[Ensayo] «No-verdad»: La consciencia unívoca del ser poético

En esta nueva oportunidad editorial que atestiguamos, la calidad artística de los versos debidos al autor madrileño Luis M. Iruela parecen seguir la estela estética de los grandes creadores líricos del siglo XX español: los caminos de Juan Ramón Jiménez y de José Ángel Valente, respectivamente.

Por Víctor Manuel Irún

Publicado el 29.4.2023

Imponente gavilla de poemas la que nos entrega Luis M. Iruela en su nuevo libro, No-verdad (Independently Poetry, 2023). En efecto, estamos ante una voz poética que brota como luz «no usada» ante nuestros ojos de lectores: una luz que sale de las mismas sombras que cobijan todo el bosque de nuestro ser (no es casualidad que el último poema del libro se llame «Platón»).

El mosaico está compuesto por teselas de lenguaje —juancruciano, develador e interrogativo— en una voluntad de discernimiento de la «aletheia», la «verdad» que «se esconde» y, a la vez, reluce, entre los claros del bosque heideggeriano al cual Luis nos convida a entrar.

Una «verdad» que «necesita la mentira» como el fruto necesita al barro para hacerse apetecible y pleno. La oportuna cita de Driu De La Rochelle que antecede al primer poema hace, en parte, la función del «abandonad toda esperanza» de Dante antes de cruzar «otra puerta… no tan distinta».

 

Luz y sombras

La honda raíz del grito del Ser que, como «la mentira» (aparecen) atadas a una esencia verosímil para existir como «frontera» (vid. el poema «Verosímil»). «Y pasaré los bosques y fronteras», repetimos con San Juan, porque hay, en «este viaje de invierno» emprendido por el poeta, una continua «tentación de limes», de «límite», por decirlo, ahora, evocando al gran Eugenio Trías.

Así, la «noche hoffmaniana» —excelente el poema «Hoffmann»—, surge «parafrenia» como definición de «lo real-maravilloso», y sus «döpelganger», sus mentiras que irrumpen «con apariencia verdadera», «la línea de la verdad que es el confín de la mentira… kafkiana» (vid. el poema «A Kafka»).

«Ser”, la consciencia del Ser es eco remoto de una consciencia «límite»: la ruptura inexcusable —»dentro del parque humano y sus normas», Sloterdijk dixit— de la «condición natural» que nos constituye como «animales humanos» y «la artificial», que nos «singulariza» como humanos, a secas.

Es en esa simbiosis liminar, ese cruce de caminos en el que el caminante de invierno se detiene «a contemplar su estado», abandonando toda esperanza que no sea la de «seguir siendo trascendente y eterno en la Palabra Poética», que seguirá presente en cualquier infinito aunque «la pudiera barrer el viento físico de lo Real».

«Fuera de la construcción del Logos —la Poiesis— no está «la Aretheia». Está el desnudo de lo dado, la imposibilidad de asirse a la consciencia que ilumina.

«Sombras sin posible consuelo» —como apunta en otro poema del libro— al modo de las de la caverna platónica. «Mentimos para apartar el vacío» (vid. «Trajes de alpaca»). «Hoy celebramos la muerte de toda verdad» (vid. «A cada instante»).

Es en esa «abisal mentira de la palabra poética» donde el poeta «le da a la caza alcance» a su «hambre de Ser». Como Canetti indicara, «el miedo inventa formas para distraerse», para distraerse de la tentación del vacío que impregna toda epifanía fracasada. El poeta prometeico se inventa un fuego en la poesía que llena de formas ese vacío; ya sabiendo —toda poesía verdadera es elegíaca— que «el cielo ni es cielo ni es azul».

Poesía como indagación y pregunta, nunca como unívoca respuesta. En esto, Luis M. Iruela parece seguir la estela de los grandes poetas del XX, los Juan Ramón Jiménez (especialmente «el último»), Rilke, Celan, Valente.

«Se afligiría al sol si la impostura no existiera» (vid. poema «Impostura») y el ser humano quedaría solo, eternamente, y «afligido», si no aspirara a subir al árbol sobre rosas de niebla.

 

Circular

Cual nuevo Gilgamesh (vid. El cosmos tras la lluvia) ese viaje al fin de la noche emprendido desde las tinieblas y los claros del bosque del Ser, se hace sin temor pues: «la muerte no puede ser el adorno de un capricho» (vid. «El faro»). O, dicho con otras palabras: «Y la Muerte no (tendría) señorío…».

Volvamos al principio, al título: No-verdad. En algún momento, Luis M. Iruela juega con el neologismo, ya tan usado, de «posverdad». Pero la «No-verdad» de la cual habla el poeta no debe confundirse con esa «posverdad». En posverdad sólo hay apariencia de libertad recobrada, no de libertad ganada. En posverdad hay una construcción en la que el límite no crea sino separa. Contiene. Niega.

«No-verdad» —como la «fórmula famélica de masa» de otro colosal poeta— no se aleja, ni un instante, de lo trascendentalmente humano. Pues sólo en el avanzar a tientas —»a solas y en celada»— por el bosque del Ser podremos «sosegar de nuevo nuestra Casa».

 

*Si desea adquirir una copia en papel del libro No-verdad, de Luis M. Iruela, le invitamos a revisar el siguiente link.

 

 

 

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Víctor Manuel Irún es un profesor español de lengua castellana y literatura y geografía e historia, con estudios de filosofía, historia del cine y de dirección escénica en la RESAD de Madrid. Ha publicado trabajos sobre escritores del exilio español, como Max Aub, Paulino Masip o Agustín Gómez Arcos. Amante de la poesía y poeta, por el momento inédito.

 

«No-verdad», de Luis M. Iruela (Independently Poetry, 2023)

 

 

 

Víctor Manuel Irún

 

 

Imagen destacada: Independently Poetry.