«La jauría»: Las claves artísticas de la serie chilena que revoluciona el «streaming»

El estreno de la franquicia nacional que se exhibe en línea a través de la plataforma Amazon Prime revitaliza con temas contingentes a un género policial poco explorado por nuestra industria audiovisual, y a las preguntas dramáticas de siempre que el formato plantea valiéndose de su guión. A eso debemos sumarle las actuaciones de un elenco encabezado por Antonia Zegers, Paula Luchsinger y Daniela Vega, entre otros intérpretes, en elementos que terminan por configurar un relato fílmico rebosante de tensión literaria.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 13.7.2020

En su clásico El túnel, Ernesto Sabato dedica una sección para hablar de las novelas policiales, señalándolas como el equivalente a las novelas de caballería en los años de Cervantes. En dicho diálogo, el autor aprovecharía de plantear la siguiente interrogante: si el Quijote fue la obra, y la crítica definitiva de dicho género, ¿cuál sería la pieza que equivaldría al Quijote en el mundillo de los detectives?

En ese mismo espacio, el autor juega a contar un relato, en que su detective debe buscar a un homicida que resultaría ser este mismo, a la vez que construye un breve perfil de cómo podría ser este Quijote: un individuo que ha leído todas las historias de detectives, y que cree que con eso es más que suficiente para resolver un caso; pero aunque parezca un simple aficionado, su intelecto le da los méritos para avanzar a través de cada misterio.

Y este es, posiblemente, uno de los principales méritos de la protagonista de esta franquicia.

En términos técnicos, La jauría sería una obra escrita por Paulina del Fierro y Enrique Videla, estrenada el último 10 de julio para la plataforma en línea Amazon Prime. Una pieza inspirada en el caso de violación registrado en España, ejecutado por un grupo de jóvenes que se hizo llamar “La Manada”. Esta nos lleva a la búsqueda de una joven, víctima de un juego de Internet, en el cual un grupo de hombres se dedican a perseguir mujeres para violarlas y luego matarlas; todo orquestado por aquel que se hace llamar “El Lobo”.

Este caso estaría a cargo de la comisaria Olivia Fernández (interpretada por Antonia Zegers), en compañía de las detectives Elisa Murillo y Carla Farías (Daniela Vega y María Gracia Omegna, respectivamente). Pero para sorpresa de ellas, surgiría un cuarto elemento investigando el caso, la hermana de la desaparecida, Celeste (interpretada por Paula Luchsinger Escobar). Una chica que se infiltra en el juego y persigue a los secuestradores pistola en mano, a pesar del peligro de su travesía.

Pero aunque lo más sensato resultara esperar a los profesionales, esta historia parte con la idea de que resolver un caso «no es como en Criminal Minds», no en términos de complejidad, sino por cómo las policías se encontrarían coartadas por ciertas esferas de poder.

Este es un punto interesante, similar a las historias de Ramón Díaz Eterovic, donde se rompe con el romanticismo que idealiza a estas instituciones. Porque mientras en historias como CSI, o La ley y el orden, nos encontramos con un equipo indómito que dará todo para resolver el misterio, casi hasta de forma religiosa, en esta obra nos topamos con altos mandos que pueden, por ejemplo, perder su trabajo por detener a un hijo de padre militar, que encima, es amigo del ministro del Interior. Por lo que sus equipos solo pueden indagar hasta donde les permitan las influencias.

Al mismo tiempo, la obra pone en juicio lo ambigua que puede ser una acusación, donde, con tal de cerrar el caso, se busca a cualquiera con un delito relacionado con la víctima, para de ese modo sumarle este cargo, venderlo como el culpable a los medios e irse a casa como si nada. Y mientras tanto, el verdadero ignoto (léase, el criminal a descubrir) continúa libre.

Es por esto que la participación de Celeste resulta ser tan importante, porque a pesar de los riesgos que corre, ella está dispuesta a recuperar a su hermana a como dé lugar. A la vez que su condición de civil no la ata a decisiones de poderosos que priorizan su status a la seguridad de la ciudadanía. Esta premisa daría fuerza a esa idea de Cervantes que hizo relucir en su personaje estrella, pues así como cualquiera pudo ser un Caballero andante, Celeste demostró a la audiencia que cualquiera puede encontrar la verdad.

Por supuesto, Celeste no sería un “Quijote” si no hubiera un “Sancho Panza” dándole apoyo. Es aquí donde entra la figura de Z, una hacker famosa por llevar la máscara de un antiguo ser japonés llamado Kitsune, un zorro de nueve colas que se caracteriza por su rol protector, concepto que pega perfecto con su personaje, considerando que ella está luchando para proteger a las niñas de esta jauría. Rol que a su modo, también cumpliría Celeste al enfrentar a este “Lobo” para salvar a su hermana, a la vez que busca evitar que alguien más sea víctima de sus garras.

