Icono del sitio Cine y Literatura

[Ensayo] «Guía del autoestopista galáctico»: El universo es una fiesta

Gracias a Anagrama los lectores de habla hispana gozamos de cuantiosas versiones de la obra del desaparecido escritor inglés Douglas Adams (en la imagen destacada) y recientemente se reeditaron el prodigioso volumen que bautiza a este artículo, en compañía de las novelas «El restaurante del fin del mundo» y de «La vida, el universo y todo lo demás».

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 4.12.2022

La Tierra está a punto de ser destruida, pero tú, como el resto de los mortales, no tienes ni idea de que una carretera hiperespacial está en proceso de construcción y la Tierra es un obstáculo en su trayectoria.

Claro que antes, en el comienzo, antes del criquet, el presidente del universo con dos cabezas, el androide paranoide y de los viajes en el tiempo, se nos presenta a un inglés agobiado por un percance más simple: una mañana comenzaron a demoler su casa sin avisarle nada al respecto.

En la introducción al primer volumen de la «trilogía en cinco partes» que es la fabulosa Guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams (1952 – 2001), éste ingenioso inventor de escenas impredecibles hasta llegar a los paroxismos de la imposibilidad, que solo una imaginación desbordante como la suya puede conjurar, nos cuenta que la primera vez que este proyecto se le vino a la cabeza estaba tirado sobre un campo mientras atravesaba Europa viajando a dedo con su guía de viaje y el firmamento comenzando a desplegarse sobre el paisaje, cerca de una aldea en la cual nadie le respondía sus preguntas porque estaban participando de una conferencia de sordomudos.

Sería un par de años después que la idea de una guía para autoestopistas de la galaxia tomaría forma mediante la proposición de hacer un programa de radio para la BBC. Es así como la voz de Adams comenzó a relatar a los auditores las asombrosas peripecias de Arthur Dent, su amigo de Vega, que se hizo pasar por humano para sumar una línea a la redacción de la Guía del autoestopista galáctico, Ford Prefect, y luego una serie de personajes entre los cuales está el expresidente del universo en una nave robada y la única mujer que, además de él, sobrevivió a la destrucción de la tierra.

El programa tendría un éxito tan rotundo, en la línea de cuando Wells narró La guerra de los mundos, pero con una cosecha de risas y pensamientos de lo más estimulantes en vez de pánico como resultado, que lo invitaron a continuar la historia en formato de libro. Al primero lo siguió un segundo, y un tercero, y cuarto y quinto.

Gracias a Anagrama los lectores de habla hispana ahora gozamos de cuantiosas ediciones de su obra, y recientemente se reeditaron los tres primeros (aunque el orden no importe mucho en este salpicón de aventuras cósmicas), la Guía del autoestopista galáctico, El restaurante del fin del mundo y La vida, el universo y todo lo demás.

 

En los fiordos de la realidad

Para dar una idea de las hilarantes aventuras que viven sus personajes podríamos decir que se trata de un chimichurri entre ciencia ficción salvaje a la Kurt Vonnegut y un humor que evoca tanto las parodias de Monty Python como las delirantes perspicacias de Lewis Carroll.

Así, pero pese a que haya símiles, como toda obra en derecho propio, la trilogía de Adams inaugura un territorio literario antes insospechado, haciendo del universo una fiesta repleta de terrores inesperados, giros dramáticos que parecen salidos de un laboratorio de investigaciones humorísticas en el hiperespacio y un sinfín de criaturas y de detalles tan peculiares como una discoteca infinita diseñada por Don Bosco después de tomarse un ácido y divagar sobre la vida y el universo con Philip K Dick y Groucho Marx.

Diseñadores de fiordos, ratas de laboratorio que realizan experimentos para resolver las preguntas fundamentales en un súper computador orgánico del que formamos parte, criaturas coléricas que pueden matar con los horrores de su poesía y nuestros inútiles antepasados echados de su planeta original, son algunos de los protagonistas de esta épica delirante en la cual el criquet, como buena obra inglesa, juega un inusitado y fundamental rol en el destino del universo.

Eso y más, porque no nos podemos olvidar de Marvin, el androide paranoide (sí, el mismo que inspiró el título de una de las canciones más intrigantes y hermosas de Radiohead) que pasa los siglos y siglos deprimido por el comercio entre su descomunal inteligencia y las tareas mundanas que le piden realizar, como ilustra esta espléndida frase del primer libro: «Aquí estoy yo con un cerebro del tamaño de un planeta y me piden que coja un papel».

Con todo, el universo es inagotable, eso nadie lo duda, y el universo literario de Adams, con sus múltiples dimensiones y un final esperpéntico que puede ser visto una y otra vez desde un restaurante ubicado en una burbuja espacio y temporal, es un fiel reflejo de las infinitas posibilidades que nos presenta el universo y la imaginación de un humano que se propuso ir más allá de todo cliché y jugar con planetas y extraterrestres como si estuviera en el patio de su casa.

Así es como nosotros entramos al patio de su imaginación para maravillarnos y reírnos como pocas veces frente a secuencias de tinta tipografiada que nos pueden poner a pensar tanto en el proceso que lleva una taza de té frente a nuestra boca como en qué sentido tiene una vida breve o excesivamente larga, pasando de los detalles más cotidianos a la abrumadora vastedad del cosmos en que habitamos como peces ingenuos en un mar de laboratorio que ni siquiera reconocemos.

Las carcajadas absurdas y luminosas que nos entrega esta lectura son el mejor regalo que nos podría dar un colega en este viaje de paso, y a dedo, por la faz de un planeta que orbita una estrella más entre millones de otras estrellas en la vastedad del oscuro océano cósmico.

Ese don es el que nos lega Adams con esta trilogía despampanante y quijotesca que hace del universo una feria de sorpresas y peligros tan atractivos y estimulantes, en la que el humor y los pensamientos especulativos se conjugan con una destreza que casi parece ser el producto de una maquinita de magia literaria. Una magia que activa nuestras neuronas como pocas cosas en los fiordos de la realidad.

 

 

***

Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Guía del autoestopista galáctico», de Douglas Adams (Anagrama, 2022)

 

 

 

«El restaurante del fin del mundo», de Douglas Adams (Anagrama, 2022)

 

 

 

«La vida, el universo y todo lo demás», de Douglas Adams (Editorial Anagrama, 2022)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Douglas Adams.

Salir de la versión móvil