[Ensayo] Cortometrajes de David Lynch: Los cimientos de un cine influyente

En conmemoración por sus 75 años, la plataforma de streaming CentroArteAlamaeda.tv, exhibe y recoge cuatro breves filmes rodados en los inicios artísticos del emblemático realizador audiovisual estadounidense: «Six Men Getting Sick (Six Times)» (1966), «The Alphabet» (1968), «The Grandmother» (1970) y «The Amputee» (1974).

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 22.1.2021

Si Erraserhead ha envejecido como si fuera un Sauvignon (1977), es justo por la forma en que su director supo plasmarla. Una verdadera obra de horror.

Influenciado por las ideas del vanguardismo, así como las crudas experiencias de su niñez, este director oriundo de Montana destaca por apelar a los pensamientos reprimidos, haciéndolos florecer por medio de su mezcla entre la pintura y la técnica del Stop Motion. De esta forma logra sumergir a su audiencia en un genuino estado de alerta, cosa que es raro ver en el terror actual.

Por supuesto, con esto no quiero decir que películas como El conjuro sean esencialmente malas (2013), pero están tan ligadas a lo que hizo El exorcista en su tiempo (1973), sumado a que el demonio de turno sigue la misma burda rutina, que francamente ya ni da gracia.

El problema con estos bichos es que se esmeran demasiado en verse aterradores, al punto de que olvidan captar la sustancia. Y esto porque, en sí, fuera de decir: “soy un demonio y quiero tu alma”, estos personajes no tienen nada más para ofrecer.

Y justamente esa es la principal diferencia entre David Lynch y las adaptaciones del museo de los Warren, que en su repertorio hay una amplia variedad de complejos que más de uno ha podido experimentar.

Porque mientras la pesadilla de estar poseído es una experiencia que muy pocos han visto (y que la mayor parte del tiempo se tratan de delirios esquizoides), estos relatos van desde accidentes que cambian tu vida hasta la pérdida de un ser amado.

Es aquí donde parte su pequeña serie de cortometrajes, esa que empezaría a trazar los encuadres que darían forma a su obra final.

 

«The Alphabet» (1968)

 

Ese monstruo llamado ansiedad

A modo general, estos trabajos generan una combinación entre pintura expresionista y puntillismo, en cuyos planos siempre destaca una expansión de abajo hacia arriba, emulando el nacimiento de una planta. Una ingeniosa metáfora sobre la vida y la difusión de la misma por sobre el plano.

Asimismo, la música va de una combinación entre mutes abruptos y ruidos incomprensibles, cubriendo el plano con una atmósfera estremecedora, a la vez que suma, en ciertos casos, una frecuencia que refleje inocencia.

Dicho elemento sería este miso en el salteado de su creación: The Alphabet (1968), pieza que surgiría de sus ganancias con Six Men Getting Sick en 1967, su obra debut. En esta, su esposa Peggy interpretaría el papel de una joven presa de la ansiedad, mientras que las letras del alfabeto resuenan de voz de unos niños.

Para lograr este proyecto, es importante mencionar la construcción de sus tomas, en las que enfatizan el cuerpo recostado de Peggy mientras se retuerce en su locura, la que nos recuerda las presiones que afrontan los niños durante su etapa escolar.

¿Y es que quién no tuvo ese ramo que te revolvía de miedo el estómago? El mío era Física.

Ahora bien, un patrón común en la faceta de horror de Lynch va de la mano de su retrato de la ansiedad, sentimiento que devora a sus personajes como gangrena hasta que simplemente colapsan. Un monstruo que no pueden combatir y que a duras penas pueden entender; y que si alguna vez alguien pudo sobrellevar, es un privilegiado. En otras palabras, un monstruo real.

¿Pero cómo no sería un monstruo real si es un monstruo que el mismo conoció cara a cara?

Justamente, The Grandmother (1970) es esa confesión que refleja lo que era la niñez en los 50. Aquí, nos contarían la vida de un niño que se refugia del abuso de sus padres en los brazos de su abuela, curiosamente, invocada del tronco de un árbol que este mismo cultiva.

Esta historia mezclaría la expresión de la pintura y los convulsivos movimientos corporales en Stop Motion, logrando, especialmente en los movimientos del padre, sacar esa expresión animalesca y hostil a la que no querríamos acercarnos.

Tales movimientos contrastarían con la de esta abuela, cuyo desplante siempre es suave, acogedor, transmitiendo seguridad a la audiencia, así como a nuestro protagonista.

De esta manera, The Grandmother conseguiría ese balance entre sofocar de miedo a la audiencia y darle algo para amar, irónicamente, desatando otro de los miedos propios del subconsciente: el miedo a perder lo que amas.

Algo similar se puede decir de The Amputee (1974), la cual nos presenta a una mujer sin piernas que trata de rehacer su vida. Esta toma hace reflexionar al espectador, quien ante la presencia de esta mujer mutilada, es casi un reflejo tocarse las piernas y sentir alivio porque están ahí.

Ahora, si bien The Grandmother nos presenta a un personaje que teme perder a un ser amado, por quien además empatizamos, The Amputee proyecta ese miedo directamente en el espectador, al poner de forma tan explícita a un personaje que ha perdido algo tan esencial, y que hace tripas del corazón sin pestañear un solo segundo.

Así, solo nos queda preguntarnos una cosa: ¿seremos capaces de tomar la experiencia de forma tan firme?

Cabe destacar, que este corto en particular sobresale por tener ese encuadre propio de un documental, difuminando esa línea que racionalmente delimita a la ficción, de modo que podrías pasar su contenido como un hecho verídico y muchos lo creerían. Aquello a lo que George Lucas suele denominar “Cine Realidad”.

Y es justo por este “Cine Realidad” que Erraserhead logra encapsular tanto miedo en sus espectadores, porque apela directamente a esa realidad que en segundos nos cambia la vida, esa que puede ponernos de cabeza si la ocasión lo provoca y nosotros apenas podríamos reaccionar.

Esto sumado a la clara contextualización social que Lynch proyecta en su trabajo, replicando en sumo detalle las tensiones propias de su periodo (algunas todavía vigentes). Elementos cuya simpleza bastaría para tocar esas fibras sensibles, justo como vimos en su obra debut, pues estos hombres vomitando al son de una sirena no fueron solo una ocurrencia.

En sí, esta idea en su plano vendría a retratar esta alarma pública de un posible bombardeo (uno que nunca llegaría), cuya repetición constante solo haría acumular la tensión en sus oyentes, y por ende, su ansiedad, hasta finalmente colapsar.

Nuevamente, este monstruo llamado ansiedad demostraría lo brutal de sus movimientos; y tal vez no tendrá las legiones de Valak, o los dones oníricos de Freddy Kruger, pero sí sabe cómo socavar al espectador. Como esa gota de agua en la frente que cae una y otra vez, erosionando la psique de su víctima, aguardando para dar el golpe de gracia.

Y es por esto que el trabajo de David Lynch resulta ser tan aterrador, y su monstruo, ansiedad, una amenaza tan devastadora. Un trago ideal para aquellos que de hace mucho no experimentan un miedo tan genuino en el cine.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero quien ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.

Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine.

También es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y licenciado en educación y profesor de educación básica titulado en la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez.

 

«The Amputee» (1974)

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: The Grandmother (1970).