[Ensayo] «Swimming the witch»: El poemario que busca un modelo de bruja

El próximo viernes 9 de julio, el autor chileno lanzará su primer libro de versos en inglés (Cuarto Propio, 2021) y el cual toma como protagonistas a la madre e hija de su elogiada novela «Dame pan y llámame perro», dos mujeres que revelan sus rituales, en una atmósfera donde hasta la banalidad adopta tintes simbólicos, ominosos, inspiradores y afectivos.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 5.7.2021

La persecución de las brujas tiene una sombra que la acompaña recurrentemente: la convulsión en los cimientos religiosos de las sociedades en las que se hallan, como ocurrió con la Reforma y la contrarreforma.

En la Reforma, que ocurre en Inglaterra a principios del siglo XVI, se pretendía liberar a la sociedad de prácticas supersticiosas, reemplazándolas por la contundente idea de la salvación a través de la fe.

Sin embargo, la guerra de los treinta años, realmente una guerra religiosa entre protestantes y católicos del imperio romano, que comienza en 1618, complicó las relaciones de un sinnúmero de países europeos, y terminó transformándose en un conflicto híper destructivo entre poderes rivales.

Este caos perturbó a las elites dominantes mucho más que a los estratos sociales bajos, abriendo la ventana para la búsqueda de un chivo expiatorio. Cualquier amenaza que se percibiera como peligro al orden social le permitía a monarcas, nobles o miembros del aparato judicial, intensificar su persecución de las brujas como un medio para reestablecer su autoridad.

La producción literaria de la época nos revela este fenómeno, incluso si retrocedemos hasta la Edad Media.

 

Hitos fundacionales en la literatura inglesa

Los cuentos de Canterbury es un conjunto de historias inacabadas escritas por Geoffrey Chaucer, considerado el padre de la literatura anglosajona, y uno de los hitos más importantes del medioevo; sin duda, el más relevante en términos de publicación literaria, por su abanico de personajes que retratan distintas clases sociales e idiolectos, en su peregrinación hacia la simbólica y políticamente cargada catedral de Canterbury.

Las historias tienen un aspecto lúdico, porque quien gane la competencia, que consiste en contar la historia más convincente y entretenida, será premiado con una cena.

La revolución de Los cuentos de Canterbury se vuelve nítida gracias a la audacia de Chaucer, quien se enviste de distintas voces sociales para generar “tipos” humanos. Es el caso de “La esposa de Bath”, calificado como uno de los primeros bosquejos feministas de las letras.

Se sugiere que esta esposa, sexualizada y manipuladora, ha tenido varios maridos y estos han muerto sospechosamente. También se nos dice que tiene un hueco entre sus paletas frontales: signo de seducción y erotismo en la Edad Media.

Pero es en “El cuento del fraile” donde se fija el ojo para la elección de la víctima: una mujer viuda es la que encarna el estereotipo de mujer asociada a la brujería. Esta mujer viuda se rehúsa a pagar (literalmente, como era costumbre) por sus pecados, asegurando que no ha cometido ningún pecado.

Durante la Edad Media (los cuentos de Chaucer aparecen por ahí por el 1400, con posteriores inscripciones) dos tercios de los acusados por brujería eran mujeres; la mayoría eran mujeres que no se habían casado y, críticamente, mujeres viudas.

De este modo, Chaucer acuña narraciones institucionales para la literatura anglo, y, por su carácter inédito (más allá de sus inspiraciones y flirteos con Bocaccio), propone y perpetúa algunas bases para la conformación de una figura que sufrirá transiciones y renovadas torturas, en una época caracterizada por la superstición y el oscurantismo.

Si aceleramos en el tiempo nos encontramos con la trascendental transición entre la Reina Isabel I y James I, donde surge el trabajo de dos voces únicas: Christopher Marlowe y William Shakespeare.

 

«Doctor Faustus»

El mítico Christopher Marlowe (1564-1593) escribió en un contexto donde las demandas del futuro rey comenzaban a ser palpables. Su determinante Doctor Faustus (La trágica historia de la vida y la muerte de Doctor Faustus), aunque escrita antes, solo fue publicada el año 1604, el mismo año en el que James I comienza su cruzada contra las brujas.

En la obra, donde la brujería impera, el personaje central hace un pacto con Lucifer, a cambio de poder y conocimiento ilimitados, y después de este período, Fausto tendrá que darle su alma a Lucifer, a su maestro. La obra termina con un demonio apareciendo para reclamar el alma del doctor y llevársela al infierno.

En recuentos de la época se relata que los espectadores quedaban tan choqueados por estas escenas, que algunos se volvieron locos; incluso se reportó haber visto extraños demonios en el escenario, para gran sorpresa de actores y espectadores.

Así, más allá de advertir a la gente sobre los peligros de meterse en actos de necromancia, lo que la obra potenció fue el odio y el miedo hacia las brujas.

 

“Macbeth”

Pero sin duda la pieza literaria más famosa, recibida amplia y positivamente, inspirada en la brujería, es Macbeth (1606). La Reina Isabel ya está fuera de escena y el rey del momento es James I, abierto mecenas de artistas y de la compañía de Shakespeare, “The King’s men”.

De hecho, el nombre de la compañía cambia cuando James accede al trono, dejando atrás el nombre con el que operaban durante el reinado de la reina Isabel I (“Lord Chamberlain’s Men”).

La obra es deliberadamente breve (la más corta de las obras de Shakespeare), ya que James I era conocido por su impaciencia y no aguantaba obras de teatro largas. También es significativo que la ocasión de su presentación inaugural sea una visita del hermano de la Reina Ana (Queen Anne), que era el rey de Dinamarca, en 1606, si consideramos que fue el viaje de James hacia la tierra de su esposa, donde casi muere, el que gatilló su obsesión por la brujería.

