[Ensayo] «Los más ordenaditos»: La etnografía improbable del fascismo chileno

Investigaciones como las del antropólogo y destacado poeta nacional Yanko González Cangas (Hueders, 2020) nos empujan en la dirección de conocer mejor los contextos en que se producen y manifiestan esas dinámicas sociales y culturales que normalizan el autoritarismo —en tanto eje de las relaciones entre cuerpos y consciencias— durante la vivencia del normal y simple rito de la cotidianidad cívica.

Por Nicolás López–Pérez

Publicado el 26.12.2020

“¿Hay muchos fascistas en tu país?” es la pregunta con que este libro comienza. La remisión es a un diálogo de una obra de Ernest Hemingway. Se puede contestar a ella de diferentes formas. No estoy pensando en unos simples sí, no, o en el escurridizo depende. En la diversidad de miradas está la miseria y la gordura del fascismo.

Quiero decir, el punto de partida desde donde considerar “fascismo” a una idea, a un sistema de pensamiento, a un entramado simbólico o a un conjunto de actitudes sociales. El fascismo es o está en el otro.

Yanko González Cangas (Buin, 1971), al cabo de más de dos décadas de investigación en el terreno de la juvenología, escribió un libro que escudriña en el tejido que une dos ejes de fértil estudio aún en el marco de la dictadura militar+civil, desarrollista y neoliberal de Augusto Pinochet Ugarte (1973 – 1990).

Hablo de fascismo y de juventud. El avance del aparato teórico, a luces interdisciplinario, integra técnicas propias de la antropología, la historia, la sociología, la filosofía política y la teoría jurídica. Además, problematiza el apelativo de “fascista” al régimen autoritario de marras y reconstruye críticamente el papel de la juventud en su proyecto sociopolítico.

El primer eje, la juventud. Dícese de: “ese intersticio siempre móvil y en continuo reacomodo entre lo ficcional y lo factual, que acaece cuando la edad biológica es modulada por el tiempo, la sociedad y la cultura: la juventud, ese relato sin desenlace” (p. 10).

En otras palabras, la juventud como un período de transición entre la infancia añorada y la adultez, antesala del envejecimiento. De la metáfora shakesperiana de los salad days (cuando se era inmaduro y de sangre fría) a un espacio de formación (incluida la deforma y la reforma del sujeto) y alcance del horizonte de expectativas personales bajo la rúbrica o no de un “proyecto de vida”.

El segundo, el fascismo ya no como nombre ni como un sustantivo en operaciones, sino como un proceso. La fascistización, variante teórica elegida en el libro, para “describir un momento histórico en el que ciertas identidades y colectivos juveniles están inscritos” (p. 20).

En esa línea, una progresión que no tiene fin y capaz de alimentarse de pormenores que incrementen una propensión o actitud hacia el fascismo que se esparce y puede generar agencia. El aparato teórico sobre el ruido fascismo es trabajado en mayor detalle en el capítulo 5 del libro.

 

Jaime Guzmán Errázuriz

 

El proyecto gremialista de Jaime Guzmán

El papel de la juventud, con un par de binoculares en el siglo XX, puede observarse con distinto interés. Por una parte, los jóvenes como integrantes del corpus militar de un país o como engranajes de un aparato ideológico prospectivo, situaciones más vistas en la primera mitad de siglo.

Por otra, los jóvenes como agentes movilizadores, en cultivo de variantes contraculturales y diferenciadas de la composición periférica de una comunidad.

En el primer punto, la investigación de González Cangas florece, mediante el estudio del proyecto estructural liderado por el abogado gremialista Jaime Guzmán Errázuriz, cuyo objetivo “no era simplemente disciplinar a los cuerpos, sino también reeducar las conciencias” (p. 62).

En ese sentido, hay un distingo de los individuos que pertenecen, al menos biológicamente, al mismo segmento de la población. A inicios de los años 70, se presentaron focos de subversión de las identidades heteropatriarcales y de clase, representado, por ejemplo, por el pelo largo de los hombres y el pelo corto en las mujeres.

Este es un aspecto que la función policial, fascistizante o un camino a una especie de pinochetización de las costumbres —y los cuerpos— observa, a fin de mantener un control en el campo visual de las identidades y sus espacios de desarrollo. En el texto, hay referencias a la experiencia franquista y, en menor medida, a las Hitlerjugend.

