanui y que ese arte es el instrumento para grabar en el recuerdo lo que la escritura no pudo, ya fuese por que los textos antiguos de aquellas historias se perdieron o destruyeron, o porque son relatos épicos traídos desde tiempos inmemoriales, allí donde las letras aún no nacían. De ahí la importancia de este legado, puesto que es un patrimonio vivo.

Por Rodrigo Torres Quezada

Publicado el 6.9.2018

RIU, lo que cuentan los cantos (2017) es un largometraje documental dirigido por el cineasta chileno Pablo Berthelon y habla sobre cómo el legado de la tradición oral de Rapa Nui es protegido por un grupo de personas que, contra la pérdida del respeto al pasado por parte de las nuevas generaciones, luchan por mantener vigente la tradición mediante el canto. Riu, de hecho, en la lengua rapanui significa canción.

Más allá de los datos históricos que aporta este documental, sobre todo en los primeros minutos de su metraje, hay algo que rápidamente salta a la vista. Estamos acostumbrados a ver la isla de Rapa Nui, la que en el continente llamamos Isla de Pascua, como el sitio turístico per se, el lugar ad hoc para sacarse fotografías o el sinónimo superlativo de “vacaciones paradisíacas”. De esta forma se ha creado un imaginario en torno a lo que es la isla, a su gente, y a sus costumbres, relegándolas a un mero estereotipo del buen indígena que coloca un collar de flores alrededor del cuello y dice: Iorana!  No obstante, desconocemos gran parte de su historia, y solo nos conformamos con la postal del moai. Esto es curioso pues muchos se llenan la boca con aquello de la “tricontinentalidad” chilena. Pero la verdad es que solo hay ignorancia en cuanto a sus tradiciones. Y este documental lo deja en claro pues trata sobre un tema del que poco o nada se había hablado: el canto de la gente rapanui y como este sirve a modo de transportador de todo el legado ancestral de la isla.

El documental expone que este canto está unido a la mitología indígena y le sirve para grabar en la memoria lo que la escritura no pudo, ya fuese por que los textos antiguos de aquellas historias se perdieron o destruyeron, o porque son relatos épicos traídos desde tiempos inmemoriales, allí donde las letras aún no nacían. De ahí la importancia de este legado, puesto que es un patrimonio vivo.

Las protagonistas del documental, una madre con su hija transexual, aparecen como herederas de esta tradición pero que al parecer los jóvenes no se ven interesados en rescatar. Aquí hay otro punto importante en el documental: ¿la falta de respeto por la tradición oral y por las costumbres antiquísimas de una etnia, es algo que pertenece a nuestra época a la cual no le interesa aprender? ¿O es algo coyuntural con respecto a la juventud y sus ansias de separarse de lo que tenga que ver con lo antiguo?

El único pero que puede encontrársele a esta obra, es que al ser un instrumento de aprendizaje con respecto al canto de la gente rapanui, no tenga subtítulos para quienes desconocemos la lengua y queremos saber de qué tratan aquellas historias.

Ahora bien, hay que agradecer la forma cuidada y nostálgica en cómo se retrata la vida de las mujeres protagonistas, lo que da una idea sobre la urgencia de rescatar o proteger el legado ancestral de las distintas culturas indígenas.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.