Extracto de «Domingo», de Natalia Berbelagua: Un camino distinto y provocador

«Este es un texto que obliga al lector a un umbral distinto de lectura, escapándose de una lógica propiamente narrativa. Gracias a esto se puede configurar una percepción del tiempo que no abandona la experiencia de un más allá de lo descrito: la problematización del recuerdo (notoria en el encuentro del narrador con personajes ancianos) o de la desaparición física que implica la muerte, están presentes de formas que saben escaparse de una narración formal directa, produciendo una capacidad de sugerencia que es un índice hacia nuevos desafíos escriturales», reseñó el crítico Carlos Henrickson, acerca del volumen autobiográfico que la vanguardista autora nacional publicó en 2015, y que ahora comparte al modo de un fragmento escogido por ella misma, para el Diario «Cine y Literatura».

Por Natalia Berbelagua

Publicado el 12.6.2018

 

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Me parezco a Mónika Hansen en Tan lejos tan cerca, a Isabelle Weingarten en La mamá y la puta, a la mujer del video clip de Message in a bottle, tengo un aire a Joanna Szczepkowska, a una mala copia de Tori Amos. Me parezco a mí misma hace diez años, pero desdibujada.

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Tomo vino navegado con mi tía que se está muriendo. Ella y los cuatro perros sobre la cama, a dos se les cayó el pelo, otro tiene una llaga roja en el lomo, el más viejo perdió un ojo, tiene en la cuenca una bola oscura y sanguinolenta. Me pide que se lo limpie con una bolsa de té, no soy quién para contrariar a un moribundo. Limpio ese ojo imaginando que son sus propios tumores. Tiene el blanco amarillo de la muerte, tiene un poco de sudor en la patilla. Se orina y debo cambiar las sábanas. Me las llevo en los brazos para ahogar a la muerte en la lavadora.

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El metro es una orgía involuntaria. Brazo con brazo, pierna con pierna. Estoy a centímetros de besarme con un hombre. Se abre la puerta, a unos pocos metros una mujer cae por la escalera mecánica. Veo como se parte la cabeza. La acuesto, le hago un torniquete con papel confort, le dejo la cabeza en mis manos, la ambulancia se demora, me dice que es una profesora de matemáticas recién jubilada, pregunta por la sangre, yo le digo que se estancó y es mentira. La vista se le nubla, y yo le hablo de cualquier cosa para que no se duerma, ella me dice: «Voy a rezar mucho por usted». Yo no me atrevo a decirle que no creo en dios.

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Pienso en esa amiga del colegio con la que cazábamos palomas. Recreos enteros buscando cajas de cartón en el kiosco, en el casino. Recuerdo el sonido metálico del papel de papas fritas, la monja guardando los paquetes en las repisas, la sensación de dedos con grasa tomando a las aves que aleteaban brillantes dentro del cartón, para ir a parar a no sé dónde.

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Miro con envidia a los borrachos enamorados, los veo besarse, abrazarse tambaleantes y felices, reír con las bocas abiertas y las piernas entrecruzadas afirmándose por las paredes. Escucho con envidia algunas canciones de amor, imagino un ser mítico, gigante, eterno y sin nombre, un brazo de mar arrasando este carrusel vacío.

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Recuerdo el nefasto día de mi primera comunión. Dos años para recibir un pedazo duro de agua con harina. Mi familia, feliz, mi madre desde temprano dibujándome una trenza, poniéndome una corona de flores. Mi abuela me regaló un misal, la iglesia del colegio estaba adornada con cintas de raso, al lado de la virgen muchos jarrones con azucenas. El cura era un tipo crespo con cara de intelectual, llevaba sobre la sotana un trapo rojo con dorado. Tuvimos que hacer una larga fila para llegar al altar. Había que hincar el pie derecho en el piso. Dos meses planificando la entrada para ir al ritmo perfecto. Ya en mi casa, una once. Mis amigas celebraban con sus familias, no había a quién invitar del colegio. Mi madre llama a la compañera más loca que tengo, la que sufre de hiperkinesis, la que todo el año me sentaron al lado para que la ayudara a tranquilizarse. Va con su hermana chica que es más bonita y madura que ella, jugamos en el patio, mi tata me regala un libro de cuentos ilustrado y mi primer diario de vida. Mi compañera le saca una hoja al libro y me raya la primera página del diario. Me encierro a llorar en el baño mientras mi madre parte la torta. Por la noche trazo las primeras palabras en el cuaderno: “20 de noviembre de 1994.Para mí todo es distinto, aunque sea domingo”.

