Documental «Kedi»: Los gatos, compañeros y maestros del saber vivir

Este largometraje de no ficción turco de 2016 es un sencillo, tranquilo y amable retrato audiovisual de la eterna Estambul a través de los numerosos felinos que la habitan. Tanto la fotografía de Alp Korfali y Charlie Wuppermann, como la banda sonora de Kira Fontana son muy agradables por lo que el filme se vivencia con cercanía. El director Ceyda Torun, así, nos ofrece tomas desde su baja altura, primeros planos de su belleza salvaje e imágenes de sus variopintos rostros. Vemos cómo se mueven, cómo observan, cómo se esconden, cómo se pelean, cómo juegan…, y cómo se dejan mimar por todo tipo de gentes que los quieren, y algunas de esas personas nos hablan de lo que significan y aportan estos animales a sus vidas.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 17.12.2018

 

«La vida es hermosa si sabes cómo vivirla. Puedes amar si tienes el corazón abierto. Si puedes disfrutar la presencia de un gato, un ave, una flor… todo el Mundo será tuyo».
Un anciano

«Un gato que maúlla a tus pies y te mira es la vida que te sonríe. Son momentos en los que somos afortunados, momentos que nos recuerdan que estamos vivos».
Un hombre

 

Estambul, ciudad gatuna

En el preámbulo se nos explica que los felinos son habitantes plenamente integrados en la ciudad: “Los gatos han vivido en lo que hoy conocemos como Estambul durante miles de años. Han visto crecer y caer imperios en una ciudad que se contrae y crece. Aunque están cuidados por muchos, viven sin un amo. Y ya sean adorados, despreciados o pasados por alto, no se puede negar que forman parte de la vida de todos sus ciudadanos”.

La primera toma del filme es una bella imagen sobre la ciudad, vemos el mítico Bósforo (Cuerno de Oro), las gaviotas sobrevolándolo y la torre Gálata una armoniosa construcción cilíndrica ubicada en el barrio de Taksim. El barrio cuya vida retrata el documental. El barrio donde se originó la expresión “es la pera” como sinónimo de espectacular, de “pera” que en griego significa al otro lado, al otro lado del antiguo Bósforo los genoveses erigieron en el siglo XIII un barrio muy próspero que brillaba en su esplendor.

Un caricaturista amante de los gatos explica que en la era Otomana los barcos que llegaban al puerto tenían siempre gatos a bordo para acabar con las ratas, estos descendían a tierra con la carga e iban a la colina, pero luego extrañaban el barco y bajaban a vivir a los barrios marítimos. Por eso, nos dice, ahora aquí hay gatos de todo el Mundo.

Y se nos comenta al inicio del filme la gran importancia que tienen los felinos en la ciudad: “En Estambul un gato es más que un gato. El gato encarna el caos indescriptible, la cultura y singularidad que es la esencia de Estambul. Sin el gato, la ciudad perdería parte de su alma”.

 

 

Los gatos y las personas, relaciones enriquecedoras

Al final de la película un hombre afirma: “Los problemas de los gatos y otros animales callejeros no son diferentes a los de las personas. Es más fácil ver a un gato callejero como problema, pero si aprendiéramos a vivir juntos de nuevo quizás buscando resolver sus problemas solucionaríamos los nuestros, tengo la seguridad de que recuperaríamos nuestro sentido del humor y nuestro gusto por la vida”.

Antes la realizadora nos muestra la vida de muchos gatos con nombre, gatos queridos por ciudadanos que trabajan y viven en el barrio. Gatos libres, así son, pero también necesitados de alimento; alimento en todas las facetas: comida, atención veterinaria, mimos… alimento en amor. Vemos como hay gente que los cobija en su espacio (tienda o vivienda), otros van expresamente allá donde suelen estar o bien les dejan bebederos y comederos en las calles. Son muchas las personas que los aman y los cuidan, son muchas las relaciones que se tejen día a día entre felinos y humanos, relaciones de amor mutuo, relaciones que benefician a receptores y a dadores.

