[Entrevista] Guido Arroyo: «Descreo de la figura del escritor de carrera»

El funcionario cultural encargado de redactar el discutido relato curatorial chileno (entiéndase «oficial»), para la próxima Feria del Libro de Buenos Aires —donde Santiago será la ciudad invitada de honor—, dialogó con el Diario «Cine y Literatura» acerca de sus proyectos editoriales, creativos y profesionales, en esta agitada hora presente suya.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 21.3.2023

«Nos interesa que tanto las estéticas como las posturas disidentes dialoguen», explica Guido Arroyo González (Valdivia 1986) sobre su proyecto como editor de Alquimia, una casa que se ha transformado en referencia clave en la escena literaria, gracias a su equipo, conformado por Nicolás Sagredo (diseño), Natacha Oyarzún (edición y comunicación) y Felipe Reyes (edición y coordinación).

Publicando bellos libros de narrativa, poesía, ensayo, crónicas, diarios de vida y artes visuales, el catálogo de Alquimia privilegia obras experimentales que problematizan los géneros literarios.

En ese corpus se mezclan autores consagrados con inéditos, de distintas nacionalidades y épocas, de ahí el simbolismo del nombre: «Creemos que el arte de editar demanda un compromiso con los materiales que están en movimiento: la palabra, la cultura, la imagen y la posibilidad crítica del lenguaje», explica el autor nacional al Diario Cine y Literatura.

Recordemos que el nombre de Guido Arroyo ha estado en la palestra mediática desde hace algunas semanas, debido a que fue designado discrecionalmente por el Ministerio de las Culturas como el responsable intelectual de redactar el controvertido discurso curatorial que tendrá la delegación y el stand oficial chileno, en el contexto de la venidera Feria del Libro de Buenos Aires (Filba), un prestigioso evento que se desarrollará entre el 27 de abril y el próximo 15 de mayo, y una instancia donde Santiago será la ciudad invitada de honor.

 

Ganarle espacio a las trasnacionales

—Alquimia lleva ya más de quince años editando libros. ¿Cómo han enfrentado la omnipresencia de las transnacionales, que tienden a monopolizar espacios de difusión, desde vitrinas hasta cobertura en medios? ¿Cómo percibes el panorama editorial nacional?

—Cuando fundé el sello, allá por el 2007, el panorama de la edición chilena era totalmente monopólico. Las trasnacionales copaban la exhibición en librerías y medios con un contenido que, en términos estéticos y temáticos, tendía a lo homogéneo. Y la mayoría de les autores anhelaban publicar allí, porque se suponía que simbolizaba cierta ‘consagración’.

Estamos hablando esa época triste de la ‘nueva narrativa chilena’, marcada por novelas olvidables y una frivolidad feroz. Como contraparte había un puñado de sellos medianos, como Lom o Cuarto Propio, donde lectores como yo (que crecí en provincia y en una casa sin biblioteca), podíamos encontrar estéticas más arriesgadas.

Pero felizmente todo esto fue cambiando con la aparición de diversos sellos independientes y universitarios que tendieron a ampliar la bibliodiversidad de contenidos y registros; y también se crearon ferias como la Furia del Libro o La Primavera, donde pudimos conectar con nuestros lectores.

En ese sentido, Alquimia enfrentó siempre esa ‘omnipresencia’ con voluntad de disputa. Publicamos libros experimentales, contraculturales o reediciones de autoras pensadas con voluntad de audiencia, y poco a poco pudimos igualar los tirajes de las trasnacionales.

Como dice la gran Lina Meruane, considero que la posición de víctima posee muy baja intensidad. Y siempre he creído que lamentarse por la potencia de las grandes o su mirada economicista del rubro no sirve de nada.

Hay que aprender qué hacen bien y profesionalizar tu cadena laboral. Hay que ganarles espacios.

 

«Siempre he pensado el catálogo editorial como un juego de ramificaciones»

—El catálogo cuenta con propuestas muy importantes para entender el tejido cultural de nuestra sociedad. Autores actuales como Nona Fernández, Juan Pablo Sutherland, María José Ferrada se suman a rescates necesarios como el volumen de Teresa Wilms Montt, extractos de entrevistas a Gladys Marín o colecciones de poemas de Elvira Hernández, Rodriga Lira y Gonzalo Millán. ¿Cómo es el proceso de selección?

—Me fascina que partas mencionando a esos tres autores, que admiro muchísimo, porque todos tuvieron y tienen experiencias en trasnacionales y aun así aceptaron publicar en Alquimia.

Siempre he pensado el catálogo editorial como un juego de ramificaciones. Un tejido vivo que dialoga entre sí de forma simbiótica, algo así como el micelio.

