«La enfermedad del domingo»: Los silencios del abandono

El realizador español Ramón Salazar (1973) nos ofrece una excelente película de cadencia lenta en la que predominan las omisiones, transportándonos a un mundo donde reina la naturaleza salvaje con mayúsculas, y un bosque denso en otoño que puede considerarse como una imagen de las vidas femeninas protagonistas. Ya en el inicio se nos muestran dos grandes árboles juntos sobre los que aparecen los nombres de la pareja de actrices que encarnan a esas principales, ambas excelentes en sus interpretaciones. Uno lleva en lo alto el de Susi Sánchez (Anabel, la madre) y ligeramente tras él otro, rotulado en lo bajo, con el de Bárbara Lennie (Chiara, la hija). El árbol como símbolo de la genealogía y unión entre ambas a pesar de la orfandad materna que tanto les marca.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 1.3.2019

 

Abandono

Chiara reaparece en la vida de Anabel quien la abandonó siendo una niña. La dejó con Mathieu, su padre, sin darle explicación. Los abandonó y jamás se comunicó, nunca quiso saber nada. Ahora, ya adulta, la ha localizado; Anabel está casada y se encuentra muy bien posicionada tanto social como económicamente. La hija le hace una petición que ella acepta aunque con reticencias: convivir diez días juntas para hablar, hablar (como se verá) más allá de las palabras, hablar incluso en el silencio.

Así, lleva a su madre a la casa de pueblo dónde vivieron y vive Chiara ahora. Todo un cambio para alguien como Anabel acostumbrada a los lujos. Allí, en la casa junto al bosque casi incomunicadas del mundo se crea una atmósfera especial en la que la mujer se siente incómoda; recela de lo que realmente quiere-pretende Chiara y constantemente le pregunta qué puede hacer por ella. El sentimiento de culpa de la madre que dejó tirada a su hija está presente a pesar de la máscara de indiferencia-desapego con la que se ha acostumbrado a “vivir”.

Chiara inicialmente no puede-sabe comunicarse de forma directa con Anabel, utiliza metáforas para hablar de sí misma, de cómo se ha sentido y se siente. La vemos embadurnando de barro a su perra (la madre no sabe que es suya) y haciéndole creer que la ha rescatado de un pozo donde había caído y que la va a acoger. La perra en un pozo, Chiara en un pozo; la niña abandonada que lloró y llora esperando que su madre fuera a rescatarla y la acogiera de nuevo en su seno. Pero desafortunadamente no fue así, ella creció sin madre y siente rabia por tanto dolor sufrido. Chiara quiso evadirse de toda esa mierda vivida a base de drogas y alcohol, aún ahora con su madre llega a emborracharse.

Y finalmente estalla junto a la ventana por la que esperó cuando Anabel se fue sin despedirse (y en la que aún mira cuando se siente mal), le lanza con violencia a su madre la taza que lleva en la mano, taza que impacta en su frente causándole una herida sangrante; de esta forma visceral ha descargado tantos sentimientos negativos acumulados durante tanto tiempo. Se excusa y la cura, aliviada por la descarga puede compartir ahora de verdad con su madre, se ha expulsado el veneno que la corroía y se hace patente lo que Anabel sospechaba: está enferma en fase terminal. Chiara le agradece su presencia y la madre (ahora más madre) logra que le diga que quiere-necesita que haga.

 

La actriz Susi Sánchez (Anabel) en «La enfermedad del domingo» (2018)

 

“Quitar a luz”

Quiere que la ayude a morir ya, quiere que su madre que le dio la vida se la arrebate para acabar con el dolor de una enfermedad que la está consumiendo. En la que considero la más bella escena de la película, madre e hija se desnudan junto a un lago en pleno bosque. Anabel se desnuda primero mientras Chiara la observa tumbada sin casi fuerzas, la madre la levanta y la desnuda con cuidado, ella se apoya en Anabel y se le abraza. Como al nacer las dos abrazadas, sientiéndose piel con piel, armonizándose latir con latir, fundiéndose. De esta manera entran a las aguas, se bañan y Anabel acaricia a su hija: “mama, lo entiendo todo”, dice ella casi sin voz. Este “lo entiendo todo” para mí puede interpretarse como una muestra de solidaridad de Chiara con su madre, ella se siente cansada como debió sentirse Anabel cuando la abandonó.