 

Algunos casos que se narran:

Kedi: La mujer que regenta la tienda donde vive con sus crías comenta: “A veces le hablo, y de verdad me responde. Tiene un carácter sólido, tiene personalidad. Algunos gatos tienen carácter, se les nota en la cara. Lo que importa es estar en la misma frecuencia con ellos, comunicarnos con ellos. Ellos notan a quién les agradan y quiénes no” Y añade que los gatos “Absorben tu energía negativa y emanan energía positiva. Nos hacen bien” Un pescadero del mercado habla también de Kedi “Me llevó a la parte de atrás de mi parada y me mostró a sus gatitos. Es fascinante, son como personas. La gente que no ama a los animales, no puede amar a las personas”.

Otra gata, Bengü, la vemos espatarrada muy satisfecha mientras un hombre la peina; nos explica que es muy sensible y celosa, y que defiende a sus crías añadiendo: “no pueden irse volando como las aves, es nuestra responsabilidad cuidarlos”. Y otro hombre que también la cuida comenta satisfecho: «esta gata es buena para mí, es de un ir y venir incondicional, y de conversaciones interminables”.

Un restaurador agradece la labor de un gato al que llama pequeño gato-león, controla las ratas que se acercan a la terraza de su restaurante. Vemos al felino observando a través de la rejilla de una alcantarilla y entrando a buscarlas. El hombre afirma que se gana su “salario” de pescado, y resalta que “el gato hace justicia al amor que recibe”.

Y muchos otros testimonios humanos sobre la condición felina. Como la mujer que nos comenta que “Tener un gato da sentido de seguridad aunque no hablemos su idioma de inmediato formamos un idioma compartido, es como ser amigo de alienígenas, haces contacto con una forma de vida diferente” o la joven que afirma: “Apenas notas un gato, él te nota a ti, es algo mutuo, es como un espejo”. O el artista que entiende que: “cualquier conducta ingrata de su parte es un acto de sinceridad, no necesitan disculparse”.

 

 

La feminidad salvaje

Mención especial merece la aportación de una joven pintora. Ella comenta que la postura gatuna es muy femenina, que ya no ve esa elegancia femenina en las mujeres. Confiesa que es muy difícil ser mujer en Turquía. Mientras la vemos luciendo un bolso con una caricatura de mujer gatuna nos habla de la feminidad salvaje: “es difícil expresar tu femineidad, ser desafiante con tu femineidad. Cuando estás sola por largos periodos tus instintos animales se agudizan. Hay un poder que sientes dentro de ti, el de una criatura salvaje que necesitamos descubrir. Los gatos están satisfechos con su existencia y están muy seguros de su carácter. Nosotros siempre queremos más, eso nos envenena mentalmente y ese veneno lo destruye todo”.

Estas palabras me han evocado la imagen de la Catwoman de los cómics. La mujer que está en conexión con lo salvaje, la belleza elegante y rotunda de la feminidad, la feminidad libre que puede expresarse desde su esencia terrena, la mujer que es respetada y entendida por el hombre (o la feminidad en una o uno mismo), la autenticidad femenina que desafía (como nos apunta la joven pintora) a tanta falsedad-injusticia de un mundo “mal masculinizado” donde se ha asfixiado o ahogado a lo femenino, la feminidad salvaje que rechaza el domador con el látigo y espera jugar de tú a tú con él para el beneficio mutuo, para el beneficio de todos y todo.

 

Creencias

El documental también refleja las creencias religiosas de la gente de Estambul, creencias que afectan a cómo viven y entienden su relación con los gatos. Algunos testimonios de personas que tienen fe en Dios:

Un pescador está cuidando a unas crías que alguien abandonó mientras explica que hace mucho tiempo tuvo un incidente con un gato, acababa de perder su bote comprado con todo sus ahorros, se hundió durante una tormenta; y ocurrió algo extraordinario, vio a un gato señalándole una cartera, la miró y contenía la cantidad de dinero que necesitaba para comenzar de nuevo: “Dios es todo poderoso”, afirma lleno de fe. Desde entonces su amor por los animales aumentó y empezó a cuidar a los felinos.