En ese sentido, nos interesa que tanto las estéticas como las posturas disidentes dialoguen, que se perciba una relación. Cada título es una parte más de la biblioteca.

Lo que más me hace feliz es cuando les lectores o libreres, que creo son los más importantes en este rubro, me dicen frases como ‘oye, esta autora del siglo XVII es muy Alquimia’, o cuando te comentan sobre la tendencia a las obras experimentales, o lo ecléctico de nuestros rescates, o la politicidad que subyace de nuestros montajes de entrevistas y selección de autorías.

 

«Parto desde la figura del lector fan»

—¿Cómo se define la propuesta de autores internacionales? En el catálogo destacan autores clásicos como Mark Twain, Virginia Woolf o Charlotte Perkins; otros contemporáneos más recientes, donde abundan narradoras argentinas como Sylvia Molloy, Gabriela Cabezón Cámara o María Negroni.

—Me gustaría decir algo más elaborado, pero simplemente se trata de obsesiones, de lecturas. En cuanto a las obras de otras lenguas, partimos pensando en autorías que nos gustan o que creemos necesario, por razones políticas, posibilitar una reinscripción de su obra.

Tras ello, elegimos algún título desafiante procurando siempre que no exista otra edición, para evitar opacar el trabajo de algún colega.

En cuanto las autorías contemporáneas de otros países, sucede parecido. Parto desde la figura del lector fan, y he tenido la suerte de lograr coediciones con sellos que las publican.

Luego, en el caso de Negroni, de quien publicamos un libro inédito, aún recuerdo cuando en medio de un diálogo en Guadalajara, nos pusimos a hablar de un cineasta que casi nadie conoce y que ambos adoramos, Aleksander Sokurov, ahí surgió la complicidad.

La lista siempre es más larga de lo que alcanzamos a cubrir. De hecho, con el equipo editorial, tenemos un drive que se titula ‘ideas de libros’, donde hay cerca de 60 posibles publicaciones y una veintena de autorías que nos gustaría publicar.

 

«Tengo el lujo de distribuir a sellos que admiro»

—¿Qué es Big Sur?

—Big Sur es una distribuidora con sedes en Chile y Argentina (por ahora), que maneja alrededor de ochenta editoriales españolas, mexicanas, argentinas y chilenas, y posee un catálogo cercano a los tres mil títulos.

Se diferencia de otras porque funciona bajo un sistema de novedades similar al que utilizan las transnacionales: a inicios de mes le llega al librero una caja con los títulos, sumado a diversos actos comunicativos que buscan acercar el contenido a les lectores.

Hace seis meses ya, un viernes algo nublado de septiembre, me ofrecieron de forma imprevista el cargo de ‘gerente general’ de la filial chilena. Mi primera respuesta fue ‘gracias, pero imposible, no tengo tiempo’. Además, el nombre del cargo me daba cringe.

Pero la pasión por desempeñarme en otro costado de la cadena del libro fue más fuerte. Y bueno, ahora tengo el lujo de distribuir a sellos que admiro. Algunos enormes, otros pequeños y de nicho, como Rara Avis o Vaso roto.

También estoy agregando editoriales de otras temáticas, como Abducción, que edita de forma exquisita literatura asiática.

 

«Llevo años trabajando en un poemario llamado Plancton«

—Háblanos de tu pulsión poética. ¿Trabajas en algo actualmente?

—Siempre estoy escribiendo. Pero quizá por estar tan conectado al mundo del libro, no tengo premura o ansiedad en hacer pública mi escritura. Cuando sucede, se debe a que una editora lo hizo posible. Justo este fin de semana lo dediqué a pulir un libro en prosa que mezcla ensayo, crónica y poesía, sobre mi ciudad natal: Valdivia.

Y llevo años trabajando en un poemario llamado Plancton, que profundiza aspectos ecológicos que abordé en mi último libro: La música del hielo, sobre cómo las formas de producción erosionan los paisajes más cruciales de nuestro ecosistema: los glaciares y el fondo marítimo.

Pero en paralelo me gusta hacer otras cosas, experimentar otros lenguajes. Estoy terminando el guion de un ensayo documental sobre la imprenta, y compongo canciones en sintetizadores para un disco llamado Miyakejima island.

Descreo de la figura del escritor de carrera. Te diría que incluso me siento más cómodo cuando voy a eventos en calidad de editor —y ahora distribuidor— que cuando me toca ir de autor.

Hay una presión al personaje en estos últimos que me abruma. Que siempre he encontrado patética y carente de humor.

Y la risa es, como diría Walter Benjamin, una de las formas más elevadas del conocimiento.

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, y Subterfugio, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Guido Arroyo.