Basada en la novela «Queen of Scots: The True Life of Mary Stuart» de John Guy y con guión adaptado bajo la firma de Beau Willmon, la realizadora británica Josie Rourke nos ofrece una buena película con cuidada ambientación. Aunque el retrato de las dos reinas protagonistas (Isabel Tudor y María Estuardo) no es del todo cierto, el filme exhibe la dura lucha de ambas por ostentar el poder en un mundo dominado por los hombres. Margott Robie es una muy convincente Isabel I y Saoirse Ronan brilla como María, interpretación que a mi juicio en nada desmerece a la de otras grandes actrices como Vanessa Redgrave o Katharine Hepburn, quienes encarnaron a la monarca católica en anteriores versiones cinematográficas.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 25.2.2019
Preliminar
No es casual la coincidencia en cartelera española de dos películas que tratan sobre mujeres con gran poder, esta y la muy recomendable La favorita. Nos encontramos en un tiempo donde afortunadamente la mujer (y por ende la feminidad) va recuperando su lugar, lugar del que nunca debió ser apartada. Ya no vale lo de «detrás de un gran hombre está una gran mujer» y mucho menos sirven las ciegas visiones del mundo desde lo masculino escindido.
Estamos en el camino del empoderamiento de la feminidad, esa rica polaridad que late en las entrañas del corazón y que durante demasiado tiempo ha sido muy maltratada en cada persona. Feminidad que habitualmente es más sentida en la mujer, aunque no siempre; se puede ser hombre plenamente conectado a la riqueza femenina y se puede ser mujer desconectada de ella. Y nada tiene que ver con el aspecto ni con las preferencias sexuales de cada cual. Obras como esta reflejan en su forma de estar tratadas dramáticamente este resurgir y a la vez ayudan a poner en evidencia las sombras del poder cuando se ejerce sin entender-respetar-integrar esa feminidad, sean hombres o mujeres quienes lo ostenten.
El conflicto
En tiempos de María Estuardo (1542 – 1587) e Isabel Tudor (1533 – 1603) era toda una rareza que el poder estuviera en manos de mujeres y una utopía que la feminidad fuera tomada en cuenta. De hecho, es muy reciente el resurgir de la feminidad a nivel global; parece que hayamos necesitado llegar hasta el límite para darnos cuenta de que si sometemos a la riqueza femenina nos sometemos a nosotros mismos, a cada persona, a toda la sociedad y al medio-planeta en el que vivimos. Pisar duele a los pisados y también al que pisa aunque no sea consciente de ello.
Isabel es reina de Inglaterra gracias a que su prima María (la monarca legítima) se marchó a Francia casándose con su rey. Pero al morir este, María regresa a su Escocia como reina para reclamar ser también la heredera de la corona de Inglaterra. Se crea un conflicto politico-religioso entre ambas soberanas y entre ambos reinos; Isabel es protestante y como tal asume todo el poder mientras que María al ser católica se somete a los dictados de su Papa.
Dos formas de ser
Para lidiar en un mundo dominado por los hombres Isabel pronto renuncia a su condición de mujer, a su feminidad. Ella tiene afán combativo, su objetivo es vencer-someter a María y ve a Escocia como enemiga. Cuando finalmente se encuentran las dos (hecho que en la realidad histórica no se produjo) la realizadora nos ofrece una bella escena entre telas tendidas en la que Isabel le confiesa a su prima que hace tiempo que dejó de ser mujer. A pesar de estar enfrentada a María, ella admira su integridad femenina, el que sea una reina, madre y mujer auténtica. Se siente cansada y vieja, y ve en la reina escocesa la fuerza de la convicción de corazón que ella ha enterrado en su interior.
Se nos muestra como Isabel tiene la piel muy marcada por la viruela que ha sufrido y se maquilla excesivamente la cara para disimular sus efectos dándole un aspecto grotesco. Es una imagen que entiendo tiene simbolismos en la obra, el maquillaje como máscara que expresa el patético papel de títere en manos de los hombres de la corte que Isabel encarna. Y el maquillaje de intenso color blanco que deja entrever los hoyos-cráteres de la enfermedad de aspecto similar a la faz de nuestra Luna, la Luna como la fuerza femenina que gobierna los fluídos de la Tierra pero que es muy vulnerable a los ataques externos al carecer de atmósfera (algo parecido a lo que suele ocurrir con la feminidad si no es apoyada por lo masculino de una o uno mismo).
María siempre es mujer a pesar de tener que lidiar en un ambiente similar. Su propio hermanastro Jacobo conspira con hombres del entorno de Isabel para derrotarla y ella le perdona hablándole del amor que los une, dándole su nombre al hijo que espera; él se conmueve al sentir que no merece tal honor pero aún así volverá a traicionarla. También su esposo lo hará y una vez más ella perdonará aunque lo confinará a otra residencia real. María siempre busca unir los dos reinos y las dos religiones, ser justa y no vengativa; es una buena reina en tiempos demasiado difíciles para serlo. Como reina sabe lo que quiere y no se intimida ante los hombres que la cuestionan; así un sacerdote de la corte muy crítico que ella acalla pone al pueblo en su contra con falsas acusaciones y su consejero asesina a su esposo, la chantajea y la fuerza en matrimonio para acceder al poder como nuevo rey. Triste realidad para quien busca la paz auténtica en un mundo regido por la egoísta ambición.
