«Hamlet», de Kenneth Branagh: De la ambición y la venganza

William Shakespeare nos ha legado multitud de obras teatrales magistrales, Branagh actor y director de la gran tradición británica rodó esta que es una de las más reconocidas del inmortal bardo. La película -estrenada en 1996- está considerada una muy notable adaptación cinematográfica que muchos consideramos equiparable a la mítica realizada por Laurence Olivier medio siglo antes. El reparto lo encabeza el propio realizador en una brillante interpretación como Hamlet, Kate Winslet quien encarna a Ofelia, Richard Briers quien es Polonio, Derek Jacobi que es Claudio y Julie Christie como Gertrudis: les acompañan secundarios de lujo, Gérard Depardieu (Reinaldo), Richard Attenborough (el embajador ingles), Robin Williams (Osric), Jack Lemmon (Marcelo), Judi Dench (Hécuba) y Charlton Heston (en el rol de rey).

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 20.1.2019

 

Preliminar

Hamlet es una obra que en sus formas pertenece a otra época pero en su fondo es desafortunadamente aún actual. Ambientada en un palacio real, sus intrigas y maquinaciones no son tan distintas a las de los parlamentos de hoy en día, la ambición y el poder dominan, siendo “rara avis” la nobleza del ser. Se utiliza un lenguaje muy adornado propio de la época en ambientes elitistas, lenguaje que da vueltas sobre sí mismo antes de llegar al núcleo del mensaje, como ocurre en la actualidad donde demasiados políticos y gobernantes son virtuosos en el arte de hablar mucho y decir poco.

La película de Branagh es fiel al texto teatral, se nota que el realizador británico ha bebido de las ricas fuentes shakesperianas. Es un deleite el visionado de este drama sobre las absurdas y duras consecuencias de la ambición y la venganza.

 

Simbolismos

El filme (que data de 1996) tiene diversos elementos simbólicos que dan fuerza al texto. Destacar:

El suelo del palacio real a base de losas blancas y negras (en especial el suelo del gran salón). La dualidad de esta vida en la que transitamos y el tablero de ajedrez como imagen del juego del vivir-morir (la farsa teatral en la que todos actuamos de forma más o menos consciente).

El gran salón con numerosas puertas-espejo. Las opciones en la vida, las puertas que podemos abrir y que antes de cruzarlas nos reflejan a una o uno mismo. El reflejo en el espejo, la inversión de las apariencias de la “realidad”. El realizador escoge (a mi entender con acierto) que sea frente a un espejo de la sala donde Hamlet recite su célebre monólogo “Ser o no ser”.

Las puertas escondidas. Como en muchos palacios, castillos y lugares de reclusión-represión habitualmente vinculados a algunas religiones. La ocultación, los secretos inconfesables, las falsedades, las maquinaciones…

La tierra pantanosa y brumosa. El lugar a donde el espectro del rey conduce a su hijo Hamlet para explicarle la verdad y exigirle venganza. La tierra que atrapa y convierte el peso en inmovilización, la bruma que dificulta la visión. El hijo que recibe una noticia que le va a pesar, una carga heredada que le condicionará su andar por la vida.

Los rayos y las grietas en la tierra. La cólera-rabia del rey muerto que clama venganza, la fuerza paterna que empuja al noble Hamlet a matar al tío asesino.

La alfombra roja. El camino del “éxito” y del “poder”, el rojo de la lucha (“a sangre”) para alcanzarlo. Sobre ella se desarrollan los actos solemnes y festivos en la obra, desde la boda real al combate de esgrima. Aún hoy en día es utilizada por ejemplo en los accesos a los premios cinematográficos (las poderosas y heroicas estrellas de la ficción) todo un símbolo del teatro de la vida en el que nos movemos.

 

La actriz Kate Winslet en «Hamlet» (1996)

 

Ambición y poder

«El ‘enemigo’ es uno mismo, hay que conocerse perfectamente bien para no dejarse enredar. Estamos ante un callejón sin salida, ligados y anudados a un montón de condicionamientos y apegos, y sólo la espada en manos de quien se busca a sí mismo puede desanudarlos».
Francisco Ariza

 

En el ser humano anida el deseo de querer más. Entiendo que es legítimo desear sin límites. Pero desear o querer no debería implicar arrebatar, ni poseer, ni acumular. El “mío y sólo mío” excluye al otro y aísla al uno. Aísla-excluye en el miedo a perder, en la desconfianza en los motivos de los otros cuando se acercan. Poseer tierras, bienes materiales, conocimientos, información, belleza, arte e incluso personas “amadas” (amar nunca es poseer, amar es libertad) y retenerlas o retenerlos va en contra de la esencia humana que es compartir. La soledad de uno o de un grupo reducido que posee algo y lo protege de los demás versus el ofrecer-ofrecerse a todo el que guste en intercambio enriquecedor.

