«Norma» de Vincenzo Bellini versión elenco internacional, en el Municipal de Santiago: Una joya musical de sacerdotisa

En el mejor montaje lírico escuchado durante esta temporada se presentaron juntos tres actores cantantes rusos, en un hecho fuera de lo común incluso para el nivel técnico y artístico al cual el teatro capitalino nos tiene acostumbrados. La estrella de la noche fue la soprano eslava Irina Churilova, perfecta y magnífica en su rol protagónico.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 10.11.2018

El miércoles 7 de noviembre asistimos a la función de estreno del elenco internacional en Chile del último título de la temporada de ópera 2018 del Teatro Municipal de Santiago: el montaje de Norma (1831), obra del compositor italiano Vincenzo Bellini (Catania, 1801 – Puteaux, 1835).

Continuando con la costumbre de los compositores bel cantistas italianos y al igual que su compatriota Rossini, éste fallece en Francia. Con una orquestación más densa pero no por eso menos virtuosista, admirada por Wagner, la orquesta funciona como música de fondo para el canto, dándole un marco pero sin interrumpir ni obstaculizar la mera virtuosidad vocal. Las líneas de canto requieren exponentes de gran calidad pues deben reunir al mismo tiempo fuerza y ductilidad, potencia y ligereza.

En la mejor ópera escuchada en esta temporada cantaron juntos tres actores cantantes rusos, fuera de lo común incluso para el nivel internacional a que el teatro nos tiene acostumbrados.

La «reina» de la noche esta vez fue Norma interpretada por la soprano rusa Irina Churilova. Esta joven cantante, que debutó profesionalmente en la opera hace apenas cinco años, tiene un glorioso futuro por delante. Algo deberíamos aprender de una escuela rusa que desde las súper estrellas Anna Netrebko y más recientemente Aida Garifullina no para de producir grandes voces de ópera en todas las cuerdas.

Irina Churilova destacó reuniendo lo mejor de la escuela rusa, una voz brillante pero con armónicos, poderosa pero con un control dinámico espléndido, con el mejor pianísimo escuchado este año, y una coloratura que le permitía abordar los adornos tanto en el aria como en los dúos con Adalgisa y Pollione. Como si esto fuera poco además se puso al hombro el desarrollo dramático de la ópera con una aptitud actoral natural que opacó al resto del elenco, donde no hubo sobreactuación ni maquinismo. Una joya de intérprete.

Otra peso pesado de la velada fue la también soprano rusa Oksana Sekerina como Adalgisa. El dúo Mira, oh Norma del segundo acto sacó chispas eléctricas dando una clase de bel canto a los oyentes. Esta destacada cantante, que ya había lucido sus aptitudes como Doña Anna en el Don Giovanni de Mozart este año, volvió a sorprender con su solidez, bello timbre y color, volumen y agraciada presencia escénica. En un rol sin tantas posibilidades de lucimiento destacó sobre todo en sus dúos con Pollione (en el agudo final borró la voz lírica del tenor con su poderoso spinto) y en el dúo con Norma, como ya se dijo, nos regaló uno de esos momentos que todo melómano espera escuchar en una ópera en vivo. Perfecto equilibrio de voces, en cuanto a sus colores, tonalidades, volumen, como si hubieran cantado juntas toda la vida. Bella presencia escénica tal vez un tanto inquieta en sus desplazamientos, sobre todo en el primer acto, fue una compañera a la altura que la calidad de la protagonista exigía.

La tercera columna rusa fue la del Bajo Ievgen Orlov como Oroveso desde su entrada en el primer acto nos golpeó con un grave de bajo profundo de exquisito terciopelo. Una emisión uniforme y gruesa que lleno los espacios de la sala sin dificultad, como si estuviera cantando en una sala de ensayos. Se le vio relajado e imbuido en su papel desde el inicio. Tuvo gran interacción con el coro y con Norma en la última escena. Interpretación sobria pero magnética.

El tenor coreano Sung Kyu Park como Pollione entró un tanto nervioso, lo que se apreció más en su gestualidad que en su voz. Como si dudara más en su interpretación dramática y en sus movimientos escénicos que en su vocalidad y línea de canto. La voz era la de un lírico con centro de spinto y agudos ora abiertos y metálicos ora cerrados y duros, lo que le restaba fuerza en las secciones finales de sus arias y dúos. En su aria Meco all’ altar di Venere se le notó incómodo con los tempos, presumiblemente por empezar demasiado fuerte y no escuchar a la orquesta. Su actuación fue el aspecto más deficiente, nunca fue creíble, empaquetada y tradicional, en una interpretación con mucho gesto teatral sin contenido.

Otro punto alto fue el Coro del Teatro Municipal sobre todo el grupo masculino de tenores, barítonos y bajos. Con un sonido limpio, unificado y brillante, fueron una más de las voces de la jornada. Bien en los tempos y dinámicas impuestas por el director titular, nunca interrumpieron a los cantantes sino más bien fueron una eficaz base de apoyo para éstos. Con movimientos adecuados y acertada participación dramática.

La Clotilde de la mezzosoprano chilena Evelyn Ramírez cumplió en su rol de criada de Norma al filo de la sobreactuación.

La dirección musical de Konstantin Chudovsky supo obtener los tempos tanto de la obertura como del resto de la ópera combinando las dinámicas con variados y repetidos efectos de piano súbito o crescendos y decrescendos. Acompañó adecuadamente a los cantantes y guió con firme pulso los concertados con los cuatro solistas y el coro.

La régie de Francesca Zambello tuvo la dificultad de contar con muchos elementos en las escenas: demasiados personajes en las plazas y con muy pocos en los cuadros que representaban la habitación de la protagonista. En ambas situaciones la puesta en escena salió airosa, sin embargo, con unos muy estudiados desplazamientos de los figurines, y de las bellas y jóvenes bailarinas y el coro. Destacó sobre todo la régie en la gestualidad de las protagonistas femeninas y fracasó rotundamente con Pollione.

El vestuario y la iluminación de Jennifer Moeller y Mark McCullough se coordinaron en el vestido amarillo o crema de Norma, en una luminosidad que amplificaba esa tonalidad en las murallas del fondo. Lo mismo en la escena de la habitación, con los tonos blancos.

La escenografía de Peter J. Davison estuvo marcada por el inmenso árbol trasplantado con ramaje y raíces al aire, sin follaje, colgando en el centro del escenario como una mole gigante. Los acabados de la escenografía, ventanas y puertas apuntando hacia el exterior donde había un coro externo fueron un acierto que daba profundidad a la escenografía y la proyectaba hacia un punto desconocido. Los molestos abucheos al final, a estos profesionales, al parecer dan cuenta de una coordinación de un grupo pequeño y determinado de resentidos espectadores que ya antes había boicoteado la función del «Barbero» e incluso el desempeño de óperas anteriores.

 

Las funciones del montaje internacional y estelar de la ópera Norma continuarán exhibiéndose hasta el próximo sábado 17 de noviembre en el escenario del Teatro Municipal de Santiago.

 

Una escena del estreno del elenco internacional del montaje de «Norma», en el Teatro Municipal de Santiago

 

 

Tráiler 1:

 

 

Tráiler 2:

 

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Marcela González Guillén, del Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile.