[Crítica] «Una habitación con vistas»: Que los sentidos se apoderen del alma

Esta clásica novela de Edward Morgan Forster es una historia de amor que se inicia de forma casual, como todos los grandes relatos dramáticos: Lucy Honeychurch, una joven perteneciente a la buena sociedad inglesa, viaja a Italia acompañada de la anciana señorita Bartlett, una pariente suya, sin saber con qué y quienes se encontrarán en su destino.

Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda

Publicado el 15.3.2023

—Lo que ha hecho la Signora es inadmisible —dijo la señorita Bartlett—; no tiene derecho. Nos prometió habitaciones con vistas, orientadas al sur, y juntas. Y en lugar de eso están orientadas al norte, muy separadas y dan a un patio. ¡Qué desastre, Lucy!

El incipiente turismo surgido en el siglo XVIII fue una realidad, cada vez más usual, en la época victoriana. En obras como Los embajadores, Las alas de la paloma, o Daisy Miller, Henry James ponía de manifiesto ese gusto por paisajes franceses e italianos. Venecia o Florencia son destinos a los que se dirigían británicos y americanos de las clases altas.

Allí encontraban: «las colinas doradas, los cipreses altivos, las viñas y los campos de flores forman un paisaje prodigioso que habla del amor de los sentidos, permite que los sentidos se apoderen del alma».

Una habitación con vistas, de Edward Morgan Forster (1879-1970), es una historia de amor que se inicia de forma casual: así sucede siempre con los grandes relatos dramáticos y literarios. Lucy Honeychurch, una joven perteneciente a la buena sociedad inglesa, viaja a Italia acompañada de la anciana señorita Bartlett, una pariente suya, sin saber con qué y quienes se encontrarán en su destino.

 

El obstáculo de las convenciones sociales

Ambas son alojadas en unos cuartos sin ventanas al río Arno, unas vistas anheladas antes de viajar a Florencia. Dos personajes extravagantes para la época, George y su padre, se ofrecen a cambiar sus habitaciones, que tienen las vistas deseadas.

Durante un paseo por la Piazza della Signoria, Lucy presencia un altercado entre dos hombres que le causará una gran impresión. George, testigo de lo ocurrido, acude en su auxilio. Este suceso casual será el inicio de un inesperado idilio.

Un beso entre los jóvenes en la Toscana, con la presencia inesperada de la señorita Bartlett como testigo, hará que ambas abandonen Florencia a la mañana siguiente. De vuelta a Inglaterra, Lucy regresa a su vida plácida, y al noviazgo con un hombre convencional y un tanto frío, Cecil. Pero algo ha cambiado en la mentalidad de la joven.

En las páginas de esta deliciosa novela, contemplamos cómo Lucy Honeychurch: «intenta abrir camino a su personalidad superando el obstáculo de las convenciones sociales». E.M. Forster: «despliega una variada y atractiva galería de personajes y de sugerentes contrastes que hacen de ella una obra inolvidable».

James Ivory dirigió Una habitación con vistas en 1985. El guion de la película estuvo a cargo de la escritora Ruth Prawer Jhabval, quien ya había colaborado con el director norteamericano en películas como Howards End, basada en la novela de E.M. Forster, La mansión.

Maggie Smith, Denholm Elliott, Helena Bonham Carter y Julian Sands, son algunos de los protagonistas de esta inolvidable película, cuya música, compuesta por Richard Robbins, cuenta con la famosa aria O mio babbino caro de Giacomo Puccini.

Alianza Editorial ha contado con el gran traductor José Luis López Muñoz.

 

 

 

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Eduardo Suárez Fernández-Miranda es licenciado en Derecho de la Universidad de Sevilla (España).

 

«Una habitación con vistas», de E. M. Forster (Alianza Editorial, 2022)

 

 

 

Eduardo Suárez Fernández-Miranda

 

 

Imagen destacada: A Room With a View (1985).