[Ensayo] «Portraits of Lovelustreman»: La pasión devastada de un cantautor exquisito

Con este trabajo audiovisual, el creador británico Clementine se confirma como un artista en plenitud, tanto en lo musical como también en lo escenográfico, y ahora da un paso más en este filme al cual promete van a seguir dos más.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 25.2.2023

Siempre eligiendo dar lo mejor de ti, aunque sufras
Siempre prosperando en espacios en los que se supone que no debemos estar
Como reverberación de aire que trama en una habitación a través del dolor.
Benjamin Clementine en Gypsy, BC

Benjamin Clementine (Crystal Palace, Londres, 1988) es uno de los más grandes cantautores europeos de este siglo, un artista inclasificable que innova lo clásico y que conmueve profundamente gracias a su enorme fuerza expresiva musical y a su exquisita poética introspectiva.

Una poética que es búsqueda trascendente a través de la exploración de la vulnerabilidad humana en sí mismo y que según nos confiesa es heredera de autores y de pensadores existenciales de gran talla como William Blake, Sylvia Plath, Carol Ann Duffy, James Baldwin, John Locke y C. S. Lewis.

Las suyas son pues palabras llenas de significados que se proyectan en su bella y penetrante voz de tenor y que se subliman en resonancia armónica con su inmensa música de tintes atemporales.

Además este creador de alma inquieta es todo un excepcional multi instrumentista que aprendió por sí mismo a tocar el piano —su instrumento estrella junto a su voz— en su difícil adolescencia interpretando a compositores franceses como Erik Satie y Claude Debussy.

Un autodidacta a caballo de dos tierras de gran fertilidad artística, porque si bien nació en Londres siempre se sintió afín al espíritu poético francés lo que le llevó a emigrar a París a los 16 años.

Marchó de casa por la falta de apoyo paterno, fueron demasiados años de precariedad económica en los que Clementine sufrió trastornos psicológicos siendo un vagabundo más en las sombras de la «ciudad de la luz». Un sin hogar que sobrevivía a duras penas gracias a algunas actuaciones en bares y hoteles.

Pero afortunadamente —para él y para todos los que apreciamos el arte musical— fue descubierto en 2012 por un agente que lo introdujo en el mercado musical pudiendo así editar sus excepcionales composiciones e interpretarlas en auditorios acordes a su grandeza.

Doy testimonio que verlo actuar en directo es toda una gratificante vivencia, impresiona su arte y asimismo su estilizado porte de apariencia andrógina y siempre con los pies descalzos, un look que conforma otra de sus señas de identidad; en suma una identidad sintiente que es pasión devastada de corazón entregado, de piel desnuda y de raíces muy profundas.

Hasta la fecha Clementine ha publicado tres LP —además de varios EP y singles— que han sido muy bien recibidos por la crítica y el público. El primero de ellos At Least for Now (2015) alcanzó el iTunes Top 10 en Italia, Países Bajos, Suiza, Bélgica, Luxemburgo, Polonia y Grecia; y en su Inglaterra natal fue galardonado con el prestigioso Mercury Music Prize.

Y su último trabajo An I Have Been (2022) ha sido escenificado en el excelente cortometraje que acaba de estrenarse y que está disponible en este enlace.

 

El amor, algo extraño

En una entrevista concedida al semanario musical británico New Musical Express (NME) a propósito del lanzamiento del álbum An I Have Been Clementine explica que esta creación versa sobre el amor humano: «algo extraño» (así lo define él), para un hombre que ha vivenciado el rechazo de su familia y ha vivido durante años en los duros márgenes de la sociedad.

Se da el caso de que surge la necesidad de tratar del amor en plena pandemia y en un tiempo personal muy emotivo en el que convergen experiencias conmovedoras. Porque el poeta confiesa sentirse muy bien con su mujer con la que puede por fin vivenciar lo que es y significa amar. Juntos han construido un verdadero hogar y han sido padres de un niño.

El ser padre le ha hecho revivir muchos traumas del pasado. Además, al poco de serlo muere su duro progenitor, lo cual le ha removido aún más interiormente. Esa coincidencia en ese momento de inflexión, justo ahora que él vivencia lo que significa crear y cuidar una vida.

Clementine explica que este álbum es el primero de una trilogía en torno al amor. De momento en las letras de An I Have Been se aprecia la transformación profunda que está experimentando; en efecto, se plantea desde su propia relación con la gente —y especialmente la gente de piel oscura como él— hasta lo más íntimo con su pareja.

Son letras que si bien mantienen el rico carácter poético de su autor, se nos ofrecen más asequibles quizás como reflejo de su nueva realidad más «mundana».

Como muestra la cita del encabezado del tema Gypsy, BC y la que sigue del tema Lovelustreman en la que él expresa su inseguridad y su búsqueda hacia la encarnación plena del hombre amoroso que malvive ahogado en su interior:

Cariño, no puedo llevarte
No puedo llevarte a la luna
No tengo ni idea
Creo que eres mi número uno.

