[Estreno] «Lina de Lima»: En el Santiago de una noche vacía

El filme de la realizadora nacional María Paz González (su ópera prima en el campo de la ficción) se exhibe desde el último fin de semana a través de la plataforma Streaming Punto Play para todo el país, y se encuentra protagonizado por la actriz peruana Magaly Solier y por la joven intérprete chilena Emilia Ossandón.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 7.12.2020

Durante los años 1936 y 1939 se llevó a cabo en España la conocida Guerra Civil, la cual desembocaría en aquella dictadura de Francisco Franco. Durante dicho periodo, muchas personas, principalmente opositores al Dictador, tuvieron que abandonar su tierra, entre ellos, los padres de mi bisabuela, Blanca Gutiérrez Rodríguez, quienes se instalaría en la ciudad de Curicó, Chile (aunque también se menciona Molina), hasta el final de sus días.

Hasta hoy, es inconcebible para mi familia imaginar lo que fue para los tatarabuelos dejar su hogar, tener que dejar amigos, hermanos, vivir prácticamente exiliado, luchando por recomenzar en una tierra extraña con costumbres extrañas (aunque no tan extrañas). Justamente, el mismo sentimiento de incertidumbre que la protagonista de este metraje nos muestra.

En esencia, la cinta de la realizadora María Paz González trata de Lina (Magaly Solier), una mujer limeña que ha venido a Chile a trabajar como niñera, dejando en su tierra a su hijo, así como a su ex marido (quien ha empezado una nueva familia con otra mujer). Y ahora, se prepara para volver a su casa y celebrar la Navidad con su familia.

Pero aunque el argumento podría asemejar a una extensión del filme La nana (Sebastián Silva, 2009), lo cierto es que González trabajaría su obra desde un ángulo diferente, uno más centrado en proyectar el mundo interno de su personaje. Algo en que las cámaras tendrían mucho que ver, al igual que los cortes musicales que cada tanto presenta el montaje del largometraje.

 

Una historia de Navidad

Navidad es, posiblemente, la época en que más se gasta, a la vez que es la época a la que más le dedican cine. Mi pobre angelito (Columbus, 1990), Santa Cláusula (Lembeck, Pasquin, 1994), El Grinch (Howard, 2000), son algunas de las tantas historias que hacen alegoría a esta fiesta de fin de año.

Pero algo que pocos dicen de los relatos ya mencionados es lo “gringocentristas” que tienden a ser. Es decir, el foco principal se lo lleva Santa Claus y el invierno en el hemisferio norte.

Justamente, ese es el primer punto que González abarca en esta historia, así como en la primera intervención musical de su protagonista. Dicho cuadro, desarrollado en un acto escolar, abre de forma surrealista esta interpretación de la Navidad en este lado del globo, poniendo a Lina como la Virgen María, montando un dueto con su hijo.

Una surrealista introducción a un lazo distanciado, acompañado de una representación infantil que contextualiza nuestra mirada criolla hacia esta fiesta, lo cual resulta bastante refrescante luego de tanto filme centrado en Santa Claus.

Pero con solo una canción, es cierto que este montaje no estaría completo. La caracterización de Solier, vistiéndose como la virgen para cantar entre estos pastorcillos, con ese velo rojo bordeado en dorado, y ese corazón pinchado de clavos grabado en el pecho, símbolo del imaginario que el catolicismo cultivaría en las zonas del norte.

Conceptos que, incluso, hasta se escapan de lo religioso, poniendo a Lina, más en ese rol de dadora de la vida, haciendo el paralelismo con su hijo.

Ahora bien, con esto no pretendo decir que las películas norteamericanas que tratan la Navidad sean malas. El Grinch, por ejemplo, es de mis favoritas, especialmente por la interpretación de Jim Carrie hacia el personaje, pero es cierto que una película más contextualizada a nuestra realidad, con el calor, el ruido de Santiago y el peso religioso conmemorado en las escuelas, se siente hasta refrescante. Un cambio de aire que hasta la TV debería considerar.

Por otro lado, con una estética plástica y audiovisual cercana a los musicales…

 

«Lina de Lima» (2019)

 

¿Un truco para escritores vagos?

