Jugamos a imaginar un lenguaje: «La locura Wittgenstein», de Françoise Davoine

Este volumen es un trabajo deslumbrantemente creativo, así como una excelente entrada a la discusión sobre lo que entendemos por enfermedad mental y comunicación, psicosis y alcance social, en un sinnúmero de sugestivas ramas que operan en torno a la labor psicoanalítica y a sus diversas escuelas

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 14.2.2019

La locura Wittgenstein es un tesoro rescatado gracias al esfuerzo de traducción emprendido, en esta oportunidad, por una editorial chilena (Social ediciones, a cargo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile). Efectiva y necesariamente, la edición comienza con algunas reflexiones sobre la traducción de Roberto Aceituno y de Ernesto Vásquez: “La riqueza del manejo lingüístico de Françoise Davoine en su idioma natal no siempre alcanza una versión adecuada en su paso al nuestro”, advierte el mismo Aceituno sobre esta nueva traslación (desafío en el que ya se había embarcado Tununa Mercado y que resultó en la publicación de 1991 por la editorial Escuela Lacaniana de Psicoanálisis). En las páginas iniciales se reitera esta noción de transmutación que ronda el arte de la traducción: “Traducir es hablarnos a nosotros mismos, en la misma medida que hablamos a otro, siempre”.

Luego, tenemos el “texto” (no es ni novela, ni dramaturgia, ni ensayo) dividido en capítulos. Ya en el primero, Davoine nos presenta a la brillante figura de Wittgenstein, y, al instante, vemos su peculiaridad y su descollante propuesta filosófica que le permitió reducir tantos dilemas en el lenguaje (acá estoy recordando a Ingeborg Bachmann, quien afirmó que Wittgenstein había reducido el problema filosófico al lenguaje), e, inmediatamente, vemos una separación de la escuela freudiana: “A mí me parece que mis sueños siempre son la expresión de mis temores y no, como piensa Freud, de mis deseos”. Hay confusión. ¿Quién ha dicho esto?, se preguntan: “Wittgenstein, Ludwig Wittgenstein”.

Este es el tono en el que transcurre el texto que, una y otra vez, pone a prueba los límites de las palabras: “A veces no hay lenguaje para decirse algo a sí mismo, y solo se encuentran las palabras a través de otro, por la vía de una respuesta. Puede ser incluso que algún otro sueñe su miedo, en su lugar…”. Uno de los invitados a este banquete filosófico es Lacan, a quien también vemos en su diferencia con Freud. Por boca de otro convocado: “Lacan ha planteado que el inconsciente freudiano está estructurado como un lenguaje y no por pensamientos inconscientes”. Pero, al mismo tiempo, Davoine entiende que su “composición” es también una posibilidad de organización lúdica, y que traspasa la verosimilitud lineal o cronológica: “No vas a decirme que este hombre es Ludwig Wittgenstein. Según me he informado, murió en 1951”. Acá tenemos la prueba del juego ficcionalizador que permite asir esta figura bajo una estrategia narrativa sustentada en su estructura de diálogos, como en una obra teatral. La protagonista establece conversaciones con distintos “personajes” provenientes del universo psicoanalítico, médico-psiquiátrico, artístico y filosófico, y hasta una voz, que proclama: “Piense en herramientas dentro de una caja de herramientas. Las palabras son como esas herramientas. Sus funciones son igualmente diversas. No hay solo juegos de palabras, hay muchos otros juegos del lenguaje”. Y, en un diálogo entre el “yo” de la protagonista auto-ficcional y Wittgenstein, nos enteramos que jugamos a imaginar un lenguaje, es decir, a imaginar una forma de vida.

Hay muchas aristas que se pueden rescatar en La locura: Críticas al psicoanálisis norteamericano, “obnubilado por el bienestar de los pacientes, que responde a la demanda de curar el síntoma en lugar de oír lo que tiene que decirnos”, referencias al legado de Freud: “Lo ominoso”, que vemos en autómatas, por ejemplo, y aspectos biográficos que nutren este distintivo tratado: “Wittgenstein debía saber mucho sobre eso, sobre esa violencia y esos silencios, si pensamos que su familia abandonó el judaísmo en las generaciones anteriores y que sus tres hermanos mayores se suicidaron sucesivamente”.

Una sección iluminadora es la que acontece en la confrontación entre prácticas indígenas nativo americanas y el abordaje psicoanalista, donde se prueban los límites del concepto de paradigma. “Un paradigma es un objeto representado que, a través de un juego de lenguaje, deviene medio de representación, algo con lo cual se hacen comparaciones y sin lo cual los nombres no tendrían significación”. Frente a la comparación entre el paradigma previamente analizado en torno a los indígenas amenazados de desaparición, y ante el peligro de confundir psicoanálisis con brujería, (la voz de) Wittgenstein aclara: “¿El tratamiento mágico de una enfermedad no es también un juego de lenguaje en el cual uno se dirige al síntoma y lo hace temblar?”. Pasajes como este abundan en La locura…; segmentos donde Davoine es capaz de canalizar esta voz: “Eso es lo que ocurre con la filosofía. Nos hace descubrir los extremos del puro sinsentido, con los cuales tropieza el entendimiento cuando se golpea contra los límites del lenguaje. Esos bultos prueban el valor del descubrimiento”. O: “Es lo que dicen los hombres lo que es verdadero o falso, pero ellos se ponen de acuerdo sobre el lenguaje que utilizan”. O: “Terminará usted por comprender que el único criterio que tenemos para saber que alguien se dice algo a sí mismo, es que nos lo dice. Por sus palabras, pero también por lo que muestra… El lenguaje en sí mismo es el vehículo del pensamiento. Y solo decimos de alguien que se habla a sí mismo cuando, en el sentido más corriente, sabe hablar”.

Jugamos a imaginar un lenguaje. Es un juego serio, en todo caso, y latamente documentado. Esta imaginación se compone de diversas visitas a efectos retóricos, a personalidades que una vez existieron y que, ahora, en forma de voces, aparecen en el compendio de Davoine. Acá se cruzan Marcel Proust, Heinrich von Kleist, Otto Will (psiquiatra norteamericano que dedicó su trabajo al estudio de la esquizofrenia), Sócrates, Spinoza, Jeanne Favret-Saada (antropóloga gala, conocida por su estudio La anti-bruja), Frida Fromm-Reichmann (la pionera analista instalada en los Estados Unidos después de percibir la ola antisemita en Europa), entre muchas otras, haciendo de La locura… un trabajo deslumbrantemente creativo, así como una excelente entrada a la discusión sobre lo que entendemos por enfermedad mental y lenguaje; psicosis y alcance social, en un sinnúmero de sugestivas ramas que operan en torno al trabajo psicoanalítico y sus diversas escuelas.

 

Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«La locura Wittgenstein», de Françoise Davoine

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

 

Imagen destacada: El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889 – 1951).