[Ensayo] El triunfo de Gabriel Boric: La narrativa electoral y los luceros sobre la Alameda

Quizás haya más en juego de lo que se puede esbozar con un manojo de palabras y de argumentos, pues el proceso constitucional en curso también irá de la mano del próximo gobierno, y este hito es solo el comienzo de un largo y arduo camino de diálogo, reestructuración y sanación de esta matria hermosa y doliente, fértil provincia sedienta de agua y una convivencia más armónica.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 27.12.2021

 

Hombres que sueñan encima de los árboles

Un día como cualquier otro un niño decide trepar a su árbol predilecto, se posa sobre las ramas de la copa y recibe el saludo del sol. Luego toma una siesta y, en el siguiente giro escénico, ocurre la bifurcación: en una dimensión decide bajar del ciprés y regresar a la clase de matemáticas o castellano en su colegio de Punta Arenas; en la otra, guiado por una resolución tan impulsiva como idealista, rebelándose ante la autoridad paterna, decide quedarse en la encina y no volver a pisar el suelo por el resto de sus días.

La primera dimensión corresponde a los años noventa en la región magallánica, la segunda a uno de los universos paralelos de la ficción narrativa, localizado en Ombrosa, pueblo italiano, en la segunda mitad del siglo XVIII.

El lector podrá reconocer al primero de ellos como el candidato presidencial que, gracias a las rayas verticales de la gran mayoría de los votantes, se transformó en el presidente electo más joven de este país telúrico y espigado que las fábulas de cada día llaman Chile.

No es el ají, aunque se le parezca en algunas ocasiones, sobre todo aquellas en que la lacónica repetición de sus costumbres se ve alterada por un episodio alto en riesgo, polémica, esperanza, terror o tragicomedia.

El segundo muchacho, que crecería sobre los árboles, cazando, usando su ingenio para dispensarse los medios de sobrevivencia sobre las ramas, organizando las primeras brigadas forestales de la región; leyendo a los clásicos grecolatinos, a Rosseau y a los ilustrados de su tiempo, oscilando entre el ascetismo de la soledad y el fervor pasional despertado por algunas mujeres, es Cósimo de Rondó, protagonista de Il barone rampante, la deliciosa novela de Ítalo Calvino que releí durante la semana previa al balotaje.

No es mi propósito convencerlos de que estos personajes son hermanos de distinta madre y distinto padre, pero al menos he podido advertir equivalencias dictadas por los caprichos de la curiosidad, esa flecha sedienta en hallar patrones, los haya o no (usualmente el territorio más fértil, pues de no haberlos a ojo descubierto se propone crearlos con una feliz irreverencia).

Quizá los símiles provengan más que nada de los discursos y propuestas, pues en los actos sus periplos vitales difieren tajantemente: mientras el primero se sumerge en el tejido social para reconocerse en los vínculos y en la concreción de propósitos comunes, el segundo opta por observar a sus pares desde una refrescante (y a veces desesperante) distancia, a la intemperie, entre fieras, raíces y estrellas, hasta que descubre, también, la necesidad de serle útil a sus pares estableciendo estrategias de vigía para prevenir y combatir incendios forestales.

Caminos diversos que de alguna forma convergen en un fin común. A épocas y culturas de distancia los dos podrían dialogar como viejos amigos que se reencuentran tras largo tiempo, acampando bajo las lengas magallánicas o los olivos de la península en que se levantó y cayó el imperio romano.

Por supuesto que nada de esto ocurriría si en una mañana lejana, embetunada por los espejismos del mito y el enmascaramiento narrativo de intereses institucionales, no se hubiese crucificado a un orador judío, hijo de carpintero, desterrado de su aldea natal y condenado a migrar por tierras desérticas ofreciendo el pan del espíritu a través de su palabra.

La cuota de afinidad que siento con estos hombres que sueñan encima de los árboles, tratándolos con respeto y colaborando con ellos en la búsqueda del equilibrio ecosistémico, quizá se deba a que también trabajé defendiéndoles de la amenaza voraz que son los incendios.

En cuanto al tercer implicado, bastara decir que K (que, para que no quede espacio a la confusión, nada tiene que ver con el K de Kafka) defiende a las empresas forestales que depredan los bosques por beneficio económico de unos pocos, desestimando el derecho ancestral de sus antiguos pobladores, el pueblo mapuche.