Muchos creen que en esa soledad y exclusividad está el poder, quizás lo esté de alguna forma pero ilegítimamente, por ello siempre acaba cambiando de falsa mano destruyendo a quien-quienes lo poseen-retienen y dañando a los que están sometidas a su injusta ley. Quien-quienes ostentan el poder legítimamente (con autenticidad) lo comparten para el beneficio de todos (abren la mano y ofrecen-contactan), y hacerlo así beneficia también muchísimo más al poseedor. La ambición impulsa a la destrucción, el compartir expande creación.

En la obra diversos personajes se mueven por la ciega y egoísta ambición pero es el rey Claudio quien mejor la encarna. Claudio ha accedido al trono tras asesinar a su hermano y se ha casado con su mujer Gertrudis (que ya era su amante antes). Hamlet, el único hijo de Gertrudis y del rey muerto, reniega de su tío y de su madre por casarse al poco de la muerte de su padre. En una bella escena de gran fuerza visual, a mi entender la mejor de la película, vemos a Hamlet asistiendo a la boda en el gran salón de palacio, el público celebrando, la madre y el tío felices, Hamlet vestido de negro con semblante serio y el lanzamiento de multitud de pétalos blancos que crean una lluvia blanca que contrasta con el negro del joven príncipe, el único de duelo.

Claudio envenenó a su hermano sin que nadie lo sepa pero no tiene la conciencia tranquila y se siente cuestionado por el noble Hamlet. Se nos muestra que Claudio, como suele ocurrir en los ambiciosos, es un “personaje” cobarde que se escuda en el “poder” real que ha arrebatado a su hermano, poder falso e ilegítimo que utiliza en beneficio propio. Y su cobardía hará que muera Polonio su más fiel servidor, cuando espía para él a Hamlet este lo mata sin saber de quien se trata (después el príncipe se arrepiente de haberlo hecho). Como consecuencia también muere su hija Ofelia a quien Hamlet ama. El rey ve que todo se desmorona pero sigue ocultando la verdad, sin embargo esta saldrá a relucir a pesar de sus maquinaciones. Maquinaciones burdas que acabarán también con la vida de Gertrudis, la de Hamlet y la suya dejando el reino sin rey, dejando el reino en manos de sus astutos vecinos.

 

Michael Maloney y Kenneth Branagh en «Hamlet»

 

Venganza

«Ojo por ojo y el Mundo quedará ciego».
Mahatma Gandhi

 

La venganza, desafortunadamente común en la raza humana, crea espirales de violencia que impiden vivir en paz al o a los que se vengan y evidentemente al o a los que cometieron los hechos que la motivan (difícil vivir en paz sino se está en paz con uno mismo, eso es lo que le ocurre al atormentado Claudio).

Hamlet adoraba a su padre, mientras todos celebran la boda real él piensa en el suicidio. Pero se le aparece el espectro paterno y por su amor-admiración por él acepta el encargo, acepta vengar su asesinato. Y en esa aceptación Hamlet carga con la pesada piedra del padre, el padre que en su aparición confiesa no ser tan perfecto y que teme el juicio divino por no haber recibido la extremaunción (tan importante para los creyentes que desean morir libres de pecado). Entiendo que el príncipe por su forma de ser noble no quiere convertirse también en un asesino, “¿debo unirme al infierno?”, le dice al espectro y se queja: “Esta época esta desquiciada, maldita suerte haber nacido yo para enderezarla”. Hamlet busca maneras alternativas para poner en evidencia a su tío. Decide adoptar el rol de loco para hablar-denunciar con libertad sin ser considerado irrespetuoso y aprovecha la función teatral que se va a representar en el palacio para poner en boca de los actores lo que le ocurrió a su padre: “He oído que unos culpables que asistían a una obra se impresionaron tanto con la astucia de la escena que al instante confesaron sus fechorías. La obra es el lugar donde atraparé la conciencia del rey”, se dice esperando mejor justicia; pero su tío en plena función ordena que cese y se retira.

Claudio teme a su sobrino y lo envía a Inglaterra junto a dos supuestos amigos de Hamlet que en realidad son espías reales. En el camino el joven ve a Fortimbras, príncipe del país vecino que ha engañado a Claudio para entrar en el reino con su ejército a la espera de poder conquistarlo. Hamlet se compara con él: “tiene espíritu impelido de divina ambición. Ser grande es no agitarse sin gran excusa sino saber hallar una causa de contienda por cualquier cosa cuando de honor se trata. ¿Cómo soporto yo asesinado mi padre y envilecida mi madre la excitación de mi razón y de mi sangre, y dejo que todo duerma mientras para mi deshonra veo la muerte inminente de veinte mil hombres que por una fantasía o un engaño de la gloria van a sus tumbas como si fueran camas combatiendo por una causa que nadie puede comprender? A partir de este momento mis ideas serán sangrientas o no valdrán nada”. Hamlet decide vengar la muerte de su padre, decisión que se refuerza al descubrir que Claudio ha ordenado su muerte cuando llegue a destino. Y aún con más razón cuando en el combate de esgrima que su tío organiza a su vuelta se da cuenta del plan que ha urdido para envenenarlo. La copa de vino que Claudio le ofrece la bebe su madre produciéndole la muerte, Gertrudis es una nueva víctima de las maquinaciones del rey innoble y cobarde que es. En ese momento Hamlet venga a su padre matando al tío, Hamlet lo hace herido de muerte por Laertes quien con malas artes también se venga de la muerte de Polonio. Sin oposición alguna Fortimbras se autoproclama nuevo rey y ordena que Hamlet sea honrado, pues sabe que hubiera sido un gran rey. Vemos cómo la estatua de su padre, llamado también Hamlet, es destruida; desafortunadamente la saga de reyes nobles que ambos Hamlet encarnaban ha muerto. Muertes y más muertes en una espiral trágica.

