«Notas de Prensa (Press Records)»: La zona austral de Chile en la órbita del imperialismo norteamericano

Con el subtítulo de «El Estrecho de Magallanes y regiones adyacentes en la prensa estadounidense: 1836-1870», el investigador nacional Marco Antonio Barticevic Sapunar aborda la representación que el periodismo de la naciente superpotencia anglo–europea, entregaba acerca del extremo sur del país en pleno siglo XIX.

Por Juan Mihovilovich

Publicado el 9.9.2020

No es usual reconstruir fragmentos de la historia a partir de una recopilación de noticias durante un lapso predeterminado de la misma: 1836 al 1870, más aún, si aquellas dicen relación con el Estrecho de Magallanes, el Cabo de Hornos, Tierra del Fuego, la Patagonia e Islas Malvinas.

Sin embargo, Marco Antonio Barticevic se ha dado el trabajo de efectuar un minucioso estudio de investigación por alcance: evidenciar de qué manera una vasta región del cono sur del continente se fue desarrollando hasta alcanzar a ser, en dicho período, un sector atrayente para el resto del mundo, amén de las reiteradas desgracias, sufrimientos y muertes (exterminio indígena, entre otros) que ocasionó el conocimiento de un vasto territorio inexplorado.

Hay que recordar que la sola mención del El Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos los convertirían, de la noche a la mañana, en una puerta de entrada hacia el descubrimiento del oro en California, lo que derivó en pasos obligados de las antiguas embarcaciones trasladando a toda clase de aventureros en pos de la nueva riqueza, considerando la inexistencia del Canal de Panamá, el que, como se recordará, recién fue inaugurado el año 1914, consiguiéndose de ese modo disminuir significativamente la comunicación marítima y reduciendo abruptamente los costos comerciales marítimos entre los océanos Atlántico y Pacífico e impulsando el desarrollo básico para la expansión económica de regiones alejadas del mundo.

Pues bien, en tal perspectiva, y como acertadamente lo señala el autor, la eventual sustitución de los pasos obligados por el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos dio pábulo para que los periódicos de la época, principalmente norteamericanos, estuvieran sumamente interesados en evidenciar los naturales riesgos que importaban travesías tan largas por mares embravecidos producto de las inclemencias del tiempo, unidas a la escasa posibilidad de abastecimientos real, dadas las inmensas distancias existentes entre los puertos que cumplían tales funciones.

En tal sentido, conviene recordar también que, a los norteamericanos no solo les intrigaba conocer el destino de sus connacionales que arriesgaban sus vidas en la épica aventura de incursionar territorios ignotos, sino que además albergaban serias sospechas, producto de una imaginación obviamente carente de asidero, de que los pueblos originarios que habitaban La Patagonia y Tierra del Fuego serían indígenas absolutamente bárbaros que podían, si las circunstancias se producían, no solo apoderarse de los posibles restos de naufragios, sino incluso, hacer uso de la antropofagia.

Hay que rememorar, además, que Darwin no había sido muy magnánimo para definir a los habitantes nativos en sus viajes exploratorios junto a Fitz Roy en los años 1830 al considerarlos como “salvajes y degradados”, tan distintos de los que iban a bordo de las naves como pudieran ser los animales salvajes de los domésticos.

A guisa de ejemplo, se extraen del texto en cuestión, algunas informaciones que dan cuenta de la importancia de la ruta de navegación y de las vicisitudes que se debieron afrontar y que Barticevic ha “desenterrado” de la prensa estadounidense:

El The Daily Crescent de New Orleans en su edición del 16 de febrero de 1849, refiere, en lo pertinente:

“El paso por el Cabo de Hornos proporciona por ahora el único medio factible para alcanzar California con cantidades apreciables de mercancía o equipaje. El viaje es largo y tedioso, siendo 19.000 millas desde Nueva York y 17.500 desde Liverpool a San Francisco dependiendo de la estación del año y de los accidentes del viento…

“Sin embargo, la ruta es posible en cualquier época del año, ya que cuando el hielo flotante y las tormentas severas de junio, julio y agosto hacen peligroso el paso, los navegantes pasan a través del largo, angosto y torcido Estrecho de Magallanes…” (pág. 63).

O bien, el The New York Herald el 1 de septiembre de 1849 señala: “Se han dado instrucciones al barco estadounidense Vandalia para observar a los patagones y recuperar a un inmigrante californiano perdido entre ellos en el Estrecho de Magallanes, de una gran flota que se detuvo en busca de madera y agua en el Estrecho” (pág. 85).

