[Entrevista] Juan Pablo Sutherland: «La figura de la ‘loca’ podría ser nuestro esencialismo estratégico frente a lo gay»

El connotado escritor chileno dialoga con el Diario «Cine y Literatura» a raíz de la reedición de su mítica monografía «Nación marica» (2009), la cual después de trece años vuelve a publicar actualizada y corregida, y situada desde esa búsqueda cultural y política que él mismo define como utópica y siempre en fuga.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 6.6.2022

Nación marica. Prácticas culturales y crítica activista latinoamericana (Los Perros Románticos, 2021) es la última publicación de Juan Pablo Sutherland.

En esta reedición, Sutherland revisa críticamente su trabajo, originalmente publicado hace más de una década, para actualizar percepciones, incorporar nuevos signos y síntomas, y reivindicar su trabajo y campos de estudios desde un lugar de denuncia política:

«Mi horizonte sigue siendo utópico, eso significa que podemos seguir insistiendo en puntos de fuga, en nuevas formas de entender los saberes del activismo más crítico, pues los escenarios siguen siendo muy complejos…», explica.

Gilda Luongo contextualiza: «El término Nación que Juan Pablo Sutherland usa para sintetizar esta serie de artículos de diverso tipo organizados o aunados en este texto, introduce una discusión álgida en términos políticos y culturales. La Nación ha sido una construcción necesaria para fundar América Latina que ha intentado, las más de las veces, ocultar los anhelos hegemónicos de esta ideación para levantar territorios de comunidades homogéneas, aglutinadas en torno al paradigma occidental sostenido desde el proyecto moderno central», describe la investigadora.

 

«El activismo marica de izquierda»

—Describes esta publicación como un «texto nómade y batallante que vuelve a visitar las trayectorias realizadas, pero que además problematiza el presente críticamente». Naturalmente pienso en el trabajo de Rosi Braidotti en torno al nomadismo. El/la nómade no puede reducirse a una forma lineal, sino que más bien constituye un sitio de conexiones múltiples. Originalmente publicado el 2009, esta es una oportunidad para hacer un paneo histórico y sociológico. ¿Cómo se lee la noción de «disidencia» hoy?

Nación marica funciona como una caja de herramientas modular que cruza momentos, experiencias estéticas, escrituras, y activismo sexo-disidentes de los últimos 30 años. Es decir, el libro se armó con un tipo de conciencia crítica que se desplaza contradiciendo las convenciones normativas establecidas.

Hice un recorrido zigzagueante, no lineal como bien dices, que pretende provocar rupturas discursivas y políticas, de lo que entendemos como subjetividades minoritarias que estarían siempre reconfigurándose. Quizás por eso la literatura, las artes visuales y los activismos maricas son tan importante en la construcción de Nación marica.

Hay mucho de los debates culturales y políticos de la diferencia sexual, de la diversidad sexual o de las disidencias sexuales que fuimos viviendo las ultimas tres décadas.

Recuerdo los primeros debates de la traducción del queer/KUIR en América Latina, el cruce entre la performance y los nuevos activismos sexuales, el cuestionamiento a las nociones de diversidad sexual o la crítica a la institucionalización del movimiento homosexual a fines de los 90.

La noción de disidencias sexuales comenzó a tomar posición como un gesto de micro políticas que ya sospechaban de la institucionalización de las organizaciones gays tradicionales junto con desordenar en una genealogía más provocadora las identidades sexuales y sus ficciones políticas.

Este escenario trae, además, la discusión sobre el archivo marica, es decir revisitar la secuencia de politización de un activismo situado, local, que obviamente provocará diferencias en las formas de entender figuras como la loca, que podría ser nuestro esencialismo estratégico frente a lo gay más institucional.

Es decir, de alguna manera el archivo que recorre el libro funciona como la exhibición de los debates, pugnas, estéticas, y cuerpos que se pusieron en escena para hacer la política en una nación minoritaria que interrogaba los paradigmas incluso más tradicionales del activismo marica de izquierda.

