«Las aventuras de la China Iron»: La novela que renovó la tradición literaria en Argentina

En esta obra de la escritora bonaerense —un libro finalista del International Booker Prize 2020— y valiéndose de una libertaria joven de catorce años, la autora revitaliza a la mítica figura del gaucho Martín Fierro, pero desde una perspectiva femenina: la de su esposa, casi una chiquilla.

Por María José Schamun

Publicado el 24.7.2020

A fines de octubre de 2017, Gabriela Cabezón Cámara, que ya había deslumbrado con su novela gráfica Beya (Eterna Cadencia, 2013) publica Las aventuras de la China Iron (Literatura Random House, 2017) y retoma un elemento central de la tradición literaria argentina: el poema El gaucho Martín Fierro, de José Hernández.

La lectura de la tradición que implica Las aventuras de la China Iron es una intervención política en un momento en que la sociedad centra su mirada en la identidad del individuo y en el consiguiente y necesario reconocimiento de la diversidad. El gaucho Martín Fierro (1871), de José Hernández, es el poema central de la tradición literaria argentina. En él, Martín Fierro es convocado para defender el territorio “civilizado” de la embestida de los “salvajes”, lo asignan a un fortín de frontera y lo dejan allí sin fecha de regreso hasta que él mismo deserta y regresa.

Pero ya nada es lo que era, su casa está destruida, su mujer y sus hijos se han ido, y sólo le queda la pulpería. Allí, encuentra otra vez los problemas y se vuelve un fugitivo de la ley, pero esta vez no será complaciente, se defiende, se resiste y logra escapar más allá de la frontera, con los indios. Escrito a modo de payada e imitando la voz del gaucho cantor (en sus rimas y su vocabulario), su personaje se volvió central en la configuración de una identidad nacional: el individuo que es llamado para defender intereses que se le dice son propios, pero de los que se ve excluido.

Esta breve explicación del poema de Hernández es necesaria para comprender la postura radical que significa construir una ficción que tiene como protagonista a la esposa de aquel gaucho, una chinita de 14 años que se ve dueña de su destino por primera vez. Si en el siglo XIX el conflicto entre Estado y pueblo se centraba en oposiciones entre campo–ciudad, terratenientes–campesinos, blanco–indio; el siglo XXI se manifiesta como la aceptación de la diversidad de un pueblo que busca eliminar las dicotomías y las categorizaciones fijas. En este contexto, la novela de Cabezón Cámara plantea una aventura de descubrimiento individual que, del mismo modo que Martín Fierro, propone un modo de ser que no conoce prejuicios.

 

La mujer como conflicto

Si en el siglo XIX el gaucho era la figura conflictiva para el establishment, hacia fines del siglo XX y en lo que vamos del siglo XXI, la figura de la mujer ocupa el lugar central del conflicto social. La protagonista que deja a sus hijos y se va a la aventura tiene catorce años, el conflicto está planteado todo ahí, de una vez: es una niña a la que se ha sexualizado y obligado a cumplir un papel sumiso frente a los deseos de los hombres.

La chinita no cumple con las expectativas que la sociedad (del XIX y del XXI) tiene de ella, se niega a ser madre de dos hijos que no deseó y a los que apenas sabe cuidar. A partir de ese momento de quiebre que se produce al comienzo, el centro de la trama estará puesto en el deseo, en el disfrute de la experiencia de búsqueda.

La sexualidad se vuelve un modo de descubrirse y de relacionarse, pero también de recuperar el cuerpo femenino como propio, de sustraerlo al imaginario del territorio conquistable y ponerlo bajo potestad del individuo. La mujer no es terra incognita ni tierra virgen, la mujer es caudal de maravillas bien administradas para el propio placer y de saberes que permiten sobrevivir en territorios hostiles.

La tierra vuelve a ser el único territorio cuando la mujer se vuelve agente de su historia.

 

La lengua del conocimiento

Si hay una nación (además de España) con la que Argentina tiene una relación de amor–odio particular es Inglaterra: una nación avanzada a la que admiramos y a la que desearíamos parecernos, pero al mismo tiempo frente a la cual marcamos nuestras diferencias con orgullo y tesón. La chinita se deja llevar a través del territorio de su propia nación por una guía extranjera que la orienta en una lengua que no corresponde a esas latitudes (y vale aquí preguntarse, qué lengua corresponde a la pampa de los pueblos nómades).

El avance de la carreta sumerge a los personajes en lo desconocido para lo que Liz responde con elementos traídos del otro lado del océano y China con saberes cotidianos de la tapera. Entre ambas surge una lengua híbrida que sólo es posible en esa carreta, en ese viaje, en esa nada que es la extensión de llanura sin bosques.

El uso de wool en la pampa o de capas impermeables perfumadas contrasta con un imaginario fuertemente arraigado en la sociedad, al punto de construir un texto que raya en lo fantástico. Podría preguntarse el lector cuáles son los eventos que contradicen la lógica del mundo, y la novela respondería que esos hechos son la libertad sexual, el goce desprejuiciado del cuerpo, la complicidad y comprensión de la diversidad sexual y genérica.

Si nos apegamos a la definición de fantástico como aquello que desafía las leyes del mundo y que nos presenta la posibilidad de que nuestra lógica sea errada y haya otras leyes que muevan al universo, entonces Las aventuras de la China Iron son un relato fantástico, alegre y enternecedor, que ojalá algún día se lea como texto realista.

 

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María José Schamun es licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde además cursa la maestría de Literatura Española e Hispanomaericana. Actualmente se desempeña como docente de literatura en nivel medio y, si bien ha publicado ensayos y cuentos en diferentes medios, es colaboradora permanente del blog literario El País de la Bruma y de la revista Escritores del Mundo.

 

«Las aventuras de la China Iron», de Gabriela Cabezón Cámara (Literatura Random House, 2017)

 

 

María José Schamun

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: Pablo Rey.