[Ensayo] «Isla Decepción»: La apertura hacia un mundo ajeno

La primera novela de la escritora nacional Paulina Marcela Flores Rojas destaca en gran parte —a diferencia de las obras de ficción publicadas por sus contemporáneos chilenos—, debido a que estas páginas escapan de los límites asfixiantes impuestos por la llamada literatura del yo, una corriente estética a la cual son asiduos (en su cultivo) los narradores locales menores de 40 años.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 21.5.2021

Isla Decepción (Seix Barral de Planeta, 2021) comienza el año 2013, con el aura de la amenaza china y un nítido retrato de la labor de los trabajadores en la embarcación “El Melilla 201”, con sus jerarquías, salvajismos y sentimentalismos.

Hay chinches molestos, residuos y asquerosidades que producen con claridad el ambiente: “Hay tres hombres en fila para bañarse y materias residuales de todo tipo adornando el rincón: bilis; manchas de orina; pelos largos, gruesos y delgados; desechos biológicos y sustancias dudosamente humanas”.

También el ojo se posa en una “rata aplastada… Las tripas le salen por una abertura y su piel rugosa y traslúcida le hace pensar en un condón usado”.

La narración comienza de manera intrépida y reverbera ecos de Conrad, Melville, así como de Coloane. Flores hace uso de un diálogo en el que la voz narrativa saca ventaja de la riqueza del “mostrar”, acotando sobriamente evaluaciones (morales) en escenas de acción y aventura que hacen pensar en la potencialidad (o el deseo) de esta novela como adaptación fílmica.

Acá hay faena, trama, una “historia” que, luego, se dirige hacia exploraciones emocionales que también cautivarán a un público amplio y más convencional: el componente “romántico” parece lamentablemente inevitable en el diseño de la novela.

Es la fusión erótica con este otro exótico la que “despierta” a la protagonista a la realidad de aquellos subalternos (que más de alguien verá como oportunismo de denuncia/apropiación trendy). El intercambio sexual da paso a la observación, al descubrimiento del universo mapuche, así como a una nueva dimensión donde se destacan preocupaciones ‘eco’.

Flores nació el año 1988, sin embargo, su entrega no tiene mucho que ver con aquellas “literaturas selfie” (como las llama Diamela Eltit), donde se maceran con autocomplacencia narraciones que suelen decantar en un narcisismo, cuando no, en un desprendido onanismo: “literaturas del yo”, las denomina la Premio Nacional de Literatura 2018.

En la apuesta de Flores el “yo” está mediatizado y dispuesto a recibir influencias externas. Esto es conseguido gracias a la aventura hacia una alteridad predecible; aquella representada en la naturaleza, descubierta en otra cultura, en otro lenguaje, en otra identidad.

Es evidente que hay un exhaustivo trabajo de investigación que acompaña esta novela, y que observa el entorno donde se cruzan los pueblos originarios, la biología y fauna marina de la zona austral, la no tan conocida realidad de las embarcaciones circulando por aguas peligrosas, muchas veces vedadas.

 

Paulina Flores Rojas

 

El idioma del amor

En entrevista con el diario La Tercera, Flores comenta haber viajado a Corea del Sur para profundizar en su investigación. Frente a la dificultad de comunicarse, explica: “Yo hablaba el idioma del amor”.

En esa misma entrevista, Flores dice: “Soy fanática de Corea del sur. La música, el cine, la comida. Me parece una cultura heavy, como dice Marcela: ‘cuáticos los coreanos’”.

Así, Isla Decepción recuerda esquemas motorizados por un palpable “exotismo de boutique”. Aquí vienen a la mente diversas novelas con protagonistas femeninas cuyo abordaje considera investigación histórica, cultural, así como una trama impulsada por la búsqueda del amor (por un hombre): desde Comer, rezar, amar, de Elizabeth Gilbert, hasta La isla bajo el mar de Isabel Allende. También permite repasar el pensamiento de Edward Said en su ya canónico Orientalismo.