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¿Existirá una patología donde un sujeto cualquiera se deprime solo el séptimo día de la semana? Una jornada para que llore y tome Clonazepam, para que apague el teléfono y se esconda de sus amigos, 24 horas en que evalúe morir, para estar al día siguiente en pie a las seis de la mañana, de terno y con una sonrisa en el rostro, listo para ir a trabajar.

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Duermo mal, despierto en la noche por un zancudo que da vueltas alrededor de la cama y me hace una picadura al lado de la vena en la muñeca izquierda. Entre zumbidos, sé que sueño y no recuerdo, tampoco hago el esfuerzo. Me levanto y enciendo la luz, me quedo mirando el techo como quien examina el cielo. Sé que afuera amanece pero no corro la cortina, las gaviotas hacen sonidos que se escuchan como gritos o risas. Recuerdo ese día en que volví tarde y borracha y me encontré con una de ellas parada sobre el velador, parecía una estatua.

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How can you mend a broken heart, Paint in my heart, Alone again, pink moon, Here we go, Tangled up in blue, Save me, Hey, thats no way to say goodbye, If you see her say hello, Last goodbye, Out of blue, In between days, Blue moon, Sea change, Heart of gold, La distancia adecuada, Let her go, Stand by me, Every breath you take, Redemption song, Intro, Ashes to ashes, Valotte, True, One of us, White horses, Wicked game, Sunday Morning, Superstar, Misread, Please please please let get what i want, Space Oddity, Heartbeats, Soldier on, Big jeat plane, Nothings compares to you, True loves waits, Fade in to you, Red moon, Everybodys gotta learn sometimes, Perfect day, the crying game, Precious, Té para tres, Something, I´d have you anytime, Cosmic dancer, Day is done, All and everyone, Lazuli, Sexual healing, Nantes, Deep Blue, Little girl, Playground love, Underwear, Lived in bars, Today is the day, Rashida, On melancholy hill, This is hardcore, Sunday morning call, Feeling yourself disintegrate, Hearing damage, Tomorrow comes today, Lucky man, Nahual, Nutshell, Waiting in vain, Hunted by a freak, Can´t find my way home, sleep, This is a low, Getting away with it, My kind of woman, Eres tú, Close to you, Bad girl, Regret, Wild ones, Easy, All my love

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Imagino la primavera pese a llevar cuatro capas de ropa. Ánimo de labios morados y el pubis depilado a la mitad. Camino por Alonso de Camargo después de haber echado a la parrilla todos mis calzones. Una hoguera para alejar la pobreza, el fuego consumiendo el algodón y el plástico. Partí por uno y no pude parar, seguí con los sostenes, también los lancé al fuego. Pienso que en el humo se pueden ver las caras de los que fueron mis amantes, que llegan mis vecinos a reclamar no solo por el olor a quemado sino también por las presencias. Sigo caminando por Alonso de Camargo, me detengo a escribir en la libreta. Sobre un trozo de pasto hay una rama que parece un pájaro, a su lado un grupo de aves en círculo, como si la estuvieran velando.

 

La escritora y guionista chilena Natalia Berbelagua (Santiago, 13 de marzo de 1985)

 

Natalia Berbelagua (Santiago de Chile, 13 de marzo de 1985) es una escritora y guionista chilena, ha publicado los libros de relatos Valporno (2012), La bella muerte (2013), Domingo (2015) y el poemario La marca blanca en el piso de un cuerpo baleado (2016). Valporno fue traducido al italiano por Edicola Ediciones. Su obra ha sido recogida en diversas antologías, entre ellas We rock de Ediciones B y El arte de la sonrisa, de Suburbano ediciones, Miami. Actualmente imparte talleres literarios experimentales como narrativa autobiográfica y genealógica.

 

 

Crédito de la imagen destacada: Luciano Contreras

Crédito de la fotografía a Natalia Berbelagua: Andrés Melis