[Entrevista] «Lina Meruane»: «La validación literaria de una escritora exigía silenciar su cuerpo de mujer»

La narradora chilena llega a las librerías locales durante este mes de abril con «Zona ciega» (Ramdom House, 2021), un texto de género híbrido y en el cual aborda desde su perspectiva esa «violencia intimidante», según sus palabras, que ejercen las democracias contemporáneas en contra de sus propios ciudadanos, y un fenómeno que en nuestro país se hizo evidente después del estallido social de octubre de 2019. De esta nueva publicación, y de los temas que siempre han ocupado su activo quehacer intelectual, conversó también la ensayista con el Diario «Cine y Literatura».

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 15.4.2021

En Zona ciega (Literatura Random House, 2021) Lina Meruane (Sangre en el ojo, Las infantas, Cercada, entre otras publicaciones) construye su propio canon, un depósito de referencias artísticas con las cuales dialoga intensamente, provocando un intercambio que destaca por sus reflexiones, las cuales, en varias ocasiones, alcanzan a tomar la forma de aforismos, de aforismos poéticos.

Declaraciones como: “La visión ha existido rodeada por la ceguera que en la lengua se vuelve signo negativo: ignorancia, incapacidad, imposibilidad” nos dan una idea del tono que empapa las páginas de Zona ciega, organizado en tres secciones: “Matar el ojo”, “Ojos prestados” y “Las casi ciegas”.

Revelaciones como: “Siempre hay algo que perder, murmuraba yo, quien nada tiene al menos posee un cuerpo” nos llevan al debate o más bien denuncia política, con una multiplicación de ojos que son solo una muestra de los millones de otros que nosotros no vemos.

Y es que acá se pregunta por el lugar de la discriminación, de la mitificación y mistificación que acontece en torno a la ceguera y a sus representantes. Un volumen lleno de observaciones, relatos, leyendas, asociaciones y testimonios que incluso se podría ver como una guía de estudio o material referencial.

 

«Zona ciega»: una crónica sobre la violencia ocular

Me llamó la atención la estructura de tu texto. En la sección final, explicas que tu libro no es solo un ensayo, sino una “caja de resonancias”. Aunque se presenta como “ensayo”, Zona ciega se aleja de este género. Acá hay una escritura más liberada, sin duda menos blindada o formateada con las características del ensayo académico, especialmente el norteamericano. Háblanos de tu método para seleccionar los materiales de un proyecto que contrasta con las operaciones académicas.

—En efecto tengo formación académica y leo mucho ensayo, desde el filosófico hasta el literario y todas las formas del ensayo me interesan, pero sobre todo las que ensayan en la escritura. Cada vez que he emprendido un texto en este género he ido en busca de un modo de escritura, desde Viajes virales (el primero y acaso más cercano a la prosa académica) hasta la diatriba de Contra los hijos o escritos genéricamente más híbridos como Volverse Palestina y Palestina, por ejemplo, que es un ensayo en verso.

Como no sigo ninguna norma, cada libro va tomando la forma que los materiales y las preguntas le exigen. Y para este libro había un archivo de citas, escenas, ideas propias y ajenas, sobre el tema de la ceguera y la visión y encontré en la fragmentariedad y la asociatividad la manera de construir este libro que resultó ser una combinatoria de la crónica sobre la violencia ocular, la crítica literaria, el caso clínico y las vidas de tantos escritores que sufrieron de los ojos.

 

—Uno de los hilos más evidentes es la denuncia política contra el gobierno y sus prácticas. Documentas el estallido a través de los ojos, literales y simbólicos. ¿Cómo ves esta denuncia hoy, a ya un año y medio del primer disparo a los ojos?

—Ha pasado más de un año pero sigo considerando imperativo seguir hablando de esa violencia debilitante y a la vez espectacular, con fines intimidantes, que están ejerciendo las democracias contemporáneas.

