[Crónica] Cultura

Calle Eliodoro Yáñez, y la ausencia de futuro que se torna en ilusión, el recuerdo de una tarde noche de verano, esa imagen —verte pasar, fugazmente— me rescata del viaje insufrible y sin sentido, de ese mediocre largometraje de ficción.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 14.2.2024

«No es posible /que todo el calor del mundo /haya cobrado la forma de tu cuerpo /tendido e irradiante junto al mío».
Jorge Riechmann en Incredulidad

Despierto temprano y preparo un café. Hay que hacer las compras de la semana como todos los domingos. He distribuido el dinero en varias tarjetas para no tener acceso a efectivo. Cuando canta Gardel es un suplicio, la vida se vuelve instantánea y recurrir al placer es la única receta para apaciguar al cerebro.

Acudo a un mercadito de la esquina y el precio de las verduras está por las nubes. Compro pan de molde y un kilo de queso que paso a dejar al departamento. Odio que digan que devoro sándwiches a toda hora. Ansiedad qué duda cabe, pero esa manía de contar láminas me tiene harto.

Se suponía que ayer pagaría por sexo callejero, pero preferí conseguir droga y ver porno en un motel. Hay que aumentar el ahorro, dice el ministro de Hacienda, sabiendo que los retiros de AFP fundieron una considerable parte del ahorro–país, mientras las tasas de interés de largo plazo subían a la estratósfera.

Jamás he podido destinar dinero al ahorro, debe ser un chip que tengo dañado. Para mí y buena parte de los chilenos, economizar significa cancelar deudas. Alojar capacidad de pago en una tarjeta que no funcione en los cajeros automáticos siempre será deseable. Endeudarme de a poco durante el mes y no sucumbir a los deseos.

 

Lo opuesto a un intangible

Conduzco por calle Eliodoro Yáñez y cruzo al lado de una feria desconocida. No soy fanático de las verduras, por lo que me abastezco de frutas. Paltas, tomates, mangos y plátanos son lo primero. Cuarenta huevos para ensaladas y queques.

Hoy en día aceptan tarjetas de crédito hasta en el comercio callejero gracias al gentil auspicio del BancoEstado. Esas maquinitas conectadas al Servicio de Impuestos Internos que algunas prostitutas han incorporado a sus pertenencias. El Estado sacando a gente del comercio informal para incluirlos en la economía vía pago de IVA.

Finalmente, lo último que adquiero es un kilo de guindas y parto al supermercado para terminar con las compras. Retiro un carro en la entrada de Unimarc y debo introducir una moneda de $500 para liberar uno. Primero suprimieron las bolsas plásticas por ser un asunto ecológico y ahora venden otras supuestamente reciclables. Menos mal que la moneda la devuelven al retornar el carro a su sitio.

Lo bueno de haber jalado cocaína es que los deseos por beber cerveza se han desplazado al menos una semana. Hay que disfrutar cada instante, el aquí y ahora, pero mucho mejor extender el tiempo y disfrutar de la abstinencia.

No se puede escribir estando arriba de la pelota, uno necesita momentos de reflexión, un podcast gratuito de YouTube o alguna que otra serie de Netflix. Lo malo es que la tarjeta no funcionó, tuve que salir del motel y me tragué dos bolsas mientras vagaba por las calles.

Desconecto el celular para que pierdan el rastro, saben mi paradero en tiempo real. Debo comprar bronceador para protegerme del sol. Ingreso a la góndola y también adquiero pasta de dientes. Hace tiempo debiera estar internado en una institución para salir de la droga.

Aunque camufles la adicción con insanidad mental, existe un copago que no cubre el Auge y en la práctica el núcleo familiar no piensa llevarte a una clínica psiquiátrica. Recursos hay, pero es mejor invertir en bienes raíces. Por eso estoy preocupado de ahorrar este mes, un ahorro que evita un consumo mayor, porque dicen que el ahorro es el combustible de la inversión doméstica.

Yo no invierto en nada, simplemente el dividendo de mi departamento subió tanto que el banco tuvo que rematarlo. Ni hablar de tener un auto propio, soy un ciudadano responsable que no bebe ni se droga cuando conduce. La única forma de cumplir las reglas es no tener acceso a bienes de inversión.

Ahorraría por los demás, pero las deudas no desaparecen. La capacidad de ahorro que tiene el 80 por ciento de los habitantes es la cotización que hace en la AFP. Con eso se mueve este país que existe para consumir en base a crédito y que paga impuestos por ese sobreconsumo.

En el comercio informal hacen trueque y eluden obligaciones. No les interesan los temas previsionales, pero sí la pensión garantizada. De qué servirá establecer un nuevo impuesto al trabajo, de cargo al empleador dicen los políticos mentirosos. Es ridículo que disminuyan el sueldo líquido a los únicos que pagan impuesto a la renta, mientras la otra parte se destina a una solidaridad que financia nuevos cargos políticos.

Mejor que un pacto tributario será recurrir a los recursos provenientes del litio, sinceren las cosas, mientras obtienen la otra parte con endeudamiento externo. Royalty e impuesto de primera categoría caen dentro de los gravámenes que benefician a todos, en vez de los nefastos incentivos para que contribuyentes se pasen al lado informal. Llego al departamento y descargo las compras de la semana, una pequeña contribución a la economía familiar.

Las noticias muestran cada vez más muertes. Hasta yo noto el peligro de caminar entre las calles de las poblaciones. La droga se vende a pleno día y cuando llega la noche aparecen los consumidores de pasta base. Pagan en efectivo, porque todavía la droga sigue exenta de impuestos. Cada vez son más los que viven para gastarse lo que obtienen de una limosna. Al lado de ellos me siento afortunado, pero tengo la misma enfermedad.

Una ausencia de futuro porque ya nada importa. Por una condición natural ya no puedo establecer relaciones con el sexo opuesto. Lo paso increíble, pero exigen demasiado y de veras no tengo constancia para hacer dinero. No significa mucho porque para mí es imposible atesorarlo y se escurre como agua entre los dedos.

Aporto con algo de comida para que me dejen escribir tranquilo. No aporto al ahorro del país, mucho menos invierto en bienes de capital. Pago por la publicación de mis libros, IVA incluido y lo ofrezco en las ferias para ganar un diferencial.

También capto el impuesto por las ventas, pero más allá de la utilidad siento satisfacción al conversar de literatura. Un producto que tiene materialidad, aunque la sociedad no lo valora. Exactamente lo opuesto a un intangible.

Una vez regalé un ejemplar a un flamante arquitecto y me dijo que no lo aceptaba porque intenté vendérselo. Consideraba que las casas que construía eran mucho más tangibles, algo así como que su creatividad poseía un mayor valor. Estudió en una famosa universidad de Valparaíso, de esos que están repletas las reparticiones públicas.

La droga pertenece al mundo ilegal y es bastante más demandada que los libros.

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Paula Luchsinger en El conde (2023).