Desde ahí, el libro interpreta datos, fuentes documentales y orales para articular un relato constitutivo de las “juventudes de Estado” al alero de prácticas y gestos que velan y desvelan la pertenencia de los individuos a la hegemonía filofascista del régimen.

González Cangas destaca el ánimo institucional y constitutivo de una máquina vertical, que más tarde —tras el acto en el cerro Chacarillas, el 9 de julio de 1977— pondrá en marcha al pinochetismo no solo como ruido sino como corriente de pensamiento y acción.

Asimismo, en línea con el plan de organización territorial de la Junta de Gobierno, esto es, la regionalización y descentralización administrativa con base en el DL N° 575 de 1974, del Ministerio del Interior, se potenció un incentivo para extender las bases del proyecto juvenilista en el resto del país.

En una entrevista reciente a La Tercera, el autor señaló que “reírnos de la ceremonia de Chacarillas nos ha impedido ver todo lo que hubo detrás”.

En efecto, en la trastienda del acto, se instaura un sentimiento de fidelidad y compromiso con el proyecto político de la dictadura. La presencia de dirigentes estudiantiles, personeros de la industria del entretenimiento, deportistas, funcionarios de instituciones gubernamentales, todos con poder de influencia en sus respectivos medios, son puentes en lo que el sociólogo Max Weber describió con el nombre de “dominación carismática”.

Y lo que luego se ramificó en ejercicio del principio de subsidiariedad con los cuerpos intermedios que promovieron una fascistización de bajo volumen o lo que Joaquín Lavín bautizó como “revolución silenciosa”.

Chacarillas aparece como un efecto rizomático en la carta de navegación sociopolítica del país. Así también no solo contribuye a consolidar la figura de Pinochet entre los jóvenes, sino en el fortalecimiento de un bloque predominante al interior de la derecha chilena, sobrepasando y distinguiéndose de la ultra liderada por el abogado Pablo Rodríguez Grez y de la derecha liberal cuyo rostro destacado era entonces el ex presidente Jorge Alessandri Rodríguez.

Del acto mismo, la intervención del dictador no deja de llamar la atención en su plan de tres etapas para el destino político, social, económico y jurídico del país. El itinerario, ya conocido y más gerencial que profético, posibilitó la promulgación y publicación de una Constitución Política, la instalación de un sistema económico neoliberal y el trance al retorno de los poderes del Estado.

Esto es, lo que efectivamente ocurrió en la progresión de los trece años posteriores a la ceremonia en el cerro aludido.

Los más ordenaditos resalta el rol formativo y gestor de las instituciones juveniles en el período, la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ, fundado en 1973) y el Frente Juvenil de Unidad Nacional (FJUN, de 1975), respecto de una clase funcionaria y de operadores políticos.

No se menciona en el libro en comento, pero me atrevería a sembrar la duda en el caso de la formación de agentes de inteligencia o colaboradores del régimen en ese flanco.

A modo de recordatorio, la dictadura intervino los espacios de representación y dirigencia a todo nivel. Desde las federaciones de estudiantes universitarios hasta los municipios. Con un prototipo de personero que ejecuta un proceso de fascistización de espacios y territorios, y más allá, al fascismo como una política de Estado y el rol del funcionario en su expansión.

Esto fue estudiado por Hannah Arendt, con las categorías de homo faber y animal laborans, en su Eichmann en Jerusalén (1963). A lo anterior, cabe subrayar el material que se reproduce en los anexos de este libro.

En primer lugar, un memorándum inédito de Guzmán Errázuriz sobre los lineamientos y bases de una política de juventud, fechado en diciembre de 1973. En segundo, copia de material de prensa, fotográfico y de difusión de los organismos promotores de la política de juventud.

 

Augusto Pinochet habla en la Casa Central de la UTE (hoy Usach) en 1974, como antes lo hiciera Fidel Castro en 1971

 

Una idea de país

Ahora bien, pese a que el libro de González Cangas tiene como límite temporal el año 1983, que coincide con la fundación de la Unión Demócrata Independiente (UDI), se puede leer como un trabajo de futuro.

