[Ensayo] Federico García Lorca, el detenido desaparecido más famoso de la historia

El grupo Insurgencia Latinoamericana ha organizado un homenaje dedicado al multifacético autor español, en conmemoración de un nuevo aniversario de su muerte, acaecida el 18 o 19 de agosto de 1936, cuando fue asesinado por motivos políticos en Granada, recién iniciada la Guerra Civil, para luego ser sepultado en un lugar todavía desconocido.

Por Leonardo Herrmann

Publicado el 6.8.2021

“En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida”.
Federico García Lorca

Creciste entre las plantaciones de remolacha y tabaco, ¿te acordás, amigo? Cuando tu niñez corría entre los prados junto a Francisco y Conchita. Eran los días infinitos de la infancia, eran aquellos veranos en el campo.

Tu padre trabajando de sol a sol. Tu madre Vicenta enseñándoles a leer a los peones. Vos llegabas transpirado luego del juego y en silencio te servías un vaso de agua y te lavabas la cara.

Vicenta te miraba con esos ojos profundos y vos agarrabas el lápiz y empezabas a dibujar.

—Amo la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles.

Me dices desde tu fosa común donde tiraron tu cuerpo.

—El pueblo está rodeado de chopos que se ríen, cantan y son palacios de pájaros y de sus sauces y zarzales que en el verano dan frutos dulces y peligrosos de coger. Al aproximarse hay un gran olor de hinojos y apio silvestre que vive en las acequias besando al agua. En verano el olor a paja que en las noches, con la luna, las estrellas, y los rosales en flor, forma una esencia divina que hace pensar en el espíritu que la formo.

—Sigues contándome mientras trato de rastrear tu voz entre los muertos.

Luego te mudaste. Todavía te escucho reír, Federico.

—Hoy de niño campesino me he convertido en señorito de la ciudad. Los niños de mi escuela hoy son trabajadores del campo y cuando me ven no se atreven a tocarme con sus manazas sucias y de piedra por el trabajo. ¿Por qué no corréis a estrechar mi mano con fuerza? ¿Creéis que la ciudad me ha cambiado? No… vuestras manos son más sanas que las mías. Vuestros corazones son más puros que el mío. Vuestras almas de sufrimiento y trabajo son más altas que mi alma. Yo soy el que debería de estar cohibido ante vuestra grandeza y humildad.

Te ríes y repites: «Era un señorito de la ciudad», yo me recuesto y trato de remover con mis manos la tierra que te cubre.

Tarareas Beethoven, Pastoral.

—Siempre me gusto tocar el piano. (Me dices con nostalgia)

Tus manos las mismas que deleitaban con su repertorio de Chopin ahora están atadas a tu espalda. Eran otros los tiempos vos ya eras adolescente recién te habías graduado en la Universidad de Granada en el curso de acceso de Filosofía y Letras y Derecho.

Te reunías en la tertulia “El Rinconcillo” del Café Alameda. Fernando de los Ríos y Martin Domínguez Berrueta te acompañaban en aquellas primeras citas con el movimiento artístico e intelectual.

Aquel café era el epicentro de la vida bohemia de un grupo que reunía a los periodistas Melchor Fernández Almagro, José Mora Guarnido y Constantino Ruiz Carnero, a los críticos y poetas José Fernández Montesinos, Miguel Pizarro, José Navarro Pardo y los pintores Manuel Ángeles Ortiz, Ismael González de la Serna y Hermenegildo Lanza entre otros.

Luego junto a Berrueta recorriste los poblados de España viendo los sufrimientos del pueblo.

—En esos viajes entre en el reino de la poesía y acabe de ungirme de amor hacia todas las cosas.

Me dices y esos ojos que ahora te tapan la venda con la que te enterraron seguramente se iluminan en esa región que habitan los muertos.

—Claro (le contesto) de allí fuiste a Madrid, a la Residencia de Estudiantes.

Era un canto a la fraternidad, la alegría y el conocimiento. Federico andaba con Buñuel, Dalí y Alberti. Eran devotos fieles de aquel templo del saber y asistían a las conferencias de Claudel, Valery, Cendras, Max Jacob, Marinetti, Chesterton, H. G. Wells, Le Corbusier…

—La que más me gustaba era Madame Curie (Me comentas). Si me hubiesen gustado las mujeres me casaría con ella. (Siento tu sonrisa que traspasa el tiempo y los campos donde buscan tu osamenta).

Lo que más extraño son los paseos con Pepín Bello, Buñuel y Dalí. Las charlas con Vicente Huidobro, con Eduardo Marquina, con Gregorio Martínez Sierra, con Juan Ramón Jiménez. Recuerdo fui a verlo a Ramón con la carta que le había mandado Fernando de los Ríos para que me reciba.

“Ahí va este muchacho lleno de anhelos románticos: recíbalo con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en los que hemos puesto más esperanzas”.

Fue el junto a Manuel de Falla quienes me introdujeron en el teatro de títeres, en el cante Jondo, en la búsqueda de esa música de la profunda España que nace de los campesinos y gitanos.

—De aquella época es el Primer Concurso de cante Jondo? (Le pregunto a esa voz que me habla desde la tierra).

—Lo que sucede amigo es que lo que se conoce como “Flamenco” es algo más reciente, en cambio el cante jondo es la expresión antiquísima de la tierra. Y su influencia se extiende en la música francesa e incluso en la rusa. La música fue migrando con los carromatos de gitanos a lo largo de Europa.

Por eso realizamos el concurso para rescatar la voz de los cantaores del pueblo. Con Manuel de Falla, Ignacio Zuloaga y el ayuntamiento Granada organizamos aquel concurso.

Los campos de Andalucía son ese paraíso infantil donde creció el duende. Los recuerdos son una canción de cuna que me cuenta el poeta muerto desde su tumba sin nombre. Yo no puedo contener el dolor mientras escucho esa voz.

—No llores (me dice Federico) recién empezamos este viaje. La tristeza nunca será mi bandera. En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida.

 

***

Leonardo Herrmann nació el 20 de marzo de 1975 en Argentina. Es maestro, escritor, poeta, artista plástico y trabajador de la cultura.

Ha publicado cuatro libros: La resurrección anónima del barro (2000), Letra marginal (2010), Barricadas de palabras (2017) y El evangelio del hombre (2020).

 

Leonardo Herrmann

 

 

Imagen destacada: Federico García Lorca en 1934.