[Crítica] «Miserere»: Como una melodía que se expande

El nuevo libro del poeta, psicólogo y académico chileno Luis Cruz-Villalobos, recoge trabajos de prosa lírica escritos entre los años 2013 y 2022, y los cuales han sido publicados recientemente en versión bilingüe (inglés-español), al ser parte de la Colección Cuadrá-Tú del sello internacional de poesía Hebel Ediciones.

Por Ángela Gentile

Publicado el 5.2.2024

El poeta, Luis Cruz-Villalobos, respira en cada línea y eso convierte este libro en íntimo y reflexivo. Su búsqueda se asoma al alma, al soplo, al aliento sin intenciones ni de sanar ni de equilibrar. Hay un fervor manifiesto en esta poesía en prosa.

Sus versos por instantes hacen recordar el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz donde lo no visible impulsa a buscar las huellas. Las palabras se fusionan en una dimensión donde tanto la presencia como la ausencia son la única realidad. Desde el inicio Miserere, tal su título, propone detenerse sobre la dimensión de la vida y la poesía.

John Steiner escribió que: «el lenguaje es el depositario de cada verdad, pero también de la mentira y la mistificación». Cruz-Villalobos peregrina tanto por el Logos como por el Hipnos con la levedad necesaria que le permite el pensamiento:

«Qué me separa como promesa de esos sitios donde me sueño». De este modo, con la fluidez única para nombrarse, desambigua en versos la esencia: «Era extraño hablar con la luz que me había encontrado». La lectura prosigue hacia el encuentro de unidad con la mística personal: «Me voy y vuelvo, como una melodía que se expande. Soy sin ser».

 

Sobre un espacio inmensurable

El poeta contemplativo de este mundo, sabe que lo ha transitado y lo transita. Nada impone, solo renueva su propia esperanza en la purificación de los afectos: «Me muestra que el mundo cabe allí, en su centro, y que el cielo y la tierra, al fin, podrán abrazarse». Ese anhelo que para los griegos era un ir y venir de la naturaleza, es para el poeta también un destino.

Lo cíclico y lo vivencial conforman la eternidad, ese no-tiempo, ese οὐτόπος (utopos) ya no está ahí como en los siglos antiguos; porque la nostalgia aloja el recuerdo y lo regresa hasta la tribulación: «Por qué y por qué no».

Sus escritos fluyen, nominalizan y no se detienen hasta encontrar lo esencial: «Una flor que no es una flor sobre una superficie que ya no está, solo trazos que se han reproducido sobre un espacio inmensurables».

En esta dialéctica de razonar sobre la esencia que permanece después de la materia, hace que este libro se deba releer hacia el puerto de lo inteligible.

Los poemas permanecerán cara a cara con el tiempo; pero intuimos que quien los escribió ya se encuentra en plenitud: «Aquí quedará el denario que pagaron por mis versos y los lustros de talentos que pagaron por mi alma».

 

Ven y bésame la tristeza

Ven por favor, ahora que no puedo callar. Ven y bésame la tristeza, ésta que no logro guardar detrás de la boca; ésta que se me escapa por la garganta y brota desde mis dedos delgados y extensos, como articulación de palabras. Ven, te lo pido, así, calladamente, en el silencio más santo. Ven y sostén mi corazón con andamios, tórname canto alegre; tórname abrazo y dulzor. Pero si no lo logras, al menos ven y quédate aquí, junto a mi pecho palpitante y espanta la angustia de ver que todos estos días se vuelven vacíos y la soledad es más alta y ancha que las nubes de este otoño invernal. Ven, bésame con fuego, con nieve. Bésame con sangre, con piel, con lumbre, para que nada más que el amor importe en este leve suspiro que llamamos vivir. Ven, ámame con gestos, con prisa de más, con viento y tormenta. Ámame con manos y pies, con paso, con risa. Bésame así la tristeza, para poder no morir de verdad.

 

Fragilidad

Vienes a mí, fragilidad del universo. Vienes y me pides un pan. Yo no guardo nada en mis alforjas, por tanto te ofrezco sólo mi regazo. Y te sientas aquí y callamos. Oh fragilidad, mía y del universo, duerme aquí por siempre en mi regazo. No te marches, pues sin ti me pierdo en la vana ilusión del poder que se diluye como una gota diminuta en medio del mar.

 

Cruz celta

XI

La nostalgia tenía cinco años y caminaba saltando cuando iba por la calle de mano de su madre. Era una niña tierna y brillante, sabía que su padre algún día volvería de la tierra del más-allá, pero se lamentaba que tanto tardara su vuelta. La nostalgia no solía salir a jugar en grandes grupos, con amigos de todas partes, ella prefería quedarse con una o dos amigas en algún rincón, construyendo historias que les permitieran ver más allá de aquel tiempo de la extensa y honda ausencia.

 

XIV

Nos escondimos dentro de una botella, y nos lanzamos al mar a ver si alguien algún día, en algún lugar lejano, nos hallaba. Y quedamos a la deriva; casi se nos agotaron los temas y también el aire y el agua. Pero no, pues justo llegamos a manos de un náufrago que nos encontró en su solitaria costa. Nos besó las palabras, nos abrazó los silencios y nos dio un espacio tibio, justo al lado de su cansado corazón. Allí vivimos muchos años, entre sueño y realidad, llenos de amor y nostalgia que nos hacían recordar aquellas tierras de las que partimos un día para encontrar la paz, que no estaba sino allí, tan cerca, junto a los náufragos que habitan toda la tierra.

 

*Quienes deseen adquirir una copia en papel de este libro puede solicitarlo por medio del siguiente link.

 

 

 

***

Ángela Gentile nació en Berisso, Argentina, y es una destacada poeta y profesora de lengua y literatura tanto española como italiana. Becaria de la Universidad de la Perugia, también integró el Centro de Estudios Italianos (UNLP), y es Premio Nacional de Literatura de La Nación para el bienal 1985–1987.

 

«Miserere», de Luis Cruz-Villalobos (Colección Cuadrá-Tú, Hebel Ediciones, 2023).

 

 

 

Ángela Gentile

 

 

Imagen destacada: Hebel Ediciones.