[Ensayo] «Mientras duermes»: A propósito de la felicidad y de sus espejismos

El filme del realizador catalán Jaume Balagueró —que data de 2011— se encuentra protagonizado por los actores Luis Tosar y Marta Etura, y en sus características estéticas corresponde a un intenso thriller psicológico que profundiza en su metraje en torno a la naturaleza de la maldad humana y de los sentimientos que esconde en su interior un hombre resentido con el género femenino.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 1.7.2023

«Hay quien busca la felicidad… otros la crean».
Anónimo

«No se puede ser plenamente feliz aisladamente, la felicidad es comunitaria».
Raimon Panikkar

A menudo la felicidad humana se produce como consecuencia de un hecho determinado que nos llena de esa sensación sumamente agradable. Por ese motivo parecería que depende fundamentalmente de lo que nos ocurre y para conseguirla debemos focalizarnos en objetivos placenteros.

Y si bien es innegable que para muchos es así, se constata que para algunos la felicidad es su forma natural de ser y estar en el mundo. Son personas que se muestran en felicidad y crean felicidad. Son joyas humanas que al igual que los niños pueden llegar a ver lo maravilloso en lo que la mayoría ve tedio.

Porque es sabido que la felicidad con mayúsculas es un estado de plenitud interior. Y tal como expresa el filósofo y teólogo catalán Raimon Panikkar en la cita del encabezado esta se vivencia como antitética al egoísmo; en efecto, la felicidad plena nos hermana y es compartir.

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers, incluido el final.

 

Los opuestos

El realizador leridano Jaume Balagueró especializado en películas de terror —entre las que destaca la saga REC iniciada en el 2007— nos ofrece un excelente thriller protagonizado por Clara (Marta Etura), una mujer feliz que irradia felicidad y quien es acosada por César (Luis Tosar en brillante interpretación) un psicópata que asegura sufrir incapacidad para serlo.

Mientras duermes (2011) arranca en el instante en que César en su desgana vital se dispone a lanzarse desde la azotea del edificio en el que trabajaba —lo acaban de despedir—. Su voz en off nos sitúa en su entender sin luz:

Feliz, ese es justo mi problema: que yo no puedo ser feliz. Nunca lo he sido, ni cuando me han pasado cosas buenas. No os podéis ni imaginar lo que es levantarse cada día sin ninguna motivación, los esfuerzos que tengo que hacer para encontrar una razón sólo una. Os aseguro que pongo todo mi empeño en ello todos los días de mi vida.

Esa escena volverá a verse más adelante en línea temporal y entenderemos entonces los porqués de todo. Comprobaremos que en realidad se trata de un intento de suicidio y asimismo nos daremos cuenta de que ese es un momento crucial que marca un punto de inflexión en la historia de los opuestos.

En orden cronológico, el que empieza en un simbólico lunes, se nos presenta primero cómo se fragua la «relación» entre el infeliz desalmado y su feliz víctima Clara que nada sabe de su maldad.

César haciendo honor a su nombre se ha erigido en el emperador —oscuro— del edificio camuflándose tras la máscara del atento y servicial conserje «que todo lo soluciona».

Hace todos los posibles para «ser feliz» lo que en su perturbado entender significa mortificar al otro, especialmente a la otra que abarca desde la empleada de la limpieza a la amable anciana soltera que confía en él para que le cuide sus perros.

Pero por encima de todo, sus esfuerzos se encaminan en borrar la sonrisa de la joven Clara quien cada mañana se muestra radiante y amable con todos.

Así, por las noches, César entra en la vivienda de la feliz —él simbólicamente posee todas las llaves de ese micro universo comunitario— y se esconde bajo su cama para una vez dormida anestesiarla completamente acostándose con ella.

En este sentido actúa como el inverso del príncipe de la bella Aurora del cuento clásico, es un hombre que en vez de despertar en beso a la mujer o a la feminidad propia opta por anestesiarla a diario como reflejo de la más que anestesiada feminidad que le define.

Y como la inconsciente Clara cada mañana se despide sonriente afirmando que todo le va bien a pesar de tantas acciones dañinas que él ejecuta mientras duerme, César —enfurecido porque ella no se deja vencer por la infelicidad que abandera— las incrementa hasta el punto que la joven tiene que marchar por unos días debido a la espectacular plaga de cucarachas que el «bueno» del portero ha provocado en su hogar.

 

Las conscientes

Sólo dos mujeres saben que para nada es «bueno» César. Una es la preadolescente que vive frente al piso de Clara quien chantajea al conserje oscuro sin ser plenamente consciente de la gravedad de sus acciones, lo será demasiado tarde y sin posibilidad de dar fe a los adultos por las amenazas de un César totalmente desbocado.

La otra es su madre hospitalizada —y sin capacidad de hablar pero sí de escuchar— quien llora el terrible relato del monstruoso hijo que cada día la atormenta con sus visitas. La madre es la única plenamente consciente de todo desde el minuto cero.

