Ese objeto del deseo: Tú y yo, hablamos del amor

En el fondo, conversar sobre sexo –cosa que puede ser equiparable a filosofar sobre el tema– lleva al fracaso de eso que llamamos anhelo, pasión o placer. Y ese ser aspirado, ese cariño ambicionado, siempre se escapará en el papel.

Por Luis Felipe Sauvalle

Publicado el 17.5.2019

Durante un congreso de literatura griega di con un aforismo notable: según la poeta Safo al corazón de un hombre se accede por el estómago, mientras que al de una mujer se accede por la vagina.

En su sentido más superficial la respuesta tiene sentido. A simple vista, los hombres disfrutan más cuando se trata de comer. Que el asado después de el partido, que la chorrillanas, que los completos…

Eso viene de antes. Ya en la Odisea los guerreros literalmente son lo que comen: si comen pan, quiere decir que cultivan la tierra, por lo tanto son civilizados. Si comen cualquier otra cosa, quiere decir que son prácticamente salvajes (los pobres lotófagos, que vivían a pura flor de loto, no tenían memoria ni de cómo se llamaban).

Sí, al corazón de un hombre se accede por el estómago, de eso no hay duda. Queda por elucidar si Safo tenía razón en la otra patita de su afirmación: si al corazón de una mujer se llega por la vagina. Eso de inmediato nos sitúa en la siguiente pregunta: quién disfruta más con el sexo.

Un mito helénico bosqueja una respuesta. Se cuenta que Zeus discutía con Hera sobre quién lo pasaba mejor en la cama. Zeus estaba convencidísimo: la mujer. Hera no tenía dudas: el hombre. En eso, según el mito, aparece Tiresias.

El mismo Tiresias que pasó siete años convertido en mujer. El mismo Tiresias que recién recobraba su masculinidad. Un lío de insultos y blasfemias lo convirtieron en el primer transgénero. Se le hace la pregunta: que hable, que cuenta la firme, quién goza más con el sexo.

Tiresias responde:

Si los placeres del amor equivalen a 10,

            solamente 1 pertenece al hombre,

            y todo el resto a la mujer.

No son palabras mías, son de Tiresias (recogidas en La biblioteca mitológica de Pseudo-Apolodoro). Una respuesta sensata, puesto que ellas son superiores a nosotros en tantísimos ámbitos; gracias a Tiresias se puede comenzar a entender el porqué. Claro que si hemos de hilar fino, la palabra «amor» significa dos cosas distintas para el hombre y para la mujer.

Esa acotación ya la hizo Fonseca: «para la mujer amor expresa renuncia, dádiva. El hombre a su vez quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y reforzar su poder». El mismo Fonseca culpa de su quiebre amoroso a las lecturas que su amada hiciera de Nietzsche. En la cama no se habla de filosofía, advierte él. Yo añadiría que sobre los arcanos de la cama tampoco es recomendable filosofar. Fundamentalmente por razones prácticas.

Una buena discusión postcoital sobre (digamos) Jacques Lacan remece a cualquiera. La carne es triste de por sí, como decía Mallarmé. Tal vez un eunuco sea más afortunado, aunque de todas las aberraciones sexuales el celibato es la peor (es cosa de ver las noticias).

En el fondo, hablar sobre sexo –cosa que puede ser equiparable a filosofar sobre sexo– lleva al fracaso de eso que llamamos deseo, amor o placer. Y ese objeto de deseo, amor o placer siempre se escapa en el papel, tal como se le escapó la amada a Fonseca, tal como se le escapó el marido a Anne Carson, tal como se le escapó Nathalie a Enrique Lihn (una mujer que siempre amó y que estaba y no estaba, y a quien dedicó su poema “Nathalie a simple vista”), o como se le escapó esa mujer casada a Nicanor Parra, a quien evocó en “El hombre imaginario”.

Hasta la literatura tiene sus límites, querida Safo. Te repito, hay cosas que se nos escapan: encontrar el camino al corazón de alguien es más enrevesado que encontrar el hilo de Ariadna para escapar del Minotauro.

 

Luis Felipe Sauvalle Torres (Santiago, 1987) es un escritor chileno que obtuvo el Premio Roberto Bolaño -entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y que reconoce las obras inéditas de jóvenes entre los 13 y los 25 años- en forma consecutiva durante las temporadas 2010, 2011 y 2012, en un resonante logro creativo que le valió el renombre y la admiración mítica de variados cenáculos del circuito literario local.

Asimismo, ha participado en la Feria del Libro de Santiago de Chile, como en la de Buenos Aires y ha vivido gran parte de su vida adulta en China y en Europa del Este.

Licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en estudios rusos por la Universidad de Tartu (Estonia) es el autor de las novelas Dynamuss (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2012) y El atolladero (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2014), además de creador del volumen de cuentos Lloren, troyanos (Catarsis, Santiago, 2015).

También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Luis Felipe Sauvalle

 

 

Imagen destacada: Carole Bouquet and Fernando Rey en el filme Cet obscur objet du désir (1977), de Luis Buñuel.