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Fragmento de «Liceo de niñas», de Nona Fernández: El monólogo de Alfa Centauro

El aplaudido montaje de «Liceo de niñas» tiene una nueva temporada, la cual se extenderá hasta el próximo 14 de abril en la sala del Teatro Nacional Chileno. Estrenada originalmente en 2015, la obra cuenta con la dirección de Marcelo Leonart, y narra el encuentro de un profesor de física con tres particulares alumnas: todas mujeres que tienen más de 40 años, y que visten el clásico y antiguo júmper azul ochentero. Sin dimensionar el paso del tiempo, el trío de estudiantes ha permanecido ocultas en el subterráneo del establecimiento desde una toma iniciada el año 1985, en plena Dictadura militar, y siendo rondadas constantemente en ese trance, por la figura «espectral» del compañero de lucha caído en esta dimensión y en ese tiempo, llamado el «joven envejecido» o «Alfa Centauro».

Por Nona Fernández

Publicado el 18.3.2018

 

Séptimo módulo
Un hoyo negro

 

Como perdido en el espacio exterior, el Joven envejecido se encuentra iluminado en la completa oscuridad. La huella de un balazo fresco aún en su frente.

El Joven envejecido: Alfa Centauro, o sea yo, cayó detenido por haber matado a un carabinero en la toma de un liceo. Lo hizo con un “matagatos”, un arma rasca, que usaba para defenderse y para defender a sus compañeros. A Alfa Centauro, o sea yo, lo encerraron en una pieza oscura, aislado del mundo, completamente incomunicado. Un cuartucho de dos por dos donde se veía poco, donde no se escuchaba nada, y donde no supo ni de su mamá ni de sus amigos. Cada tanto rato se abría la puerta y lo sacaban para llevarlo a otra pieza donde lo sentaban en una silla y le hacían preguntas. Le preguntaban por sus compañeros de milicia, por sus compañeros secundarios, por su familia. Le preguntaban y le aforraban. Y le volvían a preguntar y le volvía a aforrar. Y le seguían preguntando y le seguían aforrando. Pero Alfa Centauro, o sea yo, nunca, escúchenme bien, “nunca”, se transformó en un cerdo, traidor, asqueroso. Alfa Centauro, o sea yo, nunca entregó a nadie.

Y así Alfa Centauro, o sea yo, después de cada interrogatorio volvía hecho un estropajo a su pieza oscura. Encerrado ahí pasó días, o años, no lo sé. El tiempo es relativo. El encierro es un hoyo negro que todo lo chupa, los minutos, los recuerdos, hasta los sueños. Alfa Centauro, o sea yo, en esa pieza oscura donde estuve o estoy, tenía un sueño que se le repetía. Ahí soñaba con la última clase que tuvo en el liceo.

 

El Joven envejecido mira el afiche de Yuri Gagarin pegado en la pared del laboratorio. Se acerca.

 El profesor habló del programa espacial soviético que envió al primer hombre al espacio. El 12 de abril de 1961 el Mayor Yuri Gagarin se convirtió en el primer cosmonauta que viajó al espacio exterior en su nave, la Vostok 1. Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que soy el Mayor Gagarin. Alfa Centauro, o sea yo, soñaba o sueño, que estoy ahí, encerrado en la Vostok 1, mirando por una pequeña escotilla la oscuridad del Universo. Lo que se veía o ve desde ahí es innombrable. Las estrellas están al alcance de la mano, más cerca de lo que se puede imaginar. Pegaso 51, Gama Casiopea, Zeta Neptuno, Omega 21, Épsilon Sagitarius, Andrómeda Beta. El Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, encerrado en su nave, exento de gravedad, podía flotar entre sus cuatro paredes, caminar por el techo, saltar y sobrevolar cada esquina de su encierro. En el espacio el cuerpo es liviano, no se siente hambre ni frío. Tampoco se siente miedo. Tampoco se extraña a nadie. En el sueño que sueño, el Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, tomaba o tomo la radio para comunicarme con el Control en Tierra e informar que todo está bien, que desde aquí las cosas se ven con claridad, y que tal como quedó registrado en la Historia, desde el espacio exterior la Tierra se ve azul y no se escucha la voz de ningún Dios.

¿Aló?, aquí el Mayor Yuri Gagarin, o sea Alfa Centauro, o sea yo, comunicándose con el planeta Tierra. ¿Aló? ¿Control? Tengo una información importante que entregar. ¿Aló? ¿Control? ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien me escucha? ¿Alguien me escucha? ¿Alguien me escucha?

Suena el timbre del fin de módulo.

 

La actriz, escritora y guionista nacional, Nona Fernández Silanes (1971)

 

Nona Fernández Silanes (Santiago, 1971) es actriz de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y autora de las novelas Mapocho (2002), Avenida 10 de Julio Huamachuco (2007), Fuenzalida (2012), Space invaders (2013), Chilean Electric (2015) y La dimensión desconocida (2016), por las cuales ha sido reconocida con el Premio Municipal de Literatura y con el Premio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en Chile, y con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en México. La narradora ha cedido generosamente este fragmento para ser publicado por el Diario «Cine y Literatura».

 

 

Crédito de la imagen destacada: El momento escénico que retrata el monólogo aquí reproducido, y captado por el lente de Maglio Pérez

Crédito de la fotografía a Nona Fernández: LaTercera.com

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