A su vez, el The Daily Dispatch del 4 de junio de 1852 menciona que: “Gran conmoción se produjo en Honolulu como consecuencia de un informe de que la colonia chilena del Estrecho de Magallanes, que últimamente se rebeló, estaría en un crucero pirata en barcos estadounidenses en el Pacifico”  (pág. 143).

El 5 de abril de 1852 el mismo The New York Herald da a conocer más detalles de la terrible masacre en el Estrecho de Magallanes: “Gran conmoción en Valparaíso a raíz de la llegada del vapor Virago y del bergantín chileno Meteoro, acompañando a la barca estadounidense Florida y al bergantín británico Eliza Cornish con los revolucionarios del Estrecho de Magallanes. Todos desembarcaron el 24. Cambiaso (el líder asesino) fue conducido encadenado, en un birloche (cabriolé). Parecía muy cómodo y se divirtió enroscando su bigote y asintiendo con la cabeza a cualquier conocido casual en la multitud. Eran 350 en total, 180 de los cuales fueron tomados en por el Virago de a bordo del Eliza Cornish; el resto fue traído desde Chiloé, donde habían sido llevados a bordo del Florida, producto de la contrarrevolución que consiguió dominar a Cambiaso y sus hombres y entregar el barco a las autoridades legítimas. El capitán Talbot, del Eliza Cornish; el Sr. Cornish, pasajero y el hijo del propietario del barco Sr. Shaw, propietario del Florida, y otras ocho personas (incluida una mujer) fueron muertos a sangre fría sin causa aparente, sólo para satisfacer el anhelo de sangre de Cambiaso…” (pág. 131).

Tales alcances, naturalmente, está circunscrito al famoso motín de Cambiaso que tuvo una fuerte repercusión, no sólo en la zona y el país, sino que elevo a su autor y demás participantes a la categoría del mito y de leyenda.

En el Sunbury American de 5 de junio de 1852, en lo fundamental, se da a conocer el terrible destino de la misión patagónica del navío de su majestad Portland a través de un extensísimo, “informe-carta donde se explicita por parte del capitán Morshead sobre la muerte del comandante Gardiner y el conjunto del grupo enviado por la Patagonian Society en septiembre de 1850 a la isla Picton en el extremo sur de América…”. Y se agrega: “Es mi deber de melancolía informar, para conocimiento de sus señorías, que todos han perecido por inanición…” (págs. 144 y 145).

La edición del The New York Herald de 13 de septiembre de 1859 indica: “Algunos emigrantes alemanes han formado un asentamiento en el Estrecho de Magallanes. Un pirata, bajo bandera estadounidense, estuvo operando en barcos con dificultades en el Estrecho” (pág. 221).

En suma, la obra de recopilación efectuada con rigurosidad por parte de Marcos Barticevic constituye un esfuerzo destacado de dar a conocer a través de una exhaustiva investigación de los periódicos estadounidenses más representativos de la época diversas contingencias que suscitaron algún grado de conmoción que excedió las fronteras nacionales, verbigracia, la problemática relación diplomática de Chile y Argentina por las tierras patagónicas, el propio Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego. El destino de las diversas misiones religiosas, los procesos de colonización, los encuentros con las etnias yámanas, selknam, aoniken y kaweskar. El aprovechamiento de las minas de carbón, quedando pendiente los alcances relativos al genocidio indígena, etcétera.

Un texto indispensable que ha de servir, no sólo a los estudiosos de la historia, sino a quienes se interesan por conocer aspectos noticiosos desconocidos en la evolución humana de un espacio geográfico que ha sido fuente de grandes epopeyas, como también de exterminios nativos y de la configuración de un mundo particular y todavía misteriosos en sus orígenes.

 

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Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante autor chileno de la generación literaria de los 80, nacido en la zona austral de Magallanes. Entre sus obras destacan las novelas Útero (Zuramerica, 2020), Yo mi hermano (Lom, 2015), Grados de referencia (Lom, 2011) y El contagio de la locura (Lom, 2006, y semifinalista del prestigioso Premio Herralde en España, el año anterior).

De profesión abogado, se desempeña también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén. Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

El autor y su libro

 

 

Presentación del libro antes de la Cuarentena (Ediciones Fremen 2020)

 

 

Juan Mihovilovich

 

 

Imagen destacada: Marco Antonio Barticevic Sapunar.