En Dinamarca la caza de brujas ya estaba establecida; ya se había aceptado ampliamente la idea de los pactos con el demonio. Shakespeare hilvana varias referencias de este viaje en Macbeth, como cuando la primera bruja dice: “Aunque su barca no puede perderse, sin embargo, será sacudida por tormentas”, aludiendo a la aterradora experiencia de James.

“Como hermanas las tres hechiceras, de la tierra y del mar mensajeras”. Eso dicen las tres brujas de Macbeth, al unísono. Es un momento de comunión que las hace unirse en su plegaria, para luego separar sus enigmáticos mensajes en la obra que las designa como bruja 1, bruja 2, bruja 3. Ellas no tienen nombres propios, lo cual añade a la construcción de un “tipo”, sin la carga nominal que particulariza a cada personaje.

El aura de las brujas es indispensablemente ambiguo y sus mensajes oximorónicos descomponen todas las percepciones de Macbeth. En una escena, la tercera bruja afirma: “El mal es un bien y el bien es un mal”. Otro enunciado: “Aunque menos dichoso, más dichoso”. Es tal su estupefacción, un anonadado Macbeth exclama: “Ambiguas mensajeras, ¡deténganse!”.

Esta confusión moral, con tintes de tentación, se degrada hasta lo más grotesco. La bruja 2, al principio de la escena III, confiesa otro rasgo. Cuando la bruja primera le pregunta qué ha hecho, esta responde: “Matar cerdos”.

¿Pero cómo es percibida la bruja en su entorno? En la escena donde se aparecen frente a Banquo y Macbeth (y luego se evaporan), las brujas son descritas por Banquo como seres a los que no puede llamar mujeres, debido a sus barbas. Ellas parecen “ajadas”, son “salvajes”, “no parecen habitantes de esta tierra”.

La misoginia de James I era evidente y ya había sido plasmada, directa y exhaustivamente, en su infame tratado: Demonología (1597).

James argumentaba que, dado que el sexo femenino es más débil que el masculino, es más fácil para las mujeres caer en las tentaciones del diablo. Su referente era el del engaño de la serpiente, donde Eva es seducida (mucho más rápidamente que Adán) por la emboscada del pecado en forma de ofidio. Desde entonces ha sido así, dice James.

Su Demonología prendió como pasto seco y, por ser rey, este tratado gozó de increíble difusión, siendo traducido al latín, holandés, francés.

Este era el rey ante el cual se presentaría Macbeth.

 

La Biblia del rey Jacobo

Se dice que todos los líderes del mundo judicial inglés habrían estado presentes en esta importante ocasión, y este era exactamente el tipo de teatro que podía inspirarlos de un fervor hacia la caza de brujas.

El drama, centrado en el núcleo Macbeth y su esposa, Lady Macbeth, complotando para matar al rey Duncan y obtener el poder de Escocia, se desencadena después de que tres brujas profeticen la sucesión de Macbeth.

Entonces, la pregunta es si acaso las brujas (que son deliberadamente enigmáticas) provocaron este enroque de la sucesión natural, o sacaron a flote la naturaleza maligna de Macbeth. La respuesta no es manifiesta, es la audiencia la que debe interpretar.

Más allá de la claridad de la resolución, la obra confirmó e introdujo nuevos elementos para la percepción estereotipada de la bruja, con sus hechizos y ritos. Hasta hoy, Macbeth es ese tipo de obras que carga con un aura de amenaza, superstición. Es allí donde se acuñan frases para la historia, como “Double, double, toil and trouble;/Fire burn, and cauldron bubble”.

Macbeth inspiró miedo entre los espectadores; la brujería no era simplemente una confederación satánica, sino que una conspiración en contra del Estado. Esta idea de la conspiración contra el Estado fue rápidamente aceptada en Inglaterra en ese momento, porque la obra fue representada unos pocos meses después de una de las conspiraciones más notorias de la historia: “La conspiración de la pólvora” pretendía hacer estallar el Parlamento y derrocar a este rey.

El conflicto, nuevamente, era religioso: Guy Fawkes y sus compañeros en el complot eran católicos, y James era un vaivén de oportunismos: bautizado como católico romano, criado como presbiteriano, inclinado hacia el anglicanismo durante su reinado, se negaba a darles beneficios a los católicos.

James I (reinando entre 1603–1625) sucede a la reina Isabel primera (quien administra durante el período 1558–1603), y quien actuaba de manera mucho más relajada en esta agua. Era “tolerante”.

Así, resulta fascinante ver el modo en que el genio de Shakespeare operó durante dos reinados tan disímiles, adaptando su pluma para ajustarse a la agenda política del momento.

Pero lo más impresionante es que este mismo rey, James I, fue el que autorizó una nueva traducción de la Biblia, que sigue siendo la más citada, reeditada, extremadamente popular. Su enfoque le permitió expandir los textos de modo proselitista y solidificar su poder.

James I emerge como un editor único que tuvo en sus manos un poder que usó de la forma más nefasta, en una época que ya estaba avanzando bastante en técnicas de impresión de textos.

La Biblia, que está dedicada a sí mismo, aparece en 1611.

Su publicación Demonología, rápidamente popularizada con su contundente estigma misógino, había aparecido unos pocos años antes, en 1597.

 

Bibliografía:

—Referencias históricas editadas y traducidas libremente de Witches. A tale of sorcery, scandal and seduction. Tracy Borman, Jonathan Cape, 2013.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Afiche de lanzamiento del poemario «Swimming the witch»

 

 

«Swimming the witch», de Nicolás Poblete Pardo (Editorial Cuarto Propio, 2021)

 

 

Imagen destacada: Nicolás Poblete Pardo.