“La ventana”, de Ted Tetzlaff: Un filme de inolvidable fantasía

Nuestro colaborador argentino ofrece sus impresiones estéticas ante el visionado, en una sala de cine de Buenos Aires, del largometraje de 1949 protagonizado por el actor Bobby Driscoll, una estrella infantil y juvenil de trágico y triste final.

Por Alberto Ernesto Feldman

Publicado el 26.9.2018

A una de las mejores películas de suspenso, La ventana, la recuerdo como si la estuviera viendo  ahora mismo, más que nada, por la tensión que me generó, quizás porque el personaje tenía 10 u 11 años, la misma edad que tenía yo cuando la vi en el Cine Elite, al 3200 de la avenida Cabildo.

Trataba de un niño muy fantasioso, siempre inventando cosas truculentas que hacían sonreír y fastidiar a sus padres, pero que también le quitan credibilidad cuando les cuenta  lo que había visto una agobiante noche del verano neoyorquino, cuando fue a dormir a la escalera de incendio de su casa y desde allí arriba contempló horrorizado a través de una ventana cercana, como un hombre clavaba en la espalda de otro una tijera, mientras una mujer inmovilizaba a la víctima con un fingido abrazo amoroso.

Luego de varios días, el chico consigue con su desesperada insistencia que sus padres le crean y denuncien el caso a la policía, que allana la casa pero no encuentra ninguna prueba del crimen, lo que sumado a la fama de fabulador de nuestro pequeño personaje en el vecindario, hace que lo único que consigue es ponerse en la mira del  asesino, que planea eliminarlo lo antes posible. Allí comienza la peor parte, la persecución por un asesino decidido a todo, a un chico al que nadie le cree nada.

Ahora es el criminal quien lo observa a él y averigua las horas en que los padres están en su trabajo y el pequeño queda solo en casa.

Olvidé todo lo que sucede después menos la escena final, donde nuestro pequeño héroe  es perseguido dentro de un edificio cercano en demolición.

Escapando por una estrecha cornisa, con el vértigo de la altura, y el terror ante la proximidad del asesino, que está a punto de empujarlo, el miedo lo paraliza, pero el  criminal creyendo tener segura a su presa se confía y cae al vacío.

Recuerdo que salí del cine con el corazón en la boca, jurando que por un tiempo no diría más mentiras; juramento que rompí cuando me hice aprendiz de escritor.

Esta mañana al pasar en limpio este trabajo, quise saber más de ese niño que actuaba tan bien y había recordado tantos años. Supe por Wikipedia que Bobby Driscoll (1937–1968), ese era su nombre, había sido un prodigio mimado de la compañía Disney, filmado varias películas entre ellas La isla del tesoro, también se usó su voz para obras audiovisuales animadas y actuó en radio y televisión, pero no pudo, al crecer, ni siquiera cambiándose el nombre, revalidar los títulos que tenía como actor infantil; fue despedido de Disney, tuvo problemas con la policía, pasó por la cárcel y murió a los 31 años, víctima de la droga y de la soledad, siendo encontrado su cuerpo abandonado en un edificio en demolición, edificio semejante a aquel en que se había salvado de la muerte en la película La ventana.

El largometraje en que brilló era de suspenso y terror; su realidad fue de terror y de abandono.

 

El actor Bobby Driscoll (el niño) en «La ventana» («The Window», de 1949)

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Alberto Ernesto Feldman nació en Buenos Aires, en 1941, y abandonó estudios de medicina cuando cursaba cuarto año y a partir de allí se desempeñó como chofer en el transporte de pasajeros y de carga. En el año 2006, al jubilarse, tomó clases de clarinete y por sugerencia de su esposa y de su hija, quizás cansadas de escucharlo, se anotó en un taller literario municipal, lo que a los 65 años le abrió las puertas del quehacer literario. Escribe cuentos cortos y relatos, algunos de ellos han sido premiados o mencionados en la Capital y en las provincias de Buenos Aires, Jujuy, Mendoza, Misiones, Chaco y Santa Fe. Intervino en las antologías El diálogo nos amontona de Editorial Dunken, y en la editada por el Centro Vasco Francés , ambas en Buenos Aires; Cada loco con su temaGula, e Ira editadas en México por el Grupo Editorial BENMA, y en España, participó en Escenarios editada por la Asociación Española de Neuropsiquiatría en 2013, y en las antologías Facer Españas editadas en 2014 y 2016 por la Editorial Orola, de Madrid. A comienzos de 2013, ha editado por primera vez en forma individual, un volumen de cuentos y relatos titulado Castillos reales, castillos mentales; a principios de 2014 su segundo trabajo: Tango final en Saavedra y otros 36 cuentos y relatos, en febrero de 2015 su tercer volumen, Un caballito en el rincón y otros 33 cuentos y relatos. A fines de ese mismo año, su cuarta obra, Miss Alice al mediodía, 28 cuentos, relatos + un poquito de teatro. La obra, Tomando café frente al Obelisco y otros 32 cuentos y relatos, en tanto, su quinto volumen, fue editado en agosto de 2016.