«Liceo de niñas»: La utopía de un tiempo suspendido

El presente montaje teatral es una realización escénica necesaria de ver, pues promueve una memoria colectiva y una experiencia transversal por medio de una profunda crítica y reflexión sobre la Historia y el presente, así como también, sobre los ideales de la juventud de ayer y de hoy, quienes en distintos contextos deben enfrentar luchas político y sociales trascendentales no solo para ellos, sino para toda una generación.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 8.4.2017

La novela del escritor chileno Álvaro Bisama (Alfaguara, 2010) trata, entre otras cosas, sobre la memoria de las utopías perdidas y su resquebrajamiento en el presente. Precisamente este es uno de los hilos conductores del montaje Liceo de niñas, dirigido por Marcelo Leonart (Noche mapuche, 2017), y escrito por la destacada Nona Fernández (Premio “Sor Juana Inés de la Cruz”, 2017), en donde la memoria colectiva sobre las movilizaciones estudiantes en contra de la dictadura de Augusto Pinochet, se cruza con la memoria reciente sobre las marchas y las protestas que han venido marcando la agenda política respecto al tema educacional, desde el año 2006, y predominantemente, desde el 2011.

Un profesor que sufre crisis de pánico debido a la sobreexigencia laboral docente, es el personaje que vincula las dos temporalidades que se cruzan en la obra, el presente representado por la angustia y estrés que experimenta, y que generan una fuerte crítica y reflexión en torno a la labor pedagógica, así como también sobre las vicisitudes de la vida contemporánea, marcadas por la inmediatez y el exitismo. A su vez, el pasado, representado por su rol docente que lo une a las estudiantes revolucionarias, quienes, como viajeras en el tiempo, aparecen en la sala del profesor después de treinta años, tras haber estado escondidas por una brutal protesta en el año 1985, la que parece haberlas dejado suspendidas en el tiempo y el espacio, condenadas a ser estudiantes cuyas utopías y sueños de libertad han quedado perdidos en el tiempo.

Estas tres estudiantes resultan ser como aquellos personajes de la novela de Bisama, fantasmas de otro tiempo poseedores de una lucha que parece no tener parangón en la actualidad. Una de ellas, encarnada por la misma Nona Fernández, gran parte de la obra permanece muda, representación explícita de la experiencia indecible que vivió en la protesta de 1985, en donde fue golpeada por la policía, y en donde, el líder del movimiento, “Alfa Centauro” fue detenido por defenderla.

En este sentido, resulta de vital importancia la vinculación de las estudiantes con este líder, quien aparece en escena como un recuerdo, como un espectro, resultado fehaciente de la represión dictatorial a la lucha estudiantil. Vestido de escolar y con la marca en la frente de una bala, Alfa Centauro es el Caín traicionado, la estrella muerta más reluciente del firmamento, el lazo espacio-temporal que genera un hoyo negro en donde pasado y presente se encuentran en la sala del profesor de física.

Resulta interesante la referencia que realiza la obra a los “alias” de los personajes estudiantiles, manera en que ellos se hacían llamar para no evidenciar sus verdaderos nombres y con ello delatarse ante el peligro de aprehensión e incluso, de muerte. Los alias eran una estrategia política subversiva que permitía la organización del movimiento antidictatorial, generando un sentimiento de pertenencia a un grupo que compartía los mismos ideales. Eso allá en los ochenta, hoy, y desde la irrupción de las redes sociales en la vida juvenil, los alias han sido reemplazados por los “nickname”, nombres que se utilizan en la web para relacionarse con los otros en una comunidad virtual.