 

«Mi horizonte sigue siendo utópico»

—Al organizar la segunda edición, explicas que han desechado algunos textos de época «que cumplieron con su pólvora activista en su momento» y reivindicas la pulsión de la reflexión. Quería preguntarte por las plataformas (académicas y otras) que (re)toman estas pulsiones. Me preocupa, por ejemplo, la ramificación en los estudios de género (departamentos universitarios) donde ha ido desapareciendo el «women»/»mujer» como categoría de estudio. ¿Qué opinas de estas amalgamas que suelen derivar en apropiaciones, subsumisiones, invisibilizaciones?

—La agenda global académica, suele volver a prácticas donde la fetichización de lo subalterno se convierte en moneda de cambio y crédito de solvencia crítica. Eso ha sucedido tanto con feminismos academicista o la agenda queer que, mal entendida borra la interseccionalidad, el activismo situado o provoca la despolitización de las sexualidades críticas.

En la Universidad de Chile donde hice clases en Facultad de Ciencias Sociales y en la Facultad de Filosofía y de Humanidades por muchos años, los estudios de género y el feminismo cultural más batallante contaminaron el aula universitaria de saberes callejeros, no indexados al saber institucional, creo que eso fue un proceso bello y potente que dio muchas derivaciones y construyó caminos.

La revista Nomadías, La Revista de Crítica Cultural fueron esas pulsiones que iniciaron el camino. Es cierto, además, que ha pasado mucha agua bajo el puente, y que la noción de género se institucionalizó, cuestión que no debería ser un problema en la medida que su latencia política siguiera existiendo. El problema es cuando los nuevos saberes son vaciados y se convierten solo en un logotipo institucional.

Mi horizonte sigue siendo utópico, eso significa que podemos seguir insistiendo en puntos de fuga, en nuevas formas de entender los saberes del activismo más crítico, pues los escenarios siguen siendo muy complejos y hay momentos que el signo mujer puede ser un esencialismo estratégico relevante para convocar y otras veces, es necesario acusar recibo de posiciones conservadoras de la naturalización del signo mujer.

Ese mismo peligro, ocurre en el campo de los activismos sexuales o las homonormatividades que tienen un lugar influyente en la cultura gay global.

 

La construcción de sensibilidades estéticas

—En la entrevista que te hizo Nelly Richard el año 2000 ella apunta certeramente a una cuestión que, creo, permanece como crisis: «la comercialización del tema gay produce visualmente una multitud de cuerpos integrados, serializados, según la moda que rige las apariencias sexuales en los espacios de socialización…». Como es obvio, el mercado se adapta rápidamente para productivizar los cuerpos a explotar. ¿Hacia dónde crees que se ha desplazado hoy este foco? ¿Cómo se ha reciclado este mercado?

—He intentado responder en diversos trabajos a esa pregunta, pues como tú sabes y lo mencionas, los escenarios cambian rápidamente. Quizás una idea que tengo fresca todavía es la secuencia cruising/grinder como dos momentos de la sociabilidad gay que marcan tendencia respecto a los cuerpos, a la construcción de sensibilidades estéticas y modos de entrar a la matrix.

En Grindermanias, libro publicado el año pasado, retomé quizás algunas problematizaciones de Nación marica para pensar esas transformaciones. El fruto de eso fue entender que Grindr se ha transformado en un teatro virtual que produce desde su interfaz nuevas formas de producción de subjetividades en el marco de la homonormatividad.

Las masculinidades presentadas en Grindr actúan como miles de reflejos de sus usuarios que en un instantáneo presente negocian exploraciones de sí mismos como vales de intercambios con otros, aquí se fuga incluso, la materialidad de los cuerpos del antiguo cruising.

Quizás este ejemplo revisa en algo cómo el mercado o el capitalismo virtual propone nuevas escenas. En ese sentido también creo que es posible resistir incluso en las porosidades posibles desde su interior. Quizás las nuevas resistencias no las veamos tan claramente, pero existen, pues el deseo o las prácticas sexuales en momentos exceden el lugar que las convoca.

Pienso por ejemplo en el fenómeno del Chemsex (sexo químico) y todo lo que significa pensar prácticas sexuales que ya están marcadas por drogas sintéticas exclusivas para experiencias de goce y las pocas políticas para entender nuevos fenómenos que cruzan mercados, cuerpos, ficciones sociales y políticas de resistencia.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Nación marica», de Juan Pablo Sutherland (Los Perros Románticos, 2022)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Crédito de la imagen destacada: Macarena Rodríguez.