¡Ah! Y hablando del Diablo, me complace anunciar lo cerca que estuvo este Lobo de ser el nuevo Napoleón del Crimen. Y digo cerca, porque aún nos queda ver una segunda temporada en que trabajar.

A nivel de construcción, su modus operandi se asemeja a los crímenes cometidos por la organización denominada NIDO, un grupo en línea acusado de organizar actos de acoso, de secuestro y de violación. Pero también, por la forma en que este conecta con los menores de edad, guarda semejanza al método de la Ballena Azul, más que nada por el asunto de pasar pruebas y el de marcar a sus víctimas con su símbolo, y bueno, también al recordarnos lo vulnerables que son a esa edad cuando se trata de las influencias.

Ya en sus motivaciones, puede que su figura decaiga un poco, pero más por el hecho de que intenta encarnar la selección natural para justificar sus crímenes. Cosa, que tampoco está mal, después de todo, el discurso de un ignoto (brillante y perverso) no tiene por qué tener sentido para los demás. Pero considerando el ingenio tras sus movimientos, mínimo pudieron envestir su motivación con diálogos más a la par, en lugar de solo quemar otra vez las nociones darwinistas sobre la fuerza. Pero repito, mientras tenga sentido para el ignoto, no hay problema.

 

Antonia Zegers en «La jauría» (2020)

 

La intervención de Alfredo Castro

Hay un consenso entre los detractores de esta obra, y es que este ignoto no sería más que otro muñeco de paja para decir que los hombres son malos y que deben cuestionar sus privilegios, como pasó con Black Mask en Birds of Prey (2020). Pero lo cierto es que al menos este no sería el caso. Es más, el perfil de este sujeto se mantiene firme, a pesar de lo trillado que resulta, especialmente por cierto personaje que se encarga de ilustrar su perfil: el ex detective Alejandro Petersen (interpretado por Alfredo Castro).

Esta interpretación, en general, es sublime. Le da toda una vibra ochentera al misterio, así como nos recuerda que a veces, al momento de hacer justicia, habrá instantes en que tendremos que mancharnos las manos. Partiendo por la base de que muchos criminales nunca van a entender de razones, y ya solo podremos eliminarlos para que no sigan causando más daño.

Pero volviendo al perfil, Petersen abre su bosquejo señalando al ignoto como un “psicópata narcisista” que busca estos estímulos para dar sentido al vacío de su vida. Simple, pero ideal para describir la humanidad de este presunto monstruo. Razón por la que puede pasarse por alto lo vano de su discurso, a fin de cuentas, hablamos de alguien que se escuda en otros para no afrontar sus propias carencias.

Ahora, volviendo a Celeste, uno de los puntos que hizo destacar su desarrollo, está en cómo durante su viaje demostraría la dura verdad de Petersen. Pues no solo desobedecería una orden, no solo daría más preocupaciones a sus padres, también llegaría a ese punto en que haría lo que muy pocos. Pues como la misma Z diría: “esto es lobos contra leonas”.

Por otra parte, es cierto que aún es pronto para declararla “la Quijote” de las policiales, pues como se dijo, esta saga todavía no termina. Pero en lo que va de su relato, podemos decir que tiene bastantes puntos acumulados, en especial porque estaría más apegada a lo que representaría al Quijote como detective, es decir, un sujeto simple, que todos llamarían demente por afrontar esta aventura tan riesgosa, pero ahí va, con su máscara de Kitsune a enfrentar a su Frestón, por ella, por su hermana, y por todas y todos quienes caigan en las garras de este depredador.

Y sé que por el lado de Estados Unidos también tendría su competencia, pero en sí, tampoco es que se apeguen mucho a la ideología de Cervantes. Es decir, Castle, si bien es un escritor que se une a la policía, no hay que olvidar que solo está ahí porque un ignoto imitó el operandis de una de sus obras (además que participó en el caso más por su ego que por la búsqueda de la justicia, y más como asistente que otra cosa). Y Carter, bueno… es Castle, pero más infantil. Además de ser antes un escudero que un detective. Y para qué hablar del Mentalista, que como Carter y Castle, cae en la misma lógica. Importante diferencia a la hora de generar las comparaciones.

Por otro lado, mirando a Chile, tenemos al mismo detective Heredia, al que la crítica profesional, especialmente los editores de LOM, lo han declarado como un Quijote de las policiales (onda, el tipo es tan Quijote que Heredia ni siquiera es su nombre real). Pero eso tampoco quita que Celeste pueda quedarse con el título en la TV y Heredia, con las novelas.

Esperemos que use su título con orgullo en sus batallas venideras contra el Lobo y su Jauría.

Por cierto, esta obra también permite reflexionar temas como la masculinidad tóxica, el acoso, entre otros conceptos vigentes. Pero esa va a ser otra historia, que pienso narrarles en otra ocasión.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero quien ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo. Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine. Es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech).

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: La jauría (2020).