Este largometraje de ficción fue la primera incursión del realizador inglés Alfred Hitchcock en Hollywood y qué debut, en un donde filme obtuvo su única estatuilla a Mejor Película, y cuyas imágenes son apabullantes, junto a su música, y a los movimientos de su cámara.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 30.10.2025
Los personajes, una chica sin nombre (Joan Fontaine) y Maxim De Winter (Laurence Olivier), no encuentran mucha correspondencia en la época actual.
No es que sean incomprensibles, pero es difícil tragarlos según las convenciones contemporáneas. Hombres abusivos y mujeres tan sumisas no son el objeto de afecto de las redes sociales de estos tiempos.
Pero otros elementos como el fetichismo necrófilo, la vida a través del otro, la suplantación de identidad, son elementos modernos y adelantados a la época de los 40 en que se filmó Rebeca.
De Winter ha perdido a su esposa en un accidente de barco, Rebecca Hillridge era una mujer hermosa, inteligente y sofisticada.
Intriga tras intriga, la película va desvelando la verdad, no sólo se trata de la alta sociedad que residía en la mansión inglesa de Manderley, sino que todos los personajes salvo la futura novia sin nombre, viven de apariencias y esas vidas tienen que ver con el pasado, de hecho, todos los relojes tienen sus números al revés, un pasado que es un recuerdo de una supuesta vida fabulosa y que el filme se encargará de desmitificar.
Si bien Maxim y la nueva señora De Winter (nunca sabemos su nombre) son muy cambiantes, Maxim cuando recuerda a su exmujer reacciona iracundo, incluso violento (hoy sería violencia intrafamiliar), en cambio, la nueva esposa es extremadamente apocada, incluso pretende cambiar de vestido y peinado, quizás en un afán por parecerse a Rebeca a los ojos de De Winter.
Con todo, la nueva novia, luego de confrontar a la señora Danvers (la ama de llaves que idolatraba a Rebeca) marca un brusco giro de personalidad y pretende convertirse en la nueva señora de la mansión.
La señora Danvers es un personaje oscuro y fascinante, silencioso y malintencionado, le revela a la chica la elegancia de su predecesora, su alcurnia, en cambio ella no está a la altura y no merece llevar la ropa de Rebeca, el fetichismo de los abrigos y la ropa interior.
Después, le muestra la habitación del ala oeste, el cuarto de Rebeca, iluminado y el único con vista al mar.
Alfred Hitchcock hizo un espléndido contrapunto entre estos personajes, la chica siempre de blanco y Danvers de negro, el bien y el mal personificados.
Danvers presiona a la nueva novia, la intimida, pero el maestro del suspenso establece otra clase de intimidación mucho más poderosa: Manderley.
La mansión como un personaje más
La novia vaga empequeñecida por los corredores de la mansión alta y oscura, un contraste como sobrepuesto, muy del cine de terror moderno, en otros momentos Manderley irradia una luminosidad que también opaca a la chica, no sólo es la señora Danvers, cada uno de los espacios de la mansión la oprimen, la ausencia de la fallecida Rebeca respira por cada una de las paredes, una ausencia presente en el espacio, en el tiempo, recordemos que los relojes registran hacia atrás.
El uso de la arquitectura para representar espacios opresivos será repetido por el propio Hitchcock en Psicosis (1960), la casa de la madre, pero quizás debamos recordar el Hotel Overlock en El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, esos espacios que la cámara capta simétricos, higiénicos y que observan desde sus paredes.
Alfred Hitchcook utilizó la mansión como un personaje más, amenazando con sus luces y sombras, sus planos envolventes, picados y contrapicados, las imágenes de la filmadora, los novios viendo reflejados sus momentos de luna de miel en medio de la oscuridad de Manderley.
Los momentos entre Danvers y la nueva esposa son muy emotivos, exagerados, rostros que reflejan rictus del expresionismo alemán.
Danvers la desestabiliza hasta sugerir que desaparezca de sus vidas, ella no es nada comparado con Rebeca, la impulsa a saltar desde la altura del ventanal.
Pero descubren otro naufragio, el pasado vuelve al presente, hallarán el cuerpo de Rebeca, el primo Jack Favell, otro que aparenta una mejor vida, será un chantajista luego de un futuro interrogatorio.
La música vívida ante la presencia de la policía. Antes, Maxim De Winter le ha confesado que la muerte de Rebeca no fue en el mar, sino en la cabaña de la playa donde ella recibía a sus amantes.
Rebeca era un demonio, una mujer perversa y cruel capaz de lo peor, pero envuelta en ropas de seda, capaz de mostrar opulencia y felicidad ante la sociedad, de ser un referente a los ojos del mundo.
Maxim la descubrió desde el comienzo, pero aceptó su juego de apariencias. Quería tener el hijo de otro y enrostrárselo. Maxim la empuja y ella se burla, él no la asesinó a pesar de odiarla. Odiaba su impostura y su falta de empatía, la ternura no era parte de su repertorio.
Murió esa misma noche, pero fue un accidente. Rebeca se golpeó la cabeza contra un aparejo. Y Maxim depositó su cuerpo en el barco y lo hundió adrede.
La música otra vez estridente cada vez que Maxim confiesa la verdad, primero que no amó nunca a Rebeca y después inventó la historia de otro cuerpo para enterrarlo en la cripta y hacerlo pasar por su esposa.
Rebeca fue la primera incursión de Hitchcock en Hollywood y qué debut. Obtuvo su única estatuilla por Mejor Película, aunque nunca se le reconoció como director en los Oscar, sólo en 1967 obtuvo un premio en memoria de Irving Thalberg.
Las imágenes de Rebeca son apabullantes, la música, los movimientos de cámara, pero al año siguiente Orson Welles lo eclipsó con su Ciudadano Kane (1941), todo un prodigio técnico, la historia apasionante del magnate de la prensa sensacionalista, retratado en un guion brillante de Herman Mankiewicz.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013), los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014), las historias ficticias de Pensamiento replicante (Editorial Vicio Impune, 2025), y el texto de rasgos poéticos Amor delirante (Liz Ediciones, 2025)
Otros libros suyos son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023), Vivir atormentado de sentido (Editorial Vicio Impune, 2024), y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

Tráiler:

Aníbal Ricci Anduaga
Imagen destacada: Rebecca (1940).
