Cuentos de «Sonata para un hombre lejano», de Yuri Vásquez: Las razones improbables para vivir

Presentado el último sábado en la edición de la Filsa 2018 que se desarrolla actualmente en la Estación Mapocho de la capital -y cuyo invitado de honor al evento es Perú-, el libro de relatos del narrador incaico plantea la siguiente interrogante, de acuerdo a la perspectiva crítica y estética de nuestro colaborador: «¿Qué intereses están en juego cuando salimos por un día de la maquinaria neoliberal en la que vivimos permanente y condenadamente insertos?». La respuesta, más abajo.

Por Francisco García Mendoza

Publicado el 29.10.2018

Es verdad que cuando uno lee un libro son múltiples las ideas a las que se puede aferrar para la construcción de un comentario, o en este caso, de una presentación.

Lo que voy a leer ahora da cuenta de una opción más bien personal, que tiene que ver quizás con ciertas obsesiones o temas que me preocupan hoy en día. Insisto, la riqueza de Sonata para un hombre lejano (Cascahuesos Editores, Arequipa, 2016) es mucho mayor que la interpretación un tanto selectiva y sesgada a la que voy a referirme ahora.

“Sonata para un hombre lejano” es el texto que abre el volumen de cuentos de Yuri Vásquez (Arequipa, 1963). El personaje principal -Esteban Gonzales- es un sujeto bastante enajenado, tiene un propósito claro y trabaja arduamente para ello. Lo que me recuerda, por supuesto, a las promesas que realizan los candidatos cuando aspiran a ocupar un cargo de pública elección. ¿Qué es lo primero que prometen? Empleos, más trabajo para las personas y lo hacen porque es, precisamente, lo que la gente siempre está demandando a la hora de entregar su voto. Raro. Extraño si lo pensamos con cierta distancia ajena a las lógicas del neoliberalismo actual. ¿Es posible ese extrañamiento, sin embargo? Difícil.

Lo que hace Yuri Vásquez en este primer relato es justamente tratar de sacar a su personaje de ese espacio de enajenación. Pero, claro, la imposibilidad de lograr la hazaña queda manifiesta en el desenlace que nos presenta. Esteban Gonzales es un hombre que trabaja horas extra teniendo como horizonte un ascenso en el banco en donde labora. Aunque manifiesta explícitamente que preferiría estar descansando, sus metas en la vida tienen que ver con la autoexplotación en una sociedad que ve la carga laboral esclavizante como un signo de éxito en la vida. Y eso ocurre en todo ámbito de escalamiento, en donde ser mejor que el otro muchas veces trae consecuencias nefastas para el círculo más íntimo de ese sujeto y para qué referirse a los pares a los que se obliga a superar: el colegio, la universidad, el trabajo en este caso. Dice Gonzales: “De este modo, pronto se haría realidad el auto Toyota que soñaba hace tiempo, el departamento propio en Miraflores y el viaje a Miami que siempre había querido realizar” (14). La enajenación de Gonzales es tal que es incapaz de notar la realidad que excede sus compromisos laborales y aspiraciones en ese banco -por lo demás, símbolo por excelencia de la urgencia neoliberal-. Y es de ese espacio justamente del que tratará de liberarlo otro personaje que siempre había estado en su vida, pero al que nunca vio realmente y al que nunca le prestó la atención que cualquier ser humano interesado en otro se merece. Todo este primer cuento trata finalmente del fracaso, vivimos en una sociedad que impone el exitismo económico en desmedro de otro tipo de realizaciones vitales. Es una realidad que se nos proyecta sobre otra y nosotros no nos damos cuenta, o peor aún, escogemos asumir esa realidad como la única posible y nos pasamos la vida entera aferrándonos a ella.

Me parece, en este punto, que el fracaso será uno de los temas centrales en la articulación de los cuentos del libro de Yuri Vásquez. El fracaso como tema que atraviesa transversalmente los cuentos manifestándose en las acciones y consecuencias del permanente deambular de los personajes. Porque siempre están yendo de un lado a otro, como buscando un lugar de pertenencia, como escapando de la realidad en la que están inmersos o simplemente condenados a la eterna búsqueda de la felicidad imposible que el sistema se ha encargado de venderles.

Continuando con la lectura, el cuento titulado “Entre el mito, el amor y la lluvia” presenta una biblioteca personal que se muestra precisamente como un espacio ajeno al apuro del mundo anteriormente descrito. Egipto y Mesopotamia aparecen como civilizaciones de ensueño. Una concepción de mundo en donde se piensa el universo como: “(…) una masa de agua en el cual nuestro mundo forma una burbuja” (49), un espacio en donde es posible imaginar la lluvia como pequeñas partículas de ese universo permeando hacia la Tierra.

