«Nunca subí el Provincia»: El espacio que constituimos según Ignacio Agüero

Con secuencias que aspiran a un realzamiento de la cotidianeidad, y de una suerte de nostalgia que evoca al pasado como un tiempo donde aún no irrumpía la hipermodernización, el largometraje documental del director chileno —un estreno exclusivo de la plataforma Miradoc— reflexiona sobre tópicos que personifican una imagen audiovisual y contingente para este presente y el futuro.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 26.8.2020

La estructura y el olvido. El recuerdo y la modernización. El último largometraje documental del experimentado cineasta chileno se pasea por las memorias y el sentir colectivo. La experiencia, siempre construida desde la sensibilidad respecto de sí, de la otredad y del entorno, es aplastada, pisoteada, herida por la instalación de los cimientos.

Porque el recuerdo se basa en las memorias que se establecen a lo largo de la secuencia que constituye nuestra sensación. Y el terreno, el espacio que cohabita de manera inherente a nuestro entorno, es también un elemento que forma parte de la agencialidad que constituimos.

La memoria, entonces, queda subyugada a las ventanas anestésicas de los letreros. La individualidad consciente de sí, y de lo que le rodea, se ve atrapada en las telarañas que la hacen retorcerse de tanta estimulación. La marginalidad y la experiencia traumática son escenificadas tras el telón de fondo.

Quizás por eso Agüero rescata los testimonios que alguna vez constituyeron el ya mencionado sentir colectivo. La marginalidad, la otredad, la parte negada de la implantación del progreso moderno que quedó y queda aislada de los beneficios que de manera teórica sustentan el desarrollo.

Y la colectividad, o el grupo, queda separada en las partículas individuales que no pueden sino afirmar su propia realidad en la nulidad de su constitución. La atomización separatista de las particularidades, la separación de los individuos de la noción de totalidad, es la herramienta clave del mundo hipermoderno.

La percepción se aísla de la realidad fáctica y se sumerge en un absolutismo yoísta supremo. La ventaja corre más rápido que la concientización. Las imágenes del recuerdo y de la memoria quedan subyugadas tras las luces anestésicas de la publicidad y de la monumentalidad del cemento histriónico.

Así, con secuencias que aspiran a un realzamiento de la cotidianeidad, y de una  suerte de nostalgia que evoca al pasado como un espacio temporal donde aún no irrumpía la hipermodernización, el documental trata sobre algunos temas que constituyen una reflexión contingente para el presente y el futuro.

Las cosas están dominando a la alteridad y a la sensación. Las tiendas familiares que entregaban un sentido colectivo y tradicional quedan encadenadas al mercado sensacionalista y espectacularizado. La personalidad o la particularidad se pierden entre tanto embrollo.

El retrato y los testimonios son la herramienta artística para hacer frente a la objetivación total. El recuerdo, la memoria y las imágenes que se intentan ocultar desde la oficialidad están lejos de perder su vigencia en estos momentos. El bienestar basado en el olvido no debe ganarle la pulseada a nuestra percepción.

 

Si usted desea visionar el largometraje Nunca subí el Provincia, por favor siga este enlace.

 

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Carlos Pavez Montt

 

 

Imagen destacada: El cineasta chileno Ignacio Agüero (1952).