En el discurso y en los gestos de B, el primero de los tres mencionados, creo percibir que, como Cósimo sobre los árboles de Ombrosa, comprendió que: “las asociaciones hacen al hombre más fuerte y ponen de relieve las mejores dotes de cada persona, y dan una satisfacción que raramente se consigue permaneciendo por cuenta propia: ver cuánta gente honesta y esforzada y capaz hay, por la que vale la pena querer cosas buenas (mientras que viviendo por cuenta propia sucede más bien lo contrario: se ve la otra cara de la gente, aquella por la que es necesario tener siempre la mano en la espada).”

Ojalá B, en su gobierno, ejemplifique esta práctica y la ética ecológica del autor imaginario del ‘Progetto di Costituzione d’uno Stato ideale fondato sopra gli alberi’ para su Repubblica d’Arbòrea.

Intuyo que B es más pragmático y no nos invitará a vivir sobre los árboles, tampoco creo que su período al mando de la república construya un estado ideal, pues la fuerza de la gravedad, la inercia del mercado, los imprevistos de la contingencia y los caprichos (a veces prudentes, a veces desaforados) de la oposición hacen lo suyo.

Si de algo estoy seguro es que no se intentará revivir a Marx o Stalin de sus tumbas, para la tranquilidad de quienes temen a los fantasmas del siglo pasado.

 

Las palabras: una puerta de entrada y de salida a la conciencia

Hay dos figuras políticas en las antípodas que pueden servir para ilustrar lo que ocurre en nuestro país. Se trata de Donald Trump y el dramaturgo disidente de la dictadura comunista checoslovaca, Václav Havel, electo presidente de la ese entonces Checoslovaquia en 1990, que guío la reconstrucción de su país, ahora la República Checa.

Mientras ambos dijeron que recibían países destrozados, Trump atacó descarnadamente al establishment con su usual vena populista, en cambio Havel se incluyó entre los responsables de la continuidad del régimen totalitario: pese a ser un disidente abogó por la responsabilidad colectiva del pueblo en esa crisis profunda, apuntando a unir más que a dividir nuevamente a su país.

Sus palabras son certeras y resuenan con una actualidad capaz de desmantelar la polarización política actual: “Nuestros mayores enemigos son nuestros defectos: el desinterés por el bien común, la vanidad, la ambición personal, el egoísmo.”

Las técnicas discursivas y publicitarias de Kast siguieron el derrotero del populismo neoliberal que representa Trump, pero también retomaron rasgos peligrosos del exacerbado nacionalismo patriarcal que propugnaba el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano de Mussolini.

No hay que dar muchas vueltas a sus palabras: su léxico es plano, contundente, ofensivo pero insustancial, atributos que lo hacen efectivo al apelar al miedo, a las hormonas que libera la amígdala cuando se la estimula con ideas o imágenes que remiten a un trauma más o menos arraigado en el inconsciente.

De allí que, cuando menguaban sus argumentos, recurriera a sacudirle el polvo a los fantasmas del comunismo.

Un ejemplo claro de esto se ve en los tweets que hizo desde el fin de la primera vuelta electoral. En el análisis de la Fundación Interpreta, que publica Ciper, sobre los tweets de Kast y Boric, se ve claramente que la intención de Kast fue atacar la candidatura e ideologías asociadas a Boric, mientras que éste hizo énfasis en las propuestas de su programa de gobierno. Estas son las palabras más usadas por Kast:

Mientras que éstas fueron las frases más usadas por Boric, que en ninguno de sus tweets mencionó a su oponente:

 

 

No hay que interpretar mucho para caer en la cuenta de quién jugó a qué. Son estrategias que están en las antípodas de la comunicación. Lo terrible es que, con estrategias similares y gracias a fuertes campañas de propaganda digital en redes sociales, con # que apuntan al odio, la calumnia y, en este caso, la tala del árbol (y la vida) que es el símbolo de la campaña de Boric, es que fueron electos Donald Trump y se aprobó el brexit en Inglaterra.

La democracia (que rara vez ha dejado de ser un eufemismo de lo políticamente correcto) está en riesgo cuando propagandas teledirigidas a perfiles dubitativos en su elección de voto son bombardeados con contenido personalizado, como sucedió con Cambridge Analytica.

Las palabras son una puerta de entrada y salida a la conciencia humana. No nos proveen de una ciencia exacta, pero a través de ellas podemos descifrar los patrones y jerarquías de ideas y motivaciones que orientan a una persona o un movimiento político.