Por otra parte, en “La fiesta del sol” -cuarto relato del libro- se nos presenta un escenario altiplánico, un lugar perdido en Los Andes en donde el narrador y los lugareños de cierta manera anhelan un mundo primigenio: “Percibí vagamente, y creo que también los demás, aunque ellos con mayor lucidez, que en esos saludos amistosos flotaba una alegría antigua, como si nosotros, los recién llegados, fuéramos parte de una historia necesaria e importante que ellos esperaban siempre” (63). Aunque finalmente -y vuelvo a la idea inicial del fracaso- pareciera no existir en realidad lugar ajeno a las lógicas capitalistas del mercado y la competencia: “Mientras caminaba veía de manera vaga, a lo largo de las veredas, un sin número de mesitas de comercio callejero, cuyos dueños se esmeraban en vender, bajo las libres normas de la truculenta competencia, diversos artículos y productos que según pregonaban a voz en cuello, era la mejor maravilla nunca vista” (70).

En este relato el cuerpo de la mujer aparece también como objeto ofertable al bolsillo de los hombres, y aquí quisiera detenerme para aventurar una hipótesis transcurrida ya la mitad de mi lectura: el libro de Yuri Vásquez presenta, en su mayoría, protagonistas masculinos con ciertos rasgos sociopáticos cuando se trata de las relaciones con mujeres. Ellas, por el contrario, aparecen como sujetos más bien pasivos o idealizados que están, de cierta manera, llamadas a acudir, acompañar y satisfacer las carencias del hombre. No pasan mucho más allá de eso, de la incidencia o de la objetualización llevada al extremo, por ejemplo -y aquí me adelanto- exageradamente marcada en el último de los cuentos titulado “La gata griega”. Ese paternalismo naturalizado en la relación hombre/mujer, en donde incluso la mujer también suele normalizarlo -lo que nos remite más bien no a la construcción del personaje, sino a la dimensión narrativa del texto-, es quizá la mayor deficiencia del volumen y un aspecto al que se debe poner atención al momento de la escritura. Ese cambio de paradigma en el mundo contemporáneo debe -insisto-, debe, también involucrar a la literatura.

Pero vuelvo a lo anterior, “El libro de los siglos”, cuento que trabaja en torno a las preguntas más que a las respuestas -lo que es un acierto: jugar con esa incertidumbre-, presenta una tesis que tiene que ver con el sinsentido de la vida. Morir por nada. Al final de tu vida te das cuenta de que todo por lo que has luchado, todo lo que has conseguido con esfuerzo, con sacrificio, autoexplotándote y ninguneando al resto, en este sistema que exige de las personas un estado permanente de producción y acumulación de capital, es finalmente un sinsentido; porque mirado desde la perspectiva que propone el cuento, todo eso en verdad no sirve para absolutamente nada. Y es quizá el cuento titulado “La vida detrás de un biombo” el que nos remece la conciencia en apenas un párrafo, un breve comentario que pareciera ser marginal o no tener importancia en la construcción del relato, pero que a final de cuentas me resulta a mí -en esta lectura- fundamental: “Se desenvolvía, pues, como siempre: sus gestos, sus movimientos, sus decisiones eran una mera repetición, un simple eco, de los actos consuetudinarios que había cumplido toda su vida” (129).

Entonces, claro, la pregunta clave que plantea el libro de Yuri Vásquez, o más bien, una de las preguntas que me obsesionó y guió mi lectura que hoy intento plasmar en esta presentación es: ¿para qué vivimos finalmente? O quizás: ¿para quién vivimos realmente? ¿Qué intereses están en juego cuando sentimos esa culpa por faltar un día al trabajo? O para plantearlo desde la lectura que he tratado de proponer: ¿Qué intereses están en juego cuando salimos por un día de la maquinaria neoliberal en la que vivimos permanente y condenadamente insertos? Porque cuando pensamos solo en nosotros mismos, en nuestra relación con los demás, siempre hay efectos colaterales, siempre.

 

Francisco García Mendoza (1989) es escritor y profesor de Estado en castellano y magíster en literatura latinoamericana y chilena titulado en la Universidad de Santiago de Chile. Como creador de ficciones, en tanto, ha publicado las siguientes novelas: Morir de amor (2012) y A ti siempre te gustaron las niñas (2016), ambas bajo el sello Editorial Librosdementira.

 

«Sonata para un hombre lejano», de Yuri Vásquez (Cascahuesos, 2016)

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: El escritor peruano Yuri Vásquez, por Julio del Carpio.