«La agenda secreta»: En un ambiente de lánguida opresión

Este relato audiovisual tiene cierto humor, una reconstrucción de época impresionante (el director fue asistente de fotografía en sus inicios) y el sello de un libreto inteligente con algunos agregados a la historia original, surgida desde un texto del coguionista. Escenificada a fines de la década de 1950, se trata de una cinta desprovista de los típicos lugares comunes sobre el exilio, los judíos y la homosexualidad.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 20.09.2017

“A veces para beneficiar a la patria hay que traicionarla”.
Fritz Bauer

1957, este es el año eje sobre el que la película se desarrolla, describiendo muy bien el ambiente de los años ’50, tan caro por otro lado para los integracionistas europeos y el proceso llevado por el canciller Konrad Adenauer, adquiere otra luz a la vista de las responsabilidades alemanas acerca del genocidio judío. Sobre este telón de fondo, que a veces toma un carácter opresivo y que no logra satisfacer con la democracia, el filme avanza firme sobre los problemas del fiscal general Fritz Bauer, quien busca juzgar al criminal de guerra SS Adolfo Eichmann, que finalmente es secuestrado por el Mossad, el servicio secreto israelí, en Argentina, donde vivía como empleado de la Mercedes Benz -bajo el nombre falso de Ricardo Klement-, y terminó siendo juzgado y colgado en Jerusalén.

Los años ’50, época del “milagro alemán”, de la reconstrucción burguesa, el anhelo como dice el protagonista que cada cual tenga un auto chico, precisamente el Volkswagen reflejo de la época anterior, aparecen como moneda de cambio en un ambiente social triste, acomodaticio y entreguista, para no ver el horror de la colaboración a la exterminación de los judíos, y como aquí se extiende a los homosexuales y a otros grupos minoritarios. Es una visión oscura de Alemania, semejante a la que tenían los que después serían protagonistas del terrorismo, la Banda Baden Meinhoff, las RAF (Rote Armee Fraktion), aunque estos la llevaban a un discurso de opresión y totalitarismo, donde la libertad y la democracia eran una cascara frente a la “libertad” del sovietismo.

Digamos, desde luego, que se exhibe esta historia en formato de cine arte, sencillamente, porque el largometraje está lejos de ser una première (fue estrenada en 2015), pero conserva su seca militancia anti nazi de un modo más contenido, recordando lo que a veces se olvida, pues el Derecho es también una lucha política. Está basada en el libro del coguionista, Olivier Guez, sobre los judíos que regresan a rehacer su vida en la patria que los persiguió. El protagonista, hombre edad avanzada, judío, exiliado y homosexual en secreto, es el encargado de buscar la forma de encontrar y juzgar a Eichmann desde rumores que lo sitúan en la propia Alemania, Suiza, Kuwait, Argentina, en fin, en todo el mundo.

Pero lo que en Chile hubiera sido un caso judicial meramente, aquí se traslada al entramado de la difícil relación de los alemanes con su pasado, y de Alemania Federal con Israel. Pasamos del cine de corte judicial (por ejemplo, «La dama de oro» (2015), dirigida por Simon Curtis, Gran Bretaña, el mismo año de esta película) al cine de espías, con un fiscal amateur en medio de espías y de informantes. Un fangoso terreno, donde jueces, agentes, son parte de otras confidencias a la República Democrática Alemana, Israel, la agencia federal alemana, y quizás la CIA. Y como todo es un problema de poder político (no se sabe quién es quien) el juez desconfía de todos, porque los demócrata cristianos en el gobierno (y quizás los estadounidenses a pesar a las apare ciencias) se sirven de ex nacionalsocialistas, mientras el juez, de militancia socialdemócrata, se sabe solo.

El relato tiene cierto humor, una reconstrucción de época impresionante (el director fue asistente de fotografía en sus inicios) y el sello de un libreto inteligente con algunos agregados a la historia original del libro del coguionista. Es una película sin los típicos lugares comunes con el exilio, los judíos y la homosexualidad. Si bien se cargan las tintas sobre la democracia cristiana y sus esfuerzos por reinsertarse en una Europa unida, colocando este esfuerzo al nivel del nazismo, lo cual claramente es un despropósito, la cinta relata de otra forma lo que distintos títulos han narrado del caso Eichamnn («Eichmann», 2007, por ejemplo, y dirigida por Robert Young, del Reino Unido).

Aunque el largometraje devela otros personajes interesantes: Ronald Zehrfeld, como Karl Angerman el asistente ficticio también homosexual, Michael Schenk (Adolf Eichmann), Daniel Levy, Robert Atzorn, Sebastian Blomberg y Laura Tonke, la épica sobre el fiscal general es la principal, en parte porque fue la campaña de un solo hombre, colocado como premio a sus desvelos y sufrimientos en ese importante cargo, por amigos que lo quieren, pero que no lo auxilian. En un servicio judicial comprometido con no hacer nada, y cuyos servicios de inteligencia están al servicio de aquello. Y del cual ese funcionario coloca la primera piedra para enjuiciar a los dirigentes nacionalsocialistas al interior de su propio país y no como mero reflejo de la justicia israelí o estadounidense.

El filme puede apreciarse exclusivamente en la sala del Cine Arte El Biógrafo, de Santiago.

«La agenda secreta. Lo que todo gobierno quiere ocultar» («Der Staat Gegen Fritz Bauer») 2015. Dirigida por Lars Kraumen, Alemania. Fotografía de Jens Harant y música de Julian Maas y de Christoph Kaiser.

 

Tráiler: