«Zurita, verás no ver», de Alejandra Carmona: Las heridas audiovisuales de un país

Una crítica al largometraje documental -que se estrena en las salas locales este jueves 26 de septiembre-, y el cual registra las acciones performáticas del emblemático poeta (Premio Nacional de Literatura 2000), tanto en Santiago, el desierto de Atacama y la ciudad de Nueva York durante la convulsa década de 1980.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 24.9.2019

El largometraje documental Zurita, verás no ver (2018) dirigido por Alejandra Carmona aborda desde la majestuosidad del paisaje la poética desgarradora de Raúl Zurita.

Se va armando desde los silencios de acantilado, desde los cielos más azules, desde las entrañas de la tierra poco fértil, según se mire, del Desierto de Atacama. La poesía deja de ser éter para fundirse así con el paisaje y el sonido casi experimental de unas cuerdas, que van dirigiendo los cantos-llantos del poeta. Las palabras se convierten en obra gruesa, las palabras se iluminan, se inundan, se soplan y surcan.

La poesía aparece como gesto, gesto que muere en el mar, gesto que cuestiona la materialidad del lenguaje, ya sea en los cielos de Nueva York con su dios chicano o sobre la palabra esculpida y posiblemente borrada por una incierta futura erosión.

Zurita trabaja claramente con los elementos y la cámara sabe bien cómo exaltarlos, la materia rige su poética en ese permanente dialogar con el afuera, que surge como experiencia, experiencia adquirida a través de cierta fragilidad consciente, a través del sufrimiento del cuerpo y del alma. Y es que es por ahí por donde brota su lengua y expulsa poesía como cortes auto flagelados.

MI DIOS ES HAMBRE / MI DIOS ES NIEVE / MI DIOS ES NO / MI DIOS ES DESENGAÑO / MI DIOS ES CARROÑA / MI DIOS ES PARAÍSO / MI DIOS ES PAMPA / MI DIOS ES CHICANO / MI DIOS ES CÁNCER / MI DIOS ES VACÍO / MI DIOS ES HERIDA / MI DIOS ES GHETTO / MI DIOS ES DOLOR / MI DIOS ES / MI AMOR DE DIOS.

Estos versos fueron desplegados y escritos en el cielo de Nueva York el año 1982, sobre Queens, barrio conformado en su gran mayoría por hispanohablantes. Zurita de alguna manera ya viene con la inquietud aérea adquirida, quizás en una de las acciones de arte que realizó dentro del Colectivo de Acciones de Arte C.A.D.A, grupo al cual perteneció en conjunto con Lotty Rosenfeld, Diamela Eltit, Juan Castillo y Fernando Balcells, que consistió en sobrevolar Santiago y lanzar desde seis avionetas 400 mil volantes sobre la ciudad, acción titulada ¡Ay Sudamérica!

Después de atravesar el aire baja a la tierra y nace “ni pena ni miedo”, frase que retroexcava en el desierto, con más de 3 kilómetros de largo y 400 metros de ancho, obra que se puede ver incluso desde el Google Earth en las coordenadas 24º2’49»S, 70º26’43’’W. Roza el fuego también cuando ex-pone su otra mejilla y dando cierto mensaje mesiánico sin querer hacer un acto performático, para culminar dentro del agua, ahí Zurita obliga, empuja en cierta forma, ya que el que quiera leer debe mojarse los pies, previo rito de descalce, sugiriendo nuevamente algo tan bíblico como caminar sobre las aguas y a la vez morir ahogado. El documental, de la mano de la poesía de Zurita invita a  zambullirse y hurgar bien adentro. La muerte está siempre presente, desde los inicios, como motor de búsqueda.

«Ay amor, quebrados caímos y en la caída

lloré mirándote. Fue golpe tras golpe, pero

los últimos ya no eran necesarios.

Apenas un poco nos arrastramos entre los

cuerpos derrumbados para quedar juntos,

para quedar uno al lado del otro. No es duro

ni la soledad. Nada ha sucedido y mi sueño

se levanta y cae como siempre. Como los

días. Como la noche. Todo mi amor está aquí

y se ha quedado:

— Pegado a las rocas al mar y a las montañas.

— Pegado, pegado a las rocas al mar y a las montañas.

— Recorrí muchas partes…»

(…)

De Canto a su amor desaparecido (Santiago, Editorial Universitaria, 1985).

El documental, que comienza a exhibirse esta semana, es de una belleza incuestionable. Y es porque ambos, tanto poeta como desierto poseen tal gravedad que por sí solos conforman galaxias completas. El desierto susurra, impone, cala profundo, se alimenta de espacio y vacío, al igual que la poesía de Zurita. Y ambos de la mano pueden llegar a formar escenas dramáticas e insondablemente hermosas.

Se debe decir que ni el paisaje necesita de Zurita ni Zurita del paisaje y nadie ni ninguno, necesita revolver lo que significa Pisagua, nuestra herida como pueblo.

 

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Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y La jabalina (Ediciones Filacteria, Santiago, 2019), asimismo prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos.

 

Documental «Zurita, verás no ver» (2018)

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Zurita, verás no ver (2018), de Alejandra Carmona Cannobbio.