«Visión nocturna», de Carolina Moscoso: Las luces ambivalentes

Este largometraje documental —que se estrenó en las salas chilenas el jueves 12 de marzo— es una obra audiovisual bastante completa en su propuesta artística, un título donde su autora exhibe con finura y honestidad un episodio personal terrible, el cual, sin embargo, parece progresar en su dramática experiencia hacia una cierta paz interior, en dirección a una dignidad que nace de la voluntad de seguir adelante, pese a las heridas.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 27.3.2020

La elocuencia que consigue Carolina Moscoso en Visión nocturna para contar las secuelas de una violación que padeció varios años atrás en sus vacaciones no es propiamente verbal, aunque la imagen nunca deja de hablar con honestidad de su rabia y desazón. Visión nocturna bien podría haber sido material para un reportaje de ensamble tradicional y quizá así también habría funcionado: Moscoso hubiera denunciado a su agresor, los mismos tropiezos absurdos del proceso judicial y hasta conseguido un impacto no menor en la discusión pública, pero probablemente la directora comprendía que lo que pasa por la televisión tiene una vigencia efímera y despreciable. Lo que ocurra esta semana es probable que resulte irrelevante para los flujos de información diarios.

Por lo mismo, en su lugar, junto a su equipo, dio forma a un documental que cobra vida a través de los propios recursos que le presta la imagen audiovisual. Un pájaro que se empeña en volar y no consigue elevarse acaba convirtiéndose en un lúcido símil de su experiencia posterior a la agresión. La incansable luz que fulmina la pantalla con un blanco que hiere la vista y que luego da paso a una oscuridad impenetrable, permite acaso palpar, aunque sea una pizca, los sentimientos de Moscoso, ver con ojos renovados una realidad que ha sido desfigurada luego del incidente. También hay textos que acompañan y clarifican aquellos detalles que la imagen por sí sola no puede entregar con total asertividad. Quizá un recurso que logra impresionar de un modo más directo, pero también que puede hacerse redundante a ratos.

Visión nocturna está construido a partir de retazos que Moscoso fue grabando desde esas vacaciones hasta la actualidad, haciendo del documental una experiencia que permite abarcar su intimidad y la sociedad…, nuestra sociedad. En ambos relatos hay una progresión donde podemos ver las dificultades que conlleva una denuncia por violación con resultados que desalientan y se enredan entre la ineficacia judicial y la indiferencia social.

Así, en el primero vemos la alteración que produce entre familiares y amigos, cómo los recuerdos que Moscoso grabara en esos años se transforman, por efectos de la luz y el montaje, en imágenes de escalofrío y perturbación. El sonido ayuda, en buena medida, a este efecto. A veces grabado desde la misma fuente de la cámara, en otras ocasiones trabajado en posproducción, es, en ambas formas, un recurso que permite adentrarnos en el horror y la desesperación, añadiendo otra capa de sentido al material de archivo que comparte la directora. Una canción infantil adquiere nueva significancia no solo por la imagen a la que acompaña (o su letra fantasmagórica), sino por la distorsión del audio. Una broma entre amigos, un simple susurro, se vuelve incómodo y espeluznante. Recuerdos que en su momento fueron experiencias alegres y simples son ahora un material completamente distinto.

El relato social, por su parte, permite comprender a Moscoso en un contexto donde la vía jurídica poco y nada logra hacer. Se presentan los documentos de la investigación, los testimonios y los correos que dan forma a un proceso que es tedioso y kafkiano. Se acompañan con los textos breves hasta de un modo innecesario, porque aquí basta entender que la justicia no llega y que solo queda manifestarse públicamente. No ya por la historia personal en sí, sino porque ahora es hebra de un tejido donde hay miles de historias con mujeres abusadas y ninguneadas cuando han decidido hacer visible su historia. Aquí la luz es fuego purificador, que brota de la rabia y el silencio. Quizá incapaz de cauterizar las heridas, pero al menos con valor catártico y social.

Visión nocturna no es una película fácil, pero sí un documental sumamente completo. Carolina Moscoso cuenta con finura y honestidad un episodio terrible que, sin embargo, parece progresar hacia cierta paz interior, a una dignidad que nace de la voluntad de seguir adelante, pese a las heridas, porque se une a ese otro relato social donde puede ser apoyo para otros testimonios. Ese donde otras mujeres también han sido víctimas de abusos que han quedado silenciados por la indiferencia y la crueldad.

 

***

Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Visión nocturna (2018), de Carolina Moscoso.