[Ensayo] Colonia Dignidad: La representación de un trauma

La proliferación de contenido cinematográfico en torno al criminal enclave alemán durante los últimos años, ha permitido dilucidar la problemática del dolor al analizar cada pieza y los recursos audiovisuales que se utilizaron a fin de simbolizar temáticas particularmente sensibles, como lo son la tortura y la pedofilia.

Por Fernanda Lagomarsino

Publicado el 17.11.2021

En un país donde aún se niegan los crímenes y violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973 – 1990), el cine provee de una importante plataforma para visibilizar los horrores de un periodo de tiempo tan traumático en la historia nacional.

Pero existe una discusión en torno al denominado cine de la dictadura (aplicable a la puesta en escena de cualquier tipo de violencia): ¿dónde se traza la línea entre representación y explotación?

Cuando se habla de comunidades vulneradas o marginadas, la representación en pantalla es clave para desestigmatizar sus respectivas experiencias, generar diálogos y responsabilizar a los culpables, pero ¿es toda representación una buena representación? ¿Cuáles son los parámetros para calificar la calidad estética y ética de las obras en cuestión?

La proliferación de contenido cinematográfico en torno a Colonia Dignidad durante los últimos años permite dilucidar nuestra problemática, al analizar cada pieza y los recursos audiovisuales que esas obras utilizaron para representar temáticas particularmente sensibles, como lo son la tortura y la pedofilia.

Entre las producciones mencionadas se encuentran: La casa lobo (2018), Dignidad (2019), Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile (2020), y Colonia (2015), la cual se analizará más a detalle en el presente ensayo.

 

Documental «Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile» (2020)

 

Un mito audiovisual

El documental Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile utiliza el recurso de las talking heads (cabezas parlantes o entrevistas en español) para referirse desde la experiencia de las mismas víctimas y colonos del recinto a los horrores cometidos por Paul Schäfer y sus seguidores.

Sus testimonios son suficientes para contextualizar y conmover al espectador, pues el peso del trauma se lee en su rostro y se materializa en sus palabras.

Por otro lado, La casa lobo utiliza la técnica de animación stop motion y un elaborado trabajo de sonido para construir una atmósfera inquietantemente claustrofóbica, sin siquiera referirse explícitamente a los eventos ocurridos dentro de la secta.

En ambos casos, si bien difieren estilísticamente, poseen un tacto que problematiza (desde un punto de vista crítico, claro) los sucesos y el mito que rodea a Colonia Dignidad, proveyendo de una voz a los niños y niñas que se vieron obligados a crecer en semejantes condiciones.

En el lado opuesto del espectro, está Colonia, un largometraje de ficción estrenado el 2015 que vale la pena revisitar, teniendo en cuenta los factores que lo distinguen de las demás producciones.

 

«La casa lobo» (2018)

 

Visibilizar una experiencia específica

En primer lugar, y más obviamente, Colonia es una producción chileno-alemana, aunque los cargos más altos corresponden a realizadores germanos y actores europeos blancos. Aquí nos adentramos en una discusión interesante: la de la separación (o no) del arte y el artista y cómo esta influye en la representación del dolor, o mejor dicho, de la opresión.

A lo largo de todo el país, los chilenos se alegraron con la noticia de que una producción extranjera visibilizara la experiencia de miles de víctimas de la dictadura, especialmente dada la participación de la reconocida actriz Emma Watson. Pero si bien el director Florian Gallenberger y su equipo llevaron a cabo una investigación exhaustiva, teniendo acceso a testimonios y material de archivo de la época, el filme sigue poseyendo un aura… poco genuina.

Cuando en las películas estadounidenses lugares como México y el Medio Oriente aparecen teñidos de un filtro amarillo, es claro que no se busca explorar el espacio sino señalarlo como un “otro” incivilizado, simbolizado a través de una paleta de colores plana y carente de matices.

En Colonia, si bien es claro que el equipo se esforzó por lograr precisión histórica, Chile y su situación sociopolítica parece ser un telón de fondo para la autorrealización de los protagonistas europeos, quienes por alguna razón adquieren un rol protagónico en la oposición desde un comienzo, socavando en la narrativa del largometraje la activa participación y liderazgo de miles de chilenos y chilenas.

Pareciera que más que destapar las atrocidades cometidas dentro de la secta, el director buscaba un fondo “exótico” para una historia de amor teñida por elementos estéticos que los críticos estadounidenses califican como “porno del trauma”.

Este concepto es definido como la representación explotativa y morbosa de un grupo marginado u oprimido, que basa su impacto no en la calidad estética, sino en el factor de shock que produce en los espectadores el carácter explícito de la violencia exhibida. En Colonia, este tipo de representación se manifiesta en las explícitas escenas de tortura, pederastia y abuso, presentes a lo largo de todo el relato.

Ahora bien, mostrar la violencia no siempre es algo negativo, y por ello se abre en este ensayo el debate en torno a la línea entre brutalidad gratuita y exposición como una decisión narrativa que busca visibilizar una experiencia específica, particularmente cuando nos referimos a obras basadas en hechos reales.

La diferencia radica, en mi opinión, en a quién se le está permitiendo tener una voz en el filme; si a los tórtolos europeos que logran escapar del país y tienen su final feliz, o a las miles de personas que hasta el día de hoy lidian con las consecuencias políticas, económicas, sociales, culturales y psicológicas de la dictadura.

 

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Fernanda Lagomarsino (Santiago, 1998) es directora audiovisual y crítica de cine. Entre sus proyectos se encuentran el cortometraje documental Fuentes confiables, selección oficial de FUC y FEMCINE 2021, En el baño mueren las polillas, su primer cortometraje de ficción y Tatú, un guión de largometraje actualmente en desarrollo. Su obra gira en torno a las mujeres y la cotidianidad, principalmente.

 

 

 

Tráiler 1:

 

 

Tráiler 2:

 

 

Fernanda Lagomarsino

 

 

Imagen destacada: Colonia (2015).