Y tras estas palabras la madre procede a la ceremonia de muerte por amor ahogándola en las aguas, nació de las aguas maternas y muere en las aguas gracias también a ella. Es bello y duro a la vez el plano del rostro desgarrado de Anabel quien acaba llorando, el llorar quizás como un indicio de cambio en una mujer que huyó y abandonó en la huída a una niña.

 

Bárbara Lennie (Chiara)

 

Cuando huir no es la solución

En las ocasiones donde peligra la integridad personal no cabe duda de que es necesario huir. Pero a veces este instinto humano de supervivencia se nos activa en situaciones que pueden tener solución y huimos por incapacidad o miedo de afrontarlas. A mi entender esas huídas no liberan, el problema no afrontado lo llevamos con nosotros allá donde vamos (por muy distante que sea) y sigue afectándonos.

Anabel huyó sin despedirse de nadie, poco sabemos de sus motivos. Sólo un “me fuí porque quería más”, que confiesa a Mathieu cuando lo visita tras saber de la enfermedad de su hija. El hombre le pregunta si lo ha conseguido con su pareja actual a lo que ella responde que si aunque en su cara se expresa lo contrario, consciente de esa contradicción admite que “nunca es suficiente, es agotador”. Anabel sabe que no ha conseguido lo que buscaba, no esta satisfecha y se siente cansada. Entiendo que la mujer en el fondo huye de ella misma y huir de una o uno mismo cansa; la solución es dejar de hacerlo y mirarse-observarse, buscar qué nos pasa más allá del fácil qué le pasa a los que nos rodean e incomodan.

Ese mirarse no acostumbra a ser sencillo e incluso puede doler, pero es necesario para poder solucionarse. Y para Anabel los días pasados con Chiara han sido un punto de partida, en sueños ha visto una extraña cueva oscura que también ve su hija, la cueva se asemeja a una tumoración (como imagen de la enfermedad) y la madre siente ahogo al despertar de su visión, el ahogo empático de-por la hija y el ahogo propio de todo lo escondido que necesita ser iluminado-visto-sentido-entendido.

 

Un fotograma de «La enfermedad del domingo», de Ramón Salazar

 

La enfermedad como síntoma

A menudo la enfermedad aparece como reflejo de una problemática personal. Entiendo que en esos casos más allá de “curarla” utilizando medicamentos y tratamientos específicos sería recomendable atender a lo que nos pasa internamente para intentar sanarse. Suele suceder que si la persona se niega a auto observarse la enfermedad no remita o mute como si en esa permanencia esperara ser abrazada-entendida.

Chiara es una niña abandonada sumida en su “memoria inmóvil”, término que evoca y define su padre al hablar con Anabel: “Hay una memoria que se estanca, es muy poderosa y si no somos capaces de ponerla en movimiento nos arrastra hacia abajo”. Mathieu viene a decir que él ha podido superarla pero que su hija no. Chiara no ha sabido salir del pozo oscuro en el que se la abandonó, no sabemos con certeza si es que no ha encontrado ni en su padre ni en otras personas la suficente ayuda o si ella misma la ha rechazado sumida en la rabia-dolor; aunque todo parece indicar que su actitud ha sido rechazar a quien no fuera la esperada madre. Entiendo que esa “memoria inmovil” la ha vencido en forma de enfermedad; y es una lástima que así haya sido tanto para ella como para sus personas cercanas.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Susi Sánchez en el rol de Anabel, en «La enfermedad del domingo»

 

 

 

 

 

El trovador catalán Jordi Mat Amorós i Navarro, redactor del Diario «Cine y Literatura»

 

 

Tráiler: