[Ensayo] «La herida»: Retrato de una mujer atrapada en la rabia

El primer largometraje de ficción del realizador Fernando Franco es una genial ópera prima que logró el reconocimiento de público y crítica, y un filme que ganó —entre otros galardones— el premio especial del jurado concedido por el Festival de San Sebastián 2013 y el de mejor director novel de los Goya 2014.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 10.10.2023

«La rabia es un ácido que puede hacer más daño en el recipiente en el que se almacena que en cualquier otra cosa en que se vierte».
Mark Twain

En los muros de algunas ciudades de este contradictorio y a menudo desmemoriado país que es España, aparecieron —hace bien poco— graffitis que vitoreaban al difunto dictador: «caudillo por la gracia de Dios» (dicho sea de paso, que manía universal esa de meter a la divinidad en los despropósitos humanos).

Ante esa proclama fascista algunos en lúcida inspiración añadieron el apellido de un grande —muy grande a mi entender— de la creación musical italiana, transformando así su dolorosa desarmonía en un canto a la libertad artística: «Viva Franco… Battiato».

Un apellido italiano que lo cambia todo y del mismo modo un nombre español que también pudiera hacerlo porque de tener uno la oportunidad de modificar los graffitis de la «vergüenza» —en el hipotético caso de que aparecieran en mi ciudad— me sería difícil escoger entre ese «Viva Franco Battiato» o un también merecido «Viva Fernando Franco».

Y es que la trayectoria artística de este polifacético sevillano es excelente. Ha sido montador de más de veinte películas, obteniendo el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por su buen trabajo en Blancanieves (2012).

Y tras realizar distintos cortometrajes y videoclips musicales (en especial del madrileño grupo de rock alternativo Vetusta Morla) se estrenó en el largometraje con La herida (2013), una genial ópera prima que logró el reconocimiento de público y crítica.

La película ganó —entre otros galardones— el premio especial del jurado del Festival de San Sebastián 2013 y el de mejor director novel de los Premios Goya 2014. Se galardonó la película y asimismo en ambos casos (Concha de Plata a la mejor actriz y mejor actriz principal en los Goya) la impresionante interpretación de su protagonista Marián Álvarez como la atormentada Ana, una mujer esquiva con tendencia a la agresividad verbal y física.

Según comentó Franco en su día a distintos medios como El Antepenúltimo Mohicano que inicialmente pensó en hacer un filme documental pero pronto entendió que era mejor hablar de las consecuencias extremas de las heridas del alma mediante una ficción.

Pero fiel a esa idea primigenia, la suya es una ficción hecha a modo realista con tomas de cámara en mano y con una estructura narrativa donde las tareas rutinarias cobran protagonismo. Se nos muestra el día a día de Ana —incluso su ducharse o su lavarse los dientes— en una logradísima cercanía que favorece el que sintamos todo lo que sucede desde su doloroso sentir.

 

Autolesionarse

Porque Ana es una joven doliente que tiende a ser agresiva en sus relaciones tanto laborales como personales, aunque a menudo al darse cuenta de sus excesos busca enmendar su error y ser perdonada por el otro. Le ocurre con su compañero de trabajo quien hace gala de gran paciencia con ella y le ocurre con su pareja, un chico que ya está al borde de su tolerancia.

Con todo, si a alguien agrede con más saña, es a ella misma. Así, se nos muestra en esa intimidad diaria: cómo se corta con cuchillas y también el modo en que se quema con los cigarrillos que consume en ansiedad compulsiva. Ana no está bien y poco a poco iremos vislumbrando el origen de su herida.

No obstante, ella tiene otra cara mucho más amable. Lo mejor de sí se lo ofrece a los desvalidos pacientes a los cuales traslada y acompaña en ambulancia como técnico de emergencias sanitarias.

 

Llorarse

En ese abrazo al vulnerable iremos entendiendo que está el abrazo —negado por el otro y por sí misma— a su propia vulnerabilidad.

La herida se vislumbra provocada en el entorno familiar. Ana convive con su madre, pero en unos mínimos muy pequeños de convivencia. La mayor parte del tiempo que está en casa permanece encerrada en su habitación.

Y lo poco que hablan son formalidades pese a los infructuosos esfuerzos de la madre. En un momento dado y hablando del padre que se va a casar de nuevo, Ana descarga su rabia contra ella acusándola de falta de coraje.

De hecho, Franco asegura que no quería dejar claro el motivo concreto de la herida, del lastre de su pasado porque su interés fue retratar la reacción en ella por ese pasado doliente.

Pero parece evidente que algo grave le ocurrió con el padre, puesto que le insulta con rabia cuando asiste a su boda. Le insulta con mucha más carga de ira que con la madre y tras ese soltar visceral se nos muestra cómo le sangra la nariz.

Habíamos visto antes la sangre forzada en sus cortes quizás como modo de sentir su dolor a flor de piel, como modo de hacer aflorar lágrimas de sangre encapsuladas en su atormentado interior, en su atormentada alma que no encontraba el modo de llorarse.

Sin embargo, en esta descarga natural y necesaria ante el padre se produce la simbólica hemorragia nasal —la sangre de vida brota proclamando un aparatoso estar «hasta las narices»— lo que puede entenderse como un punto de inflexión en su modo de vivenciar su dolor, un leve atisbo de salida a su bucle autodestructivo.

Así lo entiende Franco quien habla de final abierto afirmando que para él es esperanzador ese llorarse en sangre. Pero por encima de toda consideración personal, su interés es el plantear más preguntas que respuestas al espectador.

De alguna manera —entiendo— nos plantea qué hacer ante la rabia ajena y propia; esa rabia ajena de la que solemos huir en miedo o combatir en espirales conflictivas, y especialmente ese rencor propio que solemos negar —o esconder— y que en ocasiones descargamos por facilidad con quien no corresponde.

Una rabia que sin duda daña al otro pero que como sabiamente expresa Twain daña en mayor medida a quien la lleva dentro sea o no consciente de ello.

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: La herida (2013).