César le asegura sobre Clara que: «es admirable como aguanta, en eso se parece a ti». Una afirmación que puede entenderse como el más que posible origen del mal que el psicópata encarna, la guerra contra las féminas y su propia feminidad como reflejo del combativo rechazo a la madre.

De alguna manera en su trastorno anida el odio no expresado a la madre. La madre como arquetipo del amor incondicional que César nunca ha sentido —ni sentirá— en su radical egoísmo perverso.

En esa gelidez y en esa voluntad de herirla le dice a su anciana enferma: «te gustaría poder deshacerte de la mierda que has parido, pues no, todavía no, antes le borro a esa puta esa sonrisa de mierda de la cara como sea».

Unas duras palabras que reflejan la desesperación de un César obsesionado por vencer a Clara y que al creerse perdedor —por la aparición de Marcos, su pareja— decidirá subirse en plena noche —en su simbólica noche perenne— a la azotea con voluntad de lanzarse al vacío.

 

Las otras madres

Pero en ese instante la joven vuelve inesperadamente a casa y lo hace discutiendo con Marcos. Un volver súbito que lo cambiará todo.

Porque esa discusión —que es infelicidad para Clara— hace que César crea que no todo está perdido en su guerra a muerte con su opuesta. Así que el oscuro abandona su salto para saltar de nuevo sobre su luminosa presa con rabia renovada.

Ahora ya totalmente desbocado busca acabar con ella matándola pero por una serie de circunstancias acaba matando a Marcos para evitar que lo delate ante Clara y la sociedad ciega que no ve más allá de su falsa máscara. Y como ya se ha comentado amenaza a la niña que sabe demasiado, asegurándose con ello su impunidad.

Todo lo que él planeara y ejecutara durante semanas ahora se desencadena en el vértigo de unas pocas horas porque debe abandonar el edificio.

César se va algo más feliz no sin antes regocijarse al ver irse a su oponente destrozada por el asesinato de su pareja. Los dos dejan para siempre ese universo en el que coincidieron.

El psicópata está más feliz no tanto por la muerte de Marcos ni por el consecuente dolor infligido a Clara sino por la gran noticia que le provocó la disputa de la pareja de amantes.

En efecto, Clara está embarazada y de pocas semanas según los médicos lo que molesta a Marcos dado que llevaban tiempo sin poder estar juntos. Y a pesar de que ella niega haberse acostado con otro y defiende el criterio médico de que aún así puede suceder, Marcos no lo ve nada claro.

Quien si lo ve clarísimo es César y pacientemente espera los casi nueve meses que quedan para que nazca su inesperado hijo, para que Clara de a luz al hijo del oscuro.

En la última escena del filme vemos a la joven de nuevo feliz —ella es felicidad y como madre siente reforzada su natural modo de ser— junto a su bebé en una bella balconada frente a un simbólico luminoso horizonte marino en calma.

Y recibe una carta en la que el desalmado conserje le relata con detalle todo lo sucedido mientras ella dormía y le comunica la noticia —»feliz» para él y terrible para ella— de que el bebé es hijo suyo.

Se lo explica con la frialdad y el cinismo que exhibe con su pobre madre:

No sabes las veces que he imaginado tu cara mientras lees esto, lo que sentirías y te aseguro que sólo eso ha sido suficiente para seguir viviendo hasta hoy. Solo espero que siempre que mires a nuestro hijo te acuerdes de mí, de lo que te hice, de todas las noches que pasamos juntos.

Y le asegura que gracias a ella por fin sabe cómo ser feliz y que en consecuencia va a poner todo su empeño en seguir siéndolo. Lo afirma mientras lo vemos como conserje de otra comunidad y se nos informa que vuelve a ser un lunes, un lunes de un nuevo proceso de acoso a una víctima femenina que va a ser madre inconsciente de otro vástago del oscuro.

Ahora la venganza a la propia madre se extiende a las madres, su venganza se focaliza en destruir la gran felicidad del dar a luz que suelen sentir las mujeres que desean procrear.

Tras la impactante noticia, Clara ya no sonríe, sino que rompe a llorar desesperada mirando a su amado hijo cuyo padre asesinó al hombre que ella amaba.

¿Superará este durísimo golpe final la mujer que todo lo supera en felicidad innata? ¿Ganará el amor de madre que encarna al dolor de mujer que le acompañará siempre?

No podemos saberlo como tampoco podemos saber si César será descubierto y detenido algún día.

 

Espejismos

Lo que entiendo que queda claro es que la «felicidad» supuestamente lograda por el psicópata no es para nada verdadera felicidad, es un espejismo de felicidad, es un cruel espejismo de felicidad que se sustenta en la infelicidad de las otras.

Y si bien el espejismo que da «vida» a César es fácilmente comprendido como falsa felicidad, entiendo que sirve para reflexionar sobre qué es para cada uno de nosotros ese sentir vital en una sociedad a menudo vacua que nos vende numerosos espejismos de felicidad que nada tienen que ver con la de la sabiduría de corazón que emana de las palabras del gran Panikkar.

 

 

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Mientras duermes (2011).