También es en los extremos de sus representantes a través de los cuales podemos percibir a lo que podría llegar un movimiento de alcanzar el poder. Por lo que los dichos transfóbicos y misóginos del diputado Johannes Kaiser son una buena medida para percibir lo que se incuba en la ideología de extrema derecha que representaba Kast.

El nivel de argumentación que exhibía en su programa también demuestra un tono paupérrimo, que cae en falacias ingenuas, como en el caso en que se refiere a la baja asistencia a los eventos culturales: «Tenemos la certeza de que el arte conmueve y moviliza a la población ante la cultura de calidad. Por tanto, la baja asistencia a los distintos espectáculos obedece primordialmente a la baja calidad de estos».

Este párrafo presenta una linealidad causa-efecto que se cae por su propio peso, su unilateralidad es pasmosa e incongruente por donde se la mire. Cualquier niño o niña con cierto gusto por la lectura podría exponer un argumento más solvente que este, producido, por supuesto, por quienes seguramente poco entienden de arte y cultura, al verlas como agentes subsidiarios de la economía, reduciéndolas a un difusor del folklor nacionalista con tintes del siglo pasado.

Aún más peligrosa es la propuesta que nos recuerda a la política del gran hermano de 1984, pues apuesta por una cultura de la cancelación y censura lingüística e ideológica, al buscar: «reivindicar el idioma castellano, eliminando el lenguaje de género y de incitación de lucha de clases, étnica o cualquier doctrina que tienda a la división nacional».

Nada más ni nada menos que un sistema de censura avalado por el gobierno de turno, tal como sucedió en dictadura. Puedes profundizar más al respecto leyendo el artículo de Ciper sobre las propuestas culturales de Kast. Por contraparte basta decir que Boric buscará aumentar hasta el 1% del presupuesto los recursos destinados a arte y cultura.

Si Havel y Trump demarcan dos polos en el ejercicio del gobierno, no hay duda que, guardando las distancias, Kast se aproxima a Trump y Boric está más cerca del compromiso humanista y pluralista de Havel.

Como éste, el oriundo de Magallanes es un buen lector de literatura, un humanista que de cuando en cuando escribe poesía y hasta comparte reflexiones sobre la poesía chilena en un apartado de su blog.

Dudo que Kast, por otra parte, defensor del folklor patriotero, haya leído un libro completo del macho anciano, Pablo de Rokha.

 

Sanar el daño que hemos provocado

Este domingo se produjo el desenlace de una disputa cuya matriz no fue política ni económica, sino una lucha de narrativas. Este centro de gravedad, a veces camuflado o desplazado por titulares más polémicos y contingentes, es alrededor del cual orbitan las propuestas económicas, políticas, ecológicas, de salud y educación, que estructuraron el programa y los argumentos de ambos candidatos y coaliciones.

Los mitos, poesías y relatos están en la raíz de nuestra convivencia humana, son ellos quienes propiciaron la cohesión de las primeras tribus y dotaron de sentido a la lucha por la sobrevivencia que, al amparo de un fuego común, se expresaba más como una cooperación por la convivencia, en la que sí había disputas, pero predominaba la conversación, la disposición a llegar a acuerdos y tratar de vislumbrar qué significaba el bien común y cómo se podía llegar a concretarlo.

Se trata de dos narrativas contrapuestas, una en un extremo, y otra más en el centro, no en el otro extremo, como se quiere hacer ver. Una abogó por la división y la concentración de la riqueza y el poder, imponiendo relatos anacrónicos, como si el narrador se encerrase en su buhardilla para abstraerse de la realidad y construyese una endeble fábula histórica acomodada a sus propios intereses, sin siquiera tratar de dilucidar qué meta-narrativas movilizan al colectivo.

Traducido en términos literarios sería una novela ombliguista, floja en recursos, reciclando efectos de algún best seller que luego de un año de ventas queda discontinuado.

La otra narrativa, en cambio, busca elaborar una historia circular, que incluya diversos relatos, con varios hablantes de los estratos y procedencias más heterogéneas. Un esfuerzo denodado por construir el sueño de Lautréamont (que la poesía sea un acto colectivo) en términos políticos, elaborando un programa de gobierno formulado no solo por una mesa de técnicos y expertos especializados, sino fermentada con las inquietudes y aportes del pueblo.

Tarea compleja donde las hay, pero una que vale el sudor, las interrupciones y debates que requiera, pues se orienta a trasladar la narrativa que atraviesa al colectivo como un río, a políticas prácticas y concretas que tratan de dilucidar ese elusivo ideal del bien común.