¿Qué hubiese pasado con las estudiantes si hubiesen salido de su escondite a tiempo y hubiesen seguido con su vida y cumplido sus sueños? ¿Habría sido diputada Beta Andrómeda? Las estudiantes le preguntan a Epsilon Scorpium, al descubrir que han transcurrido treinta años sin que lo hubiesen percibido, qué pasó con sus compañeras y sus amigos, si están en el gobierno, si siguieron en la lucha o tienen un puesto importante. Scorpium es la encargada de traer al presente la pérdida de los ideales, pues ella logró salvar con vida del ataque en la protesta y rehízo su vida un tiempo, se graduó de cuarto medio y logró estudiar Publicidad, carrera que sorprende a sus compañeras, además del hecho de que ella haya rehecho su vida y haya vuelto al escondite sin decirles que el tiempo había pasado. Publicidad, carrera asociada al comercio, el neoliberalismo y el mundo empresarial, dista de sobre manera de la afición literaria que Scorpium tenía en su juventud, en otras palabras, Scorpium vendió su creatividad al mercado. ¿Y qué pasó con el joven líder? Murió, traicionado por una familia “normal”, tan normal como el inspector Carvajal, que traicionó a las estudiantes en 1985 y luego traiciona al profesor en el presente, porque siempre hay un “Carvajal” en nuestras vidas, dicen las estudiantes.

El profesor intenta explicarles a partir del fenómeno científico de las estrellas y la luz que de ellas nos llega después de viajar por el tiempo y el espacio, que ellas han quedado suspendidas en la temporalidad sin tener conciencia plena de aquello, la relatividad einsteniana es aplicada a estas estudiantes que se horrorizan al ver sus rostros de mujeres adultas, ante la evidencia de que han perdido todo por lo que habían luchado en su adolescencia.

Pese a todo, yace en Liceo de niñas, una esperanza latente, el hecho de que los estudiantes revolucionarios del 2011 estén hoy en el Congreso representando legislativamente a los ciudadanos.

En relación ahora con la puesta en escena, la escenografía destaca por el uso de puertas que permiten un fluir temporal enfatizado por el manejo lumínico. El vestuario, por su parte, recuerda a los escolares de las décadas del ochenta y noventa, antes de los uniformes institucionalizados, cuando el jumper azul, el delantal a cuadros y la chaqueta azul marino, eran usados por los liceanos, hoy casi solo por los liceos emblemáticos, mismos liceos que llevan la batuta en el movimiento “pingüino”.

La reiteración de ciertos diálogos, así como la incorporación de una escena que no le brinda a la obra una potencia dramática relevante y acorde a los temas tratados en ella (astronauta y monólogo de Alfa Centauro), generan puntos bajos durante algunos momentos específicos del montaje, así como también la excesiva teatralización en la muerte del dirigente estudiantil, la cual disminuye su impacto. Sin embargo, Liceo de Niñas es una realización escénica necesaria de ver, pues promueve una memoria colectiva y una experiencia transversal por medio de una profunda crítica y reflexión sobre la Historia y el presente, así como también, sobre los ideales de la juventud de ayer y hoy, quienes en distintos contextos deben enfrentar luchas político sociales trascendentales no solo para ellos, sino para toda una generación.

 

El montaje de «Liceo de niñas» se encuentra protagonizado por las actrices Roxana Naranjo, Nona Fernández y Carmina Riego

 

Ficha técnica:

Elenco: Nona Fernández, Roxana Naranjo, Carmina Riego, Francisco Medina, Felipe Zepeda

Dramaturgia: Nona Fernández

Dirección: Marcelo Leonart

Diseño integral: Catalina Devia

Iluminación: Andrés Poirot

Música: José Miguel Miranda

Realización: Rodrigo Iturra

Producción: Francisca Babul

Funciones: Desde el 15 de marzo hasta el 14 de abril de 2018, de jueves a sábado, a las 20:00 horas

Valores de las entradas: General $6.000, estudiantes y convenio $4.000 y jueves popular $3.500

Reservas: (2) 29771701

Dirección: Teatro Nacional Chileno, Facultad de Artes de la Universidad de Chile, Sala Antonio Varas del Banco Estado, calle Morandé nº 25, Santiago Centro, Santiago

Para obtener una mayor información del presente espectáculo, revisar aquí

 

Crédito de las fotografías: Teatro Nacional Chileno