La película nos muestra cómo los consejos de Isabel están integrados por numerosos hombres entorno a una mesa rectangular, una imagen de la reina casi “tragada” por su corte, tal y como ocurre en realidad. En cambio los de María se disponen en círculo con menos consejeros y mayor respeto (como en la tradición céltica y artúrica), una disposición acorde a la reina que es: una mujer dialogante que busca la cercanía y que encarna la autenticidad femenina que se resiste a ser “tragada” por la dominancia masculina. Pero en ambas cortes solo hay mujeres en la intimidad-cercanía como damas de compañía que nada o poco pueden opinar y que deben salir cuando se tratan asuntos de “importancia”. Junto a las damas de María vemos a un joven trovador que es homosexual y que se sabe que se ha acostado con el rey (quien también es gay).
El joven será victima de las conspiraciones palaciegas y morirá apuñalado por hombres de la corte (entre ellos el propio rey quien se ve obligado a hacer valer su “hombría”) ante María y sus damas. La homosexualidad, una forma de expresión de la feminidad en el hombre considerada abominación y perseguida entonces, lamentablemente aún hoy en día en algunos países y ámbitos sigue siendo así. María a diferencia de la reina inglesa resiste con entereza los embates del mundo de hombres a pesar del profundo dolor que le producen. Y lo hará incluso en su muerte ordenada por Isabel, una muerte roja.
Roja
Roja, toda roja vi siempre la vida;
como una inmensa hoguera
donde quemaba bien
mi pobre corazón, rojo también
Todo rojo el camino,
todo rojo el sendero
a seguir
y el día a vivir
Y rojo el mundo entero
Rojo de amor
Y de dolor y de horror…
En este vasto incendio
(brasa, flama, carbunclo),
que todo centelleante apareció
en esa luminaria,
¿qué había de ser yo,
alma furtiva
y temeraria?
¿Qué habría de ser yo
sino una llama viva?
Elisabeth Mulder
Roja la sangre derramada por tantas gentes a lo largo de los tiempos en pos de la libertad y la justicia. Roja la sangre de la menstruación, la conexión femenina con los ciclos vitales, el nexo con la Luna como señora de los fluidos de la Tierra. Roja la cara inocente que se avergüenza de lo que siente… Roja la señal de prohibición, del no se puede pasar, del stop que obliga a frenar para proseguir tras la observación… Rojas también las frutas de la pasión dionisíaca (las uvas, las fresas, las cerezas…). Rojas las lavas de las fuerzas telúricas, de las entrañas de fuego de la Tierra que son expulsadas mediante las potentes erupciones volcánicas que arrasan y crean. Rojas las noches de sexo salvaje. Roja la caperucita del cuento simbólico. Roja la rosa universal de La bella y la bestia, de la díada de Sant Jordi… Roja la bandera comunista… Roja, roja, roja.
La tonalidad roja tiene mucha fuerza, un gran poder. En la película se nos muestra a María vestida de este color en el momento de su ejecución, la escena impacta por el contraste del potente tinte con los tonos neutros y el negro tan propios de la muerte en nuestra cultura occidental. Y la fuerza rojiza enfatiza el contundente mensaje de una reina, de una madre, de una mujer auténtica que va a morir decapitada. Da por buena su sangre derramada si su hijo puede reinar y seguir su noble legado clamando: “El final es mi principio, contemplaré desde los cielos el día que tu corona una los dos reinos y por fin alcancemos la paz”. Y sí, su hijo Jacobo reinará tanto en Escocia como en Inglaterra.
María buscaba la unión de dos reinos, dos religiones, dos visiones. Y esta unión es extrapolable a la de los géneros femenino y masculino que forman nuestro ser-vivir. Ambas polaridades son igualmente necesarias, ambas son complementarias. Sabemos que venimos de un pasado remoto donde la feminidad preponderaba y hemos estado durante muchísimo tiempo bajo el dominio de lo masculino. Ahora, en este confuso tiempo que vivimos, lo femenino retorna con fuerza; bienvenido sea, falta nos hacía a todos. A mi entender, el retorno debería producirse sin “cortar cabezas” a lo masculino por mucho que se lo “pueda merecer” por su nula o casi nula capacidad de entender-ver-respetar la feminidad. Son tiempos de abrir los puños de la lucha y darse las manos sin ñoñerías para crear día a día una realidad renovada que integre ambas polaridades.
A mi madre, a tantas mujeres y hombres relegad@s e incomprendid@s en los duros tiempos de la negación-opresión de la feminidad.
Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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