En el pasado mes de julio, el videoensayista español Toffee Diaz confesaría en su reseña hacia el personaje de Perla, de Steven Universe (2013), su rechazo hacia las intervenciones musicales. Esto, por considerarlos muchas veces un truco hecho por escritores vagos para poder plantear temas y sentimientos en una serie sin necesidad de subtextos o un buen guión, porque con música y rimas todo entra mejor (2020).

Personalmente tengo muchos motivos para estar en desacuerdo con su definición de los musicales. Para empezar, la “música y las rimas” aportan ese dramatismo tan propio del medio audiovisual. Y no solo eso, pues, en la práctica, dichas canciones cuentan como un soliloquio, elemento que vincula al personaje con la audiencia por medio de una confesión, cuya clave no está en lo que dice, sino en cómo lo dice.

Para explicar esta idea podemos tomar la canción «En tus fotos yo lloré», cuadro en que Lina, vestida como una diva en la soledad de la noche, canta a su padre: cómo la abandonó él de pequeña, para luego reprocharse que, irónicamente, tuvo que hacer lo mismo con su hijo. Una muestra de cómo la historia se repite, incluso cuando luchamos por evitarlo.

Pero como dije anteriormente, el secreto tras este recurso no está en solo presentar una declamación apelativa, y no solo por el hecho de que estos sentimientos tengan, o no, que interpretarse. Hay un último factor en esta pieza y es justo de donde González extrae su máximo potencial. El surrealismo tras su puesta en escena.

Para dicho efecto se combinan tres elementos: la cámara, la ambientación y la caracterización de Lina, contrastada fuertemente con esa realidad que la rodea. El primero de estos, emulando los paneos de las estrellas pop, complementado con esas luces de colores y las máquinas de vapor, todo para introducir a la audiencia en el sueño de Lina de ser escuchada, anhelo que viene a tomar forma de esta súper estrella en el vacío de la noche.

Algo similar se puede decir de la canción «Ati sajmi», la cual construye un desafío para la protagonista, que además es afrontado por las voces de su propia mente, encarnadas en reflejos de sí misma. Aquí la cámara sigue teniendo un rol importante, especialmente en cierto paneo desde arriba, transmitiendo al espectador esa sensación de ver todo desde un punto más general.

Pero este no sería el único rol de la cámara durante el rodaje, hay, de hecho, instantes en que el juego de focos resultan bastante llamativos, especialmente cuando se complementan con el silencio (dentro de lo que permite el ruido de la ciudad). El primero de estos son los viajes en micro, normalmente grabados desde afuera con tu protagonista en silencio, pegado a la ventana. Estos planos suelen transmitir cierto estado de vulnerabilidad, en donde el cristal mantiene la distancia entre el observador y el espacio que necesita el personaje.

Algo similar ocurre con las charlas tomadas desde fuera de la casa, la que por cierto, se vuelve un alivio al sumergir a la audiencia en aquel silencio, luego de oír tanto ruido correspondiente a la ciudad. Esta misma casa en que los personajes tienen ciertas charlas íntimas, pero que las cámaras ponen al espectador a lo lejos, desde afuera, dejando en claro que hablamos de una conversación cercana, en que indirectamente se nos pide que les dejemos algo de espacio.

Y justamente, es por este tipo de cosas que esta película resulta, no solo tan refrescante (por el tema de Navidad), sino también llamativa. Una experiencia que deja a la audiencia descubrir por sí sola la historia, así como a la mente de su protagonista; aunque la música y las rimas suelan decir más de lo que deberían (para algunos), pero que no serían lo mismo sin esas caracterizaciones que complementan el cuadro. Es lo que siempre hará tan genial a los musicales.

A esto se suma toda la contextualización, especialmente tras las últimas olas migratorias que ha recibido Chile. Historias como las de Lina que durante los últimos años han florecido entre nuestras calles, y que durante estos días de fiesta, quién sabe cuánta nostalgia puede brotar de sus pisadas. Relatos como las de mis tatarabuelos, alejados de su tierra, llorando sobre sus fotos como única forma de desahogo.

 

*Si usted desea visionar el largometraje Lina de Lima (2019), de la realizadora María Paz González, por favor siga este enlace.

 

***

Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero quien ha vivido toda su vida en los barrios de «Lo Espejo profunda».

Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine. También, es un socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech).

 

Un fotograma de «Lina de Lima»

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: Lina de Lima (2019).