[Ensayo] «Quebrada»: De la necesidad, el valor y la autenticidad

El nuevo crédito de ficción literaria debido a la narradora rosarina Mariana Travacio es un retrato auténtico y profundo de vidas muy duras que necesitan buscar salidas a su realidad y que por ello se arriesgan a dejar lo conocido en la búsqueda de una existencia mejor aunque en ello puedan encontrar la inevitable muerte.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 5.10.2022

«Cuando uno se echa a andar se abren los caminos».
Mariana Travacio

La segunda novela —recientemente editada por Tusquets— de la polifacética cuentista argentina Mariana Travacio (Rosario, 1967) es un bello y a la vez duro retrato de la odisea de Lina Ramos, una mujer que se atreve a dejar atrás toda la aspereza de su mundo en busca de horizontes que se esperan más amplios. Un incierto viaje que emprende en solitario y casi a ciegas.

Con un estilo poético salpicado con algunas notas de humor, Travacio pone en la voz amable y franca de su protagonista palabras de la gente auténtica, de la gente que no necesita disfrazarse de mentira para transitar por el mundo.

Lina nació y siempre ha vivido en la Quebrada una zona árida de alta montaña, un territorio muy abrupto en el que todo son piedras y pendientes pronunciadas, un universo cerrado cuyos escasos caminos son: «caminos empinados que no dejan ver», así lo expresa la mujer y a ello se enfrenta en una mezcla de necesidad y de valentía.

 

Agradecimiento

Desciende a la búsqueda de un arroyo que ha de conducirle a un río que desemboca en el anhelado ancho mar. Desciende en soledad y con gran esfuerzo entre la simbólica dureza del paisaje, desciende cada vez más extenuada pero con la convicción de quien se entrega a la vida.

Así, encuentra ayuda en unas mujeres que la auxilian, y Lina exterioriza con desbordante autenticidad —la misma que impregna toda la novela— su sentir:

Y a mí el pudor me iba creciendo de tanta molestia que les causaba. Así les dije: que no quería andar molestando, que no se preocuparan, que yo iba a estar bien. Pero tanto insistieron, que acepté quedarme. La mujer de la casa me empezó a hablar con esa voz que tenía, suave, como de canción de cuna. Se llamaba Balbina. Daba gusto escucharla y me agradó que no hiciera preguntas.

Ya antes se mostró también agradecida al atisbar el esperanzador arroyo. Lina expresa entonces su júbilo y evoca al esposo que no quiso acompañarla:

Me dio tanta alegría que mire para arriba y le agradecí a diosito y hasta me dieron ganas de contarle a Cruz que en esta parte del mundo sí estaba Dios: te hubieras venido Relicario, que acá si está.

Un sentir agradecido que comparte con su esposo Relicario Cruz —en el nombre la simbología de la carga que le define— quien si bien inicialmente no quiso acompañarla saldrá tras ella cuando pasados los días compruebe que Lina no regresa.

Y nos hablará él como ella, en la voz de la verdad de su ser y de su sentir.

 

Respeto

Pero así como Lina salió a pie con poco más que lo puesto, él marcha con un burro en el que carga los restos de sus difuntos padres. Los muertos eran los que más le retenían en ese universo inhóspito, así que fiel a su entender religioso decide llevárselos con él.

Y es la voz de Relicario la que nos arranca más sonrisas por su peculiar forma de dialogar con sus difuntos y así mismo con el «sabio» burro que le acompaña. Sabio porque el animal parece tener un sexto sentido para orientarse en la incertidumbre del desolado paisaje que atraviesan.

Así, y en esos diálogos con sus muertos, se aprecia el respeto hacia los ancestros que le define y que sobrevuela en la novela como iremos comprobando conforme avancen los singulares acontecimientos que tanto él como Lina vivenciarán.

Un respeto que también se da con y entre los vivos que aparecen en sus vidas, porque a pesar de —o precisamente gracias a— que son casi todos gente humilde y de pocos recursos, se ofrecen —tal y como la providencial Balbina— y ofrecen de corazón.

El agradecimiento y el respeto como valores; Travacio los ensalza quizás con voluntad pedagógica y como contraste a la locura y sin razón del mundo cada vez más competitivo en el cual vivimos, un mundo gobernado por el poder ciego de quienes anteponen el dinero a la humanidad.

De esta forma, en Quebrada se nos retrata una familia así y los graves problemas que ellos sufren a pesar de —o debido a— su holgada condición económica, son esclavos a ese poder que sin ser conscientes les enferma.

 

Cautivadora belleza

Se ha comentado que hay en la novela una cautivadora belleza, una belleza lírica que suaviza los afilados cantos de las piedras —las simbólicas piedras de Quebrada— que cargan e hieren a la mayoría de sus personajes.

Unas muestras de este sublime saber narrar de la escritora rosarina:

Era siempre así, antes de la tormenta. El aire se acurrucaba contra la tierra, en silencio, como si esa penitencia pudiera evitarle los azotes que vendrían.

Se quedó mirándola, y después atinó a abrazarla, como para detenerle el espanto, mientras le preguntaba, mujer, qué ha pasado. Pero no había quien le ordenara los movimientos.

Y ahí estábamos, todavía, aquella tarde, entre los corrales, mientras él se desahogaba de sus recuerdos, cuando se apareció esa mujer de arrugas tranquilas, con esos ojos claros como el agua… y nosotros nos silenciamos, de repente, porque el mundo parecía detenerse allí, en la llegada de esa mujer.

Esa mujer…

 

Necesidad

Y mujer es quien escribe y palpita en la novela. Mujer formada en psicología, mujer conocedora del alma humana y quien ensalza el valor de sus congéneres en el respeto absoluto por el otro sexo.

En una entrevista concedida al medio argentino Puntal, Travacio nos habla de su novela apuntando que el viaje de Lina —y de su esposo Relicario— viene a ser una alegoría de la necesidad humana de inventarnos un camino para huir del destino que nos lleva inevitablemente a la muerte. Y añade:

Creo que el camino que emprende Lina es un camino inevitable. Se me ocurre que tomó el camino que podía tomar. Me pasa lo mismo con los demás personajes de la novela: siento que cada uno fue haciendo lo que tenía que hacer. Borges decía que cuando se tiene una voz, se tiene un destino. Y eso mismo sentí: que cada personaje iba tomando las decisiones que podía en función de su historia, de sus mandatos, de sus raíces.

La historia personal, los mandatos internos y las raíces o conciencia grupal, tres factores entrelazados que conforman el alma que emana de la novela: un retrato auténtico y profundo de vidas muy duras que necesitan buscar salidas a su realidad y que por ello se arriesgan a dejar lo conocido en la búsqueda de una existencia mejor aunque en ello puedan encontrar la muerte, «la inevitable muerte», en palabras de su autora.

 

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Quebrada», de Mariana Travacio (Editorial Tusquets, 2022)

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Mariana Travacio.