Un hombre relata una anécdota de cuando era niño, comenta que junto a su hermano tuvieron un cementerio gatuno en el patio de su casa, allí les enterraban con gran pompa. Y les ponían cruces con ramitas como habían visto hacer en las películas del oeste, les gustaban porque se veían geniales aunque no fueran cristianos: “Un día papá nos vio y enloqueció con las cruces, de inmediato nos envió a una escuela del Corán para que no nos convirtiéramos en cristianos”.

Otro hombre que va cada día a alimentar y curar a los gatos, dice que sus amigos no entienden por qué lo hace, creen que Dios ya proveerá. Él les explica que por eso lo hace: “yo soy el intermediario y es mejor esto que pasar todo el tiempo en el café”. Añade que hace años tuvo un colapso nervioso y se involucró más en el cuidado de los gatos. Y que hacerlo le curó, ninguna medicina lo había conseguido: “Ahora soy feliz gracias a ellos, hacen que te vuelvas a enamorar”.

Los gatos y la deidad, para muchos musulmanes (también en otras religiones) los felinos y en general los animales son vistos-sentidos como seres creados por Dios a los que hay que respetar y cuidar. Esa forma de vivirlos viene de antiguo…

 

 

Los gatos, luces en la oscuridad

Los gatos nos han acompañado desde la noche de los tiempos. Y precisamente la noche está muy asociada a ellos. En el antiguo Egipto eran muy considerados, los vinculaban con la luz por su alta capacidad de ver en la oscuridad. Por ello eran venerados y asociados a tres deidades: Isis (la diosa madre de todo el mundo), Bastet (diosa del hogar y la armonía) y Seth (deidad de la fuerza ctónica-terrena). Se les solía representar con una argolla de oro en una oreja e incluso matando a Apofis (la serpiente mítica del mal-caos) como Miuty el alterego gatuno del dios supremo Ra-Sol.

En la época romana se les creía animales-encarnaciones lunares emparejándolos a la deidad Diana. Así mismo en otras culturas y en tiempos posteriores han sido-son considerados también animales lunares por sus hábitos nocturnos y se les ha asociado a las fuerzas tenebrosas-oscuras. Esta asociación a lo oscuro deriva con frecuencia a creerlos personificación del mal (especialmente los «pobres» gatos que les ha tocado nacer-ser negros) así se les considera de mal presagio e incluso en muchas ceremonias satánicas son sacrificados absurdamente para con su sangre invocar a las fuerzas malignas.

Es relevante el hecho de que en la remota antigüedad de la cultura egipcia los gatos fueran solares-lunares (se asociaban a deidades de ambas polaridades) y que desde los romanos hayan sido considerados exclusivamente lunares. Relevante la expulsión de lo solar, como si la luz de la gran estrella vital ya no pudiera asociarse-vivir en la naturaleza salvaje que los gatos encarnan. Y quizás esa expulsión es un reflejo de un mundo donde la naturaleza salvaje instintiva se ha relegado, se ha incomprendido, y se ha combatido. Naturaleza salvaje que sabemos que está en peligro en el medio en que vivimos (la naturaleza, la Tierra) y en cada una o uno de nosotros. De alguna manera no hemos querido iluminar-ver con claridad esa naturaleza salvaje como creyendo que sin verla dejaría de existir. Pero afortunadamente no deja ni dejará de existir porque es la vida misma, y los gatos aún siguen aquí para recordárnoslo.

 

Dedicado a Selma, Keyla y Chiky-Ángela; gatunas de infancia, gatunas de por vida, gatunas que junto a mamá gata Paula me han enseñado a ser gatuno.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

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