Tú lo sabes mejor
Pase lo que pase, tienes un amigo en lovelustreman
(Es mejor que lo sepas) no te preocupes, te tengo.

De la música constatar nuevamente la fuerza expresiva y la elegancia musical de sus temas. Nos deleita con una exquisita combinación de elementos orquestales y electrónicos que conforman el evocador sustrato en el que fluyen la potencia de la voz y el piano de este creador excepcional.

 

La desnudez entre preguntas

En base a este material musical que conforma An I Have Been, Clementine —con la colaboración del realizador Curtis Essel— nos ofrece una bella escenificación que recrea su sentir.

Así lo explican ellos dos en su presentación: «Portraits of Lovelustreman explora la supervivencia, el matrimonio, el coraje, el silencio, las reflexiones, la amistad, el autocontrol y el amor».

Una exploración humana que es autoreflexión del artista a quien vemos en dos escenarios antagónicos de potente carga espiritual, anímica e histórica.

Por un lado Clementine solo en un bello ábside, en ese lugar luminoso y acogedor y en silencio se pregunta a sí mismo, se cuestiona sobre su papel en este mundo. Preguntas lanzadas en un silencio interior acompañado en ocasiones por las notas de su piano y alter ego.

Se cuestiona porqué habla así, a dónde se dirige, por quién habla, y sobre la o las máscaras que emplea preguntándose cuál es su cara o su nariz (la nariz que puede ser entendida como evocación o símbolo del sentir más profundo al que busca conectarse).

Esos breves momentos en solitario rodeado de belleza abren paso a las escenas en las que se dan vida a algunos de los temas que componen el álbum. Se escenifican en un interior también de culto pero que es antagónico: una pequeña iglesia abandonada de suelo muy desgastado.

Allí el poeta canta y se mueve en compañía de un nutrido grupo de bailarines coristas. Con ellos interacciona expresando sus contradicciones especialmente en referencia al amor.

Pero también —tal y como se apuntó antes— sobre su sentir respecto a la gente de piel oscura como él. En esas danzas, resonancias y contactos se entiende su voluntad de reafirmar su identidad grupal, de asentar sus raíces en la fértil tierra oscura que acaricia en su andar descalzo.

Y paralelamente se resalta su diferencia con un contundente contraste entre él y sus acompañantes. Mientras Clementine viste en su habitual look de abrigo largo y pantalón con dominante color tierra, los demás van cubiertos con vestiduras litúrgicas de tonalidad negra azulada marina.

De esas coreografías tintadas destaca la que nos muestra a los bailarines a vista de pájaro tirados en el suelo gastado y como poco a poco algunos despiertan en una danza que asemeja buscar alcanzar el cielo —de fondo el penetrante sonido del piano— en un casi monocromo negro azulado de las túnicas, y en ese dominante el contraste del marrón del suelo gastado y las pieles que los unen y une al poeta con ellos.

Esos colores también como simbología del planeta de agua y tierra que habitamos, él como tierra que ha sobrevivido en su solitaria y precaria isla en medio de océanos y de cielos oscuros sin amor. Él proyectado en ese escenario simbólico planetario.

Así, Clementine exterioriza su sentir devastado cantando y gesticulando su tormento interior. Y simbólicamente cobran especial protagonismo el omnipresente suelo extremadamente desgastado y la cruz ladeada en un rincón, la pesada cruz ladeada que portara Cristo a su espalda.

Y en esa carga histórica soportada por el poeta, la música ha actuado como bálsamo, su voz y su piano han sido su salvavidas, han evitado que sucumbiera a las aguas y los cielos negros de la inhumanidad.

En este sentido es contundente la coreografía en la que lo vemos de pie como superviviente tocando su amadísimo piano mientras una bailarina danza a su alrededor y busca apartarlo de él. La pugna entre la mujer o el amor «extraño» que nunca antes experimentó y el piano o el amor por la música, su inexpugnable refugio histórico ante la devastación vivenciada. Genial desnudo anímico que vale por sí solo la visión de este excelente cortometraje.

Con este trabajo audiovisual, Clementine se confirma como artista en lo musical y también en lo escenográfico. Él mismo ya apunta en su entrevista al semanario NME que quiere seguir explorando el arte cinematográfico, debutó interpretando a Herald of the Change en el Dune de Denis Villeneuve y ahora da un paso más en este filme al que promete van a seguir dos más.

Personalmente Clementine —y salvando todas las distancias y diferencias— me recuerda al mítico Bowie quien también mostró grandeza tanto en las artes musicales como en las caracterizaciones personales y cinematográficas. En todo caso pueden formarse su opinión viendo este cortometraje en el enlace ya adjunto en los párrafos anteriores.

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Benjamin Clementine

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Portraits Of Lovelustreman (2023).