Quiero decir, como un instrumento de comprensión de la experiencia fascistizante que se proyecta a lo largo del tiempo y cómo sus consecuencias, con ojos 40 años después, inciden en una idea país, por sobre la imagen país al comienzo de todo este proceso.

La extensión de prácticas fascistizantes opera como la metástasis de un cuerpo de células palingenésicas. A saber, partes que van a cumplir su función y llevar a la descomposición del lugar habitable.

El libro de González Cangas, de la mano de Hueders, sortea las dificultades de la escritura académica y su especificidad tanto en lenguaje, recursos, público y acervo, y llega a un punto deseado por la burocracia del research–funding, esto es, un espacio de divulgación y conversación más allá de las fronteras del estudio en sí y la intervención multidisciplinaria.

En ese sentido, también nos permite ver de relieve el fascismo como un concepto que abarca distintos campos de investigación en las ciencias sociales e inclusive, detectable en manifestaciones presentes o en retrospectiva.

Por otro lado, la extensión de las prácticas fascistizantes en Chile por más de 45 años al presente, pueden mirarse con anteojos personales. Cuántas manifestaciones de fascistización ritual uno ha vivido, experimentado, visto, oído. Pienso, por ejemplo, en esa disciplina marcial de los colegios fiscales.

En la década de los 90: los actos de día lunes, la banda “de guerra”, la formación de estilo militar, el desfile de los colegios. Y de eso, profesores insistiendo en la correctitud de las manifestaciones corporales: párese derecho, firme, vuelvan a sus salones. Se suman, la mantención de un aspecto físico uniforme, con ausencia de vellosidad y ornamentos diferenciadores.

Con todo, los estudios sobre el fascismo cada vez entregan más y mejores elementos para afrontar las nuevas viejas formas políticas de esta naturaleza.

Cabe agregar que el espectro fascistizante continúa en la reproducción de los aciertos (¿o logros?) del modelo desarrollista-neoliberal de la dictadura de Pinochet y es un caso especial —no excepcional— al lado de otros sistemas de adiestramiento social y ético como el nazi o el ejecutado por la dictadura franquista en la península.

El adjetivo “especial” va en pos de que hay ciertos sectores sociales —públicos y silentes— que no sienten vergüenza del pasado genocida y represivo que encarnó el régimen autoritario, sino más bien sienten digno de loa y de relativización de las personas desaparecidas, torturadas y exiliadas.

Esta situación no se presenta a propósito del tratamiento legal de las referencias apologéticas del nazismo y de sus manifestaciones, la tipificación del Volksverhetzung (instigación a las masas) y su gestión judicial es tajante.

En el caso español, es curioso que, en su mensaje y espíritu, cito, “se reconoce (…) un derecho individual a la memoria personal y familiar de cada ciudadano”, no extendiéndose a un asunto de carácter público y parte de toda una nación.

En el caso chileno, dudas, ¿tendremos una ley o más allá aún, una consciencia, de no sentir orgullo por ese pasado fatídico y que sea capaz de tener respaldos civiles y penales?

¿Todavía, por ejemplo, se seguirán amparando en la elástica libertad de expresión los insertos glorificadores y apologetas del genocidio, cada 11 de septiembre en el diario El Mercurio?

Investigaciones como las de González Cangas nos empujan en la dirección de conocer mejor los contextos en que se producen y reproducen estas dinámicas que normalizan el fascismo como eje de las relaciones entre cuerpos y consciencias, posibilitando, por otra parte, el acceso a otro sendero donde permanecen las víctimas de un sistema de pensamiento y signos y el impacto de procesos históricos en generaciones posteriores a ellas donde se pierde el rastro de los agentes patógenos.

 

También puedes leer:

Objetivo general, de Yanko González: Composición y disparo.

 

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Nicolás López–Pérez (Rancagua, 1990). Poeta, abogado & traductor. Sus últimas publicaciones son Tipos de triángulos (Argentina, 2020) & De la naturaleza afectiva de la forma (Chile/Argentina, 2020). Coordina el laboratorio de publicaciones Astronómica. Escribe & colecciona escombros de ocasión en el blog La costura del propio códex.

 

«Los más ordenaditos» (Hueders, 2020)

 

 

Yanko González Cangas

 

 

Imagen destacada: Augusto Pinochet Ugarte y Jaime Guzmán Errázuriz en 1989.