Y es importante que otras escrituras se hagan cargo, porque la mediática está amarrada a la novedad y a la crueldad sin darle seguimiento a los temas ni profundizar en ellos.

A mí me pareció espeluznante ver cómo pasamos de la desaparición en dictadura (de la violencia ilegítima que intenta no dejar evidencia para no pagar sus consecuencias legales) al exhibicionismo gore de un poder igualmente violento pero que ha cambiado de táctica con la legitimidad que el declararse democracia, es decir, declarar su violencia en defensa de la gente que no es la gente sino la propiedad privada de unos pocos.

Hace apenas unos días el Consejo de Defensa del Estado defendió a la acción criminal de Carabineros, diciendo que, y cito, Carabineros: ‘actuó correctamente, apegado a sus facultades normativas y con una intensidad ajustada a la proporcionalidad del contexto de ataques de los que los funcionarios de la institución fueron objeto’.

Esto es grave, porque sabemos que violentar los ojos y zonas vitales está prohibido porque el daño es irreversible. Ese daño tenía un propósito muy particular sobre el que hablo en el primero de los tres ensayos del libro.

 

«Los ojos son en nuestra cultura el órgano del poder»

—En el segundo ensayo presentas y deconstruyes tu novela Sangre en el ojo, e introduces a un sinnúmero de personalidades, como Milton, Sábato, Sacks, Auster, Cixous, Cezanne, Borges, etcétera, finalizando con un subtítulo (“rumores”) donde relatas la anécdota de una editora europea que rechaza este libro por temor a quedarse ciega. ¿Qué hay detrás de este temor con forma de hechizo, mito, encanto ominoso?

—Yo sabía de este terror a la ceguera por mis lecturas —la aparición del ciego como figura ominosa se reitera tanto… por poner dos ejemplos clásicos, el Informe para ciegos de Ernesto Sábato y el cuento “Amor” de Clarice Lispector, pero está por todas partes, incluso en un cuento tuyo, de tu libro Frivolidades, donde una mujer se cree observada por una ciega y experimenta un auténtico terror.

Esto me llevó a preguntarme por qué personas con una cierta discapacidad se ven como amenazas.

¿En qué medida es quien no ve un peligro para quien sí? ¿Qué es lo que perciben los ciegos más allá de su ceguera? ¿Fue alguna vez cierto que ciegos quisieran llevarse nuestros ojos? ¿Y quién mutila a quien en nuestra historia de violencia?

Estas preguntas rondan nuestra imaginación porque los ojos encierran un poder, los ojos son en nuestra cultura el órgano del poder.

 

—Dedicas mucho espacio a las escritoras chilenas Marta Brunet y Gabriela Mistral, quienes han gozado de un ‘revival’ últimamente. ¿Hay una noción de deuda? ¿Qué pasa con nuestra tradición literaria que parece tener que esperar décadas para ser valorada, versus la batahola de publicaciones que vemos hoy y que parecen estallar con popularidad de modo instantáneo?

—Les dedico el tercer ensayo del libro, no para revivirlas (eso lo están haciendo muchas críticas feministas más empeñosas que yo), sino para rescatar el secreto de sus ojos. Ese secreto, el de la pérdida, me parece un signo de sus tiempos: la validación literaria de una escritora exigió, hasta hace muy poco, silenciar sus cuerpos de mujer.

Eso las debilitaba ante los ojos de sus pares, en un campo cultural dominado por hombres letrados que privilegiaban sus ideas intelectuales, es decir, sus cerebros, como si estos no fueran parte de sus cuerpos y como si esas cabezas no sufrieran daños que incidieran en sus obras.

Yo trazo la borradura del cuerpo “lastimero” (como lo llama otra escritora cegatona, la mexicana Josefina Vicens) para mirarla con claridad y valorizar la experiencia de los cuerpos como asunto de reflexión literaria.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Zona ciega» (Literatura Random House, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Lina Meruane.