[Crítica] «Juro que es verdad»: Una época sin reglas de acción establecida

Los textos del último volumen del autor nacional Gabriel Zanetti Reyes (en la imagen destacada) aparecen no solo tras la crisis pandémica y las consecuencias económicas que aun experimentamos por esta, sino que también luego de la debacle política y social chilena de octubre de 2019.

Por Carlos Henrickson

Publicado el 1.8.2022

La crónica, práctica que remite a una cotidianeidad desde su mismo espacio de publicación —revistas y periódicos—, está singularmente bien armada ante una posteridad cuando le ha correspondido dar cuenta del quiebre de esa cotidianeidad.

En la medida en que la experiencia pierde su «cotización», bajo la sombra traumática de un «mal de muchos» y la dificultad de expresar el quiebre (y es inevitable confrontar el ensayo de Walter Benjamin sobre Lesskov al respecto), es esa primera persona vagamente corporal del cronista la convocada a elegir la palabra justa, que no se define ante el diccionario sino ante un sentido común en formación tras una época traumática.

Juro que es verdad (Editorial Aparte, 2022) de Gabriel Zanetti Reyes (Santiago, 1983) aparece no solo tras la crisis pandémica y las consecuencias económicas que aun experimentamos, sino que tras la crisis política chilena del 2019.

 

El tiempo de la angustia

En Chile, como en pocos otros países, se ha debido vivir toda una nueva forma de sentir y encarar un mundo que impone una aceleración que resulta devastadora para los modos ya aprendidos.

De ahí el tono crepuscular de estas crónicas, que parecen recorrer un proceso que el libro sabe iniciar bien con el contraste entre el año nuevo familiar de la niñez y la noche vieja del 2019, marcada por la dispersión familiar (casi podríamos decir la dispersión de lo familiar) y la melancolía.

El contraste entre la experiencia pasada y la presente sabe hacerse palpable en la serie que recorre los momentos decisivos de lo que podríamos llamar educación sentimental, coyunturas de crecimiento interior que, al modo de los films de Éric Rohmer, eligen el verano para plantear la plenitud de las expectativas así como la plenitud de su quiebre.

La inevitable inadecuación del niño y el adolescente, responden bien a la inadecuación presente, la de una generación que vio volver a los fantasmas de un malestar social con la misma sensación de estar «fuera de juego», forzada a una alerta en una época sin reglas de acción establecida.

Esto implica ponerse en el lugar de esa otra generación distante y comprenderla, habitar el lugar difícil de la adultez, como parece indicar la elección para el final de «Estado de alerta», con el cuidado físico y emocional del padre enfermo, y en el volumen en general, el tenso cuidado de los hijos bajo los diversos estados de emergencia.

Hay algo de terapéutico en Juro que es verdad, en su necesidad de dar expresión al tiempo de la angustia. En contraste con cualquier discurso épico o de razonada crítica ideológica: «La radio relata, la televisión relata, la familia relata», describe la vivencia palpable de la crisis política de octubre de 2019, en un movimiento que fluctúa entre la información disponible por los medios y la tensión al interior del hogar, con una soltura y habilidad de representación que atestigua bien la capacidad poética de Zanetti.

La crónica puede hacerse historia si sabe que de algún modo la experiencia personal que relata constituye también parte de esta. O dicho de otro modo, el valor estrictamente particular de lo vivido en Juro que es verdad es garantía de su universalidad.

 

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Carlos Henrickson (Santiago, 1974). Escritor, traductor y ensayista, ha publicado entre otros los libros de cuentos En tiempos como estos (2002), y Siete pagos (2019).

 

«Juro que es verdad», de Gabriel Zanetti (Editorial Aparte, 2022)

 

 

Carlos Henrickson

 

 

Imagen destacada: Gabriel Zanetti Reyes.