Algunos economistas olvidan que Adam Smith no se llamaba Adán y que la economía es más antigua que las tautologías de la razón occidental. Los engaños e ilusiones de crecimiento infinito propuestos por el capitalismo son los que han provocado la crisis climática que nos tiene atravesando la sexta extinción masiva de la biosfera, multiplicando sequías y catástrofes naturales.

Obviar esto solo nos acerca más al precipicio que la élite económica ha preferido evadir durante el último medio siglo, anestesiados en sus paraísos artificiales. Es la misma actitud de quienes se sacan una selfie en la cima de una montaña, al borde del desfiladero, sin considerar que un coletazo de viento los puede arrojar al vacío.

Así se moviliza la economía disfrazada de teología absolutista, en vez de profundizar en las corrientes subyacentes que conforman sus narrativas de fondo. Esas corrientes son las que, en un nivel tectónico, crean las mareas de la economía superficial, como plantea el economista y exasesor del gobierno de Havel, Tomas Sedlacek, en su portentoso libro de meta economía, Economics of Good and Evil: The Quest for Economic Meaning from Gilgamesh to Wall Street:

“Yo sostengo que hay al menos tanta sabiduría que aprender de nuestros filósofos, mitos, religiones y poetas como de los modelos matemáticos exactos y estrictos del comportamiento económico. Sostengo que la economía debe buscar, descubrir y hablar de sus propios valores, aunque nos hayan enseñado que la que la economía es una ciencia sin valores. Sostengo que nada de esto es cierto, que hay más religión, mito y arquetipo en la economía que matemáticas. Sostengo que en la economía de hoy en día hay demasiado énfasis en el método en lugar de en la sustancia.”

El programa de K pecó de ese olvido de la sustancia, así como su discurso chato y unilateral. Basta con escuchar sus declaraciones sobre como el agua de un río se desperdicia al llegar al mar, como si eso fuese un crimen del mercado, incapaz de reconducir esas aguas para el consumo humano, ignorando olímpicamente el ciclo del agua.

Ese solo ejemplo permite deducir que Kast y sus asesores desconocen que un sistema, sea la economía o el ecosistema que, dicho sea de paso, son indisociables el uno del otro, es la suma de sus partes interrelacionadas, y es precisamente por esa suma que continúa funcionando y puede generar algo como la vida y sustentabilidad a largo plazo.

Y, claro que no, el agua dulce no se pierde en el mar, cumple un rol fundamental.

Por el contrario, el programa de Boric juega a favor de la tierra, integrando conceptos de la economía profunda y la sabiduría de los pueblos que convivieron en equilibrio con el ecosistema antes de la disrupción provocada por el ascenso colonizador de la civilización occidental, empecinada en transformar el medioambiente por una comodidad mayor, explotando los recursos con una miopía ávida de beneficios a corto plazo, ignorante de las consecuencias en la totalidad de la biosfera.

Los planteamientos de Apruebo Dignidad se aproximan más a la actitud autosustentable y respetuosa de la naturaleza que plantea el pueblo mapuche, sintetizada por el poeta y oralitor mapuche Elicura Chihuailaf en su libro, Recado confidencial a los chilenos:

“Cada territorio, cada Tierra, es una vértebra con una función específica que cumplir en dicha totalidad; libre pero a la vez relacionada indisolublemente con las demás. Es la ‘ley’ que se debe cumplir para que continúe el equilibrio, para que exista un desarrollo armonioso de la vida en la Az Mapu (con su positivo y negativo).”

Este es parte del kimün mapuche, sabiduría y ciencia natural a un tiempo, que debemos integrar a nuestra cosmovisión y economía si aspiramos a sanar el daño que hemos provocado a nuestro hogar terrestre.

No hay duda de qué propuesta programática está con la demagogia y una teología política discriminatoria y elitista, y cuál está de parte de la ciencia y las sabidurías ancestrales, tratando de aunar los aportes de distintas comunidades con tal de construir un proyecto colectivo capaz de encarar los desafíos del presente con el conocimiento acumulado del pasado y las visiones de futuro que no podemos aplazar más si tenemos la decencia de querer un planeta habitable y una sociedad amigable para las próximas generaciones.