A más de 40 años de su publicación, este estudio sigue resultando iluminador para observar las interacciones entre discursos y sus jerarquías. Tomando la figura de R. Kipling, un blanco clásico de los estudios postcoloniales, Said advierte, en el capítulo “Conocer lo oriental”: “Un orden de soberanía se establece entre Oriente y Occidente, una cadena irrisoria de seres… una monstruosa cadena de subordinación”. Y nos hace ver, aquí, que este subalterno no habla; más bien, es subsumido por las proyecciones de los otros.

La narración comienza con la figura paterna, Miguel. Él recuerda: “Uno de los entrenamientos del servicio militar en Punta Arenas era tirarse de un buque y nadar por el estrecho. Recordó que al llegar a la orilla se sentía tan aturdido que ni ganas le quedaban de despotricar contra los oficiales”.

Más adelante hace su aparición la hija, Marcela. Ella tiene unos 27 años y, detrás de su fachada dura y carretera, se esconde una persona que cree “en la verdad, el amor y la belleza”. Marcela se arrepiente de desperdiciar sus talentos y asegura que su pasión es el cine.

Ella es un personaje con contradicciones: ha estudiado diez semestres de ingeniería y ocho de cine. Reflexiona que: “ya no trabajaría para esa sucia serpiente desalmada del capitalismo digital”, a la vez que, párrafos más adelante, admite: “Le gustaba la plata”. A esta inestabilidad se suma otra “decepción”: un quiebre amoroso. Así, Marcela comienza su viaje hacia el sur, en busca de su padre…

 

Fuerzas naturales

Revelador resulta detenerse en la descripción de los hombres en Isla Decepción. Hay escapismo, aislamiento en la figura paterna, Miguel, quien ha buscado el rincón más aislado posible del país. En una álgida discusión con su hija, el padre juzga: “¡Por favor, Marcela! Solo conociste a Lee porque estabas desesperada… Nunca hubieras ido a verme si no te hubieran pateado…”.

Por su parte, Diego, “el amor más importante de su vida y que la había pateado”, representa la belleza occidental, “hegemónicamente hermoso, tan bonito de cara que se parecía a todas las personas famosas de piel blanca y pelo rubio, aunque ni siquiera fuera tan blanco ni rubio”.

Además de pasar por rubio, sus dientes son perfectos, lo opuesto al rescatado (coreano) Lee, cuyo esmalte destaca por lo amarillo, rasgo que Marcela dice repudiar.

Pateada literalmente por Diego y luego por boca paterna, Marcela está dispuesta a superar su asco para conseguir el intercambio sexual con Lee, a pesar de que la comunicación entre ellos es casi inexistente: entonces echa mano del “idioma del amor”.

El amor por el que sufre Marcela, Diego, destaca por su narcisismo: se delinea las cejas con un cepillo de dientes e incluso es comparado en su belleza a Sinéad O’ Connor. Marcela reflexiona: “Que un hombre saliera con una mujer menos atractiva que él no era algo común y tanto lo amaba como odiaba por eso”. Aquí ya están izándose varias banderas rojas, sin siquiera necesitar apelar a un discurso feminista.

Adicionalmente, sabemos que Diego es quien le enseñó a fumar y quien, sin realmente conocerlo, aprueba la conducta de Miguel, ya que lo considera un buen hombre (a pesar de los hechos que podrían demostrar lo contrario). Lo que se expone aquí es un sólido pacto, así como una solidaridad incondicional, entre “machos”.

Marcela también puede ser vista como un personaje en proceso de aprendizaje: un Bildungsroman, y es precisamente su apertura hacia un mundo ajeno lo que le permite confrontar cierta ingenuidad, expandir sus horizontes y liberarse de determinadas trabas y taras.

No es casual que la feroz expansión magallánica; esos mares que no sirven para ver puestas de sol, mucho menos para bañarse o asolearse en ellos (como la protagonista comprueba), sean las fuerzas naturales que descentran a Marcela y le permiten, a su escala, una reorganización de sus presupuestos emocionales, afectivos, sociales y sociológicos.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Isla Decepción», de Paulina Flores (Seix Barral de Planeta, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Crédito de la imagen destacada: Rocío Aguirre.