«El sol tiene color papaya»: Libre en la medida de lo posible  

El título de Daniel Campusano es una novela que mantiene una tensión narrativa que se extiende a lo largo de sus páginas y que ratifica lo que su autor exhibió en «No me vayas a soltar» (su obra anterior a ésta): oficio y un talento especial para narrar historias que parecen triviales, pero que en su contexto alcanzan tintes universales.

Por Cristián Brito Villalobos

Publicado el 24.1.2020

Un profesor se ha alejado de la docencia por un año. Antonio, el docente, comienza luego a hacer clases en un colegio exclusivo de la capital. Es ahí donde se topa con Agustina, una estudiante que se muestra con una personalidad fuerte; es grosera e insolente, pero hay algo en ella que llama profundamente la atención del maestro.

La narración comienza con el diálogo de la inspectora del colegio San Alfonso, que advierte sobre una alumna difícil de llevar. El colegio tiene una férrea disciplina católica. Agustina es una muchacha intrépida que pretende conseguir sus metas sin mediar la forma, tanto dentro como fuera del colegio. Ella busca a su padre biológico. De él sabe poco; solo que fue profesor en el preuniversitario de su madre. Ella nace en EE.UU. y su apellido formal es de un amigo cercano a la familia.

Es así como el profesor apoyará a la alumna, más que nada obligado que por su propia voluntad. Los límites en la relación entre profesor y alumna y su correlación con la vida que lleva en la escolaridad en el barrio alto lo desafían, confunde al maestro, llegando inclusive a dudar de su vocación.

Agustina se niega a seguir  las normas sociales y de la familia, principalmente por la manera en que la ven los adultos. Su abuelo Octavio está comprometido en ventas de acciones que no se armonizan con el mercado y las boletas ideológicamente falsas. Mientras que su mamá sigue una vida sana, como una hippie.

El sol tiene color papaya es un libro que se desarrolla a modo de saga, la de Antonio en los colegios de Santiago de mayores ingresos, dejando al descubierto las maneras en que se desenvuelven este tipo de lugares de privilegios. Así, esta novela es un volumen interesante, que mantiene una tensión narrativa que se extiende a lo largo de sus páginas y que ratifica lo que Daniel Campusano (1983) exhibió en No me vayas a soltar; oficio y un talento especial para narrar historias que parecen triviales, pero que en su contexto alcanzan tintes universales. Una lectura muy recomendable.

 

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Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado por la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

«El sol tiene color papaya», de Daniel Campusano

 

 

 

Cristián Brito Villalobos

 

 

Crédito de la imagen destacada: La Pollera Ediciones.