 

Boric y Pedro Aguirre Cerda: un contrapunto astrológico

Para finalizar agrego algunas coincidencias históricas y astrológicas. Quien estudie la primera de estas materias sabrá que la historia es un proceso cíclico, con repeticiones y variaciones que pueden llegar a asombrar a los profanos, mientras quienes observan los procesos desde lejos pueden hallar los patrones a simple vista.

Esos mismos patrones refleja la astrología, que no aspira a ser una ciencia, pero cuando es hecha con pericia empírica, como la hacían en la antigüedad, descubre esos patrones y es capaz de predecir lo que puede advenir en el plano individual y colectivo.

No me explayaré con tecnicismos aquí, pero leyendo un cuaderno pedagógico sobre la vida y obra del poeta Gonzalo Rojas, asomó el nombre de Pedro Aguirre Cerda, el presidente radical electo en 1938, cuyo lema era “gobernar es educar”. No sería una exageración decir que su gobierno fue uno de los más democráticos del último siglo, pues pese a los pocos años que alcanzó a ejercer su cargo antes de morir en 1941, se lograron avances potentes en políticas sociales.

Desde su elección han transcurrido 83 años, casi los mismos que tarda Urano en dar una órbita alrededor del Sol. Júpiter, en ese entonces, como ahora, transitaba la constelación de Acuario en el zodíaco tropical. Es decir, los dos planetas que se asocian al progreso, la expansión, la creatividad y el desarrollo guiado por ideales colectivos, se hallaban en posiciones muy similares a las de esta elección.

Pedro Aguirre Cerda, como Boric, y como el día de la declaración de independencia de Chile, también nació mientras el Sol transitaba por el signo de Acuario, durante febrero. Al presidente radical lo apoyaba el Frente Popular, mientras Boric representa al Frente Amplio.

En fin, coincidencias que suman y apuntan a un modo de gobernar similar. No pretendo ser sociólogo, aunque algo estudié, ni historiador, pero entre la intuición y la deducción me decanto por la posibilidad de que veamos un gobierno que intente poner en práctica ideales y políticas similares a las del período de Pedro Aguirre Cerda, actualizadas, claro está, a las existencias de nuestra abigarrada modernidad.

Estos testimonios astrológicos, y otros más que me guardo —este texto iba a ser publicado antes del balotaje, pero menos importa predecir que analizar lo ocurrido a estas alturas— para no alargar lo que ya se fue un poco de manos, indicaban que, efectivamente, Gabriel Boric vencería a su adversario en el balotaje del domingo 19 de diciembre. El resultado dependía de todos nosotros.

Y estuvimos a la altura: jóvenes (dispuestos a dialogar con el padre) que tomaron buses nocturnos para acudir a votar desde regiones; padres y madres que, sin dejarse tentar por el orgullo y las cicatrices de la experiencia concedieron en apostar por la juventud.

Disidencias y minorías, mujeres y miembros de pueblos originarios decididos a defender la reconstrucción de un país pluralista, integrador, más digno y equitativo, en que los derechos humanos y sociales crezcan a pasos cortos, pero firmes, como manifestó Gabriel en su discurso frente a una Alameda repleta de gente, colores y algarabía.

Quizá haya más en juego de lo que se puede esbozar con un manojo de palabras y argumentos, pues el proceso constitucional en curso también irá de la mano del próximo gobierno, y este hito es solo el comienzo de un largo y arduo camino de diálogo, reestructuración y sanación de esta matria hermosa y doliente, fértil provincia sedienta de agua y una convivencia más armónica.

Estaba parado entre un mar de gente, junto a un paradero cuyo techo estaba atiborrado de mujeres y hombres, bajo los drones, cantando canciones de 31 minutos, mientras escuchaba a medias el discurso de Boric, viendo aparecer a Venus, el lucero del ocaso (símbolo de la belleza, las mujeres y el afecto), aparecer tras las hojas de los árboles en el poniente, y el brillo de Júpiter (monarca del panteón romano, magnánimo, expansivo e integrador) sobre La Moneda, cuando sentí, como durante la pacífica y multitudinaria marcha del 25 de octubre del 2019, que las paradojas de nuestra historia, sus espasmos a veces esquizofrénicos, y los coletazos del prolongado trauma que impuso la dictadura a nuestros padres y abuelos, comienzan a sanar y tomar una nueva forma.

Esa forma es la que debemos descubrir, echar a tierra como una semilla y cultivar como al árbol que limpia y pródiga desinteresadamente el aire que respiramos.

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Punta Arenas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook poiesis, 2021).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Gabriel Boric Font (Agencia Efe).