 

Kenneth Branagh y Kate Winslet en un fotograma de «Hamlet»

 

El sueño y la muerte

«Este lugar es un sueño
Sólo un durmiente lo considera real
Luego llega la muerte como el amanecer
y te despiertas riendo
de lo que pensabas que era tu pena».
Rumi

 

Muchos sentimos la vida en la que nos movemos como un sueño tan extraño como suelen ser los sueños de nuestro dormir reparador diario. Y a menudo ese sueño del vivir es una pesadilla de la que quisiéramos despertar. Pesadilla que al no encontrarle solución-salida hace que algunos deseen morir, morir para descansar en paz, la promesa de la paz en otro mundo (o incluso sin otro mundo), el fin de la guerra-conflicto que supone vivir. Este es el encanto de la muerte que fascina a tanta gente que no sabe-puede cambiar-transmutar la pesadilla, su pesadilla.

Hamlet quiere suicidarse, así de fuerte es su conexión con el padre-rey de ahí que no sea de extrañar que se le aparezca en espíritu. Su deseo lo expresa con claridad en el célebre monólogo: “Ser o no ser esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la aviesa fortuna o armarse contra un mar de adversidades y, resistiéndose, acabar con ellas? Morir, dormir. Nada más y con el sueño poner fin a la angustia. Es una consumación que piadosamente se desea. Morir, dormir. Dormir tal vez soñar. Sí, ese es el inconveniente; pues en ese sueño de muerte los sueños que vendrán cuando nos liberemos del agobio terrenal deben darnos la paz”. En el mismo monólogo prosigue hablando de la vida como injusta, la vida como dolor y angustia (ha perdido a su padre y su amada Ofelia lo rechaza presionada por el suyo) y concluye: “¿Quién llevaría esos fardos gimiendo y sudando en una vida agotadora si no fuera por el temor de algo tras la muerte? Así la conciencia nos hace unos cobardes y así el color natural de nuestra resolución se mustia bajo la pálida sombra de la razón y empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su curso”. Si Hamlet no se mata es por el temor muy extendido entonces y que perdura en nuestros días del fuerte castigo a los suicidas en el “otro mundo”.

El texto pues expone dos vías para alguien sumido en la desesperación, el suicidio como forma de acabar el ahora y aquí o el “vivir” ligado al drama sin capacidad de cambio-regeneración. Pero algunos entendemos que hay una tercera vía.

 

Gérard Depardieu en «Hamlet» (1996), de Kenneth Branagh

 

Regeneración

«Convertiremos el viejo dolor en amor y lo legaremos, solemnes, a la historia».
Miquel Martí i Pol

 

La vida duele, duele nacer, duelen muchas circunstancias, duelen las pérdidas, duele sentir tanto dolor propio y ajeno. Es fácil dejarse arrastrar por el dolor perpetuando el drama en una o en uno mismo, perpetuando el drama en nuestro grupo de influencia. La valentía está en transmutar ese dolor en nosotros, transmutar ese dolor en nuestro grupo. Liberar las pesadas piedras heredadas sin lanzárselas a nadie, sea quien sea y por mucha rabia que dé. Dejarlas con amor que descansen en la tierra y empezar a regenerase, regenerar. Regenerarse uno mismo, regenerar a nuestro grupo de influencia.

Grandes han sido y son las personas que aun sintiendo con motivo la rabia no se han convertido en rabiosos. Como los famosos Martin Luther King, Mahatma Ghandi, Nelson Mandela o José Mujica y sobretodo como multitud de mujeres y hombres anónimos que han puesto y ponen su granito de arena del templar-mediar diario. Personas que optan por perdonar al «enemigo» liberándose de la pesada carga del resentimiento, ofreciéndonos a los demás con su ejemplo la oportunidad de hacerlo también como ellas. Personas que gracias al “enemigo”, gracias a las duras pruebas que este les ha brindado y han podido-sabido superar se han descubierto-reconocido auténticos seres humanos.

Esa es para mí la tercera vía, la vía de la nobleza y valentía, la vía de la justicia que busca la verdad, que busca entender lo que ocurre y que a partir de allí ofrece soluciones. Soluciones para acabar con las destructoras espirales ciegas de la ambición y de la venganza. Soluciones de bandera blanca, de mesas redondas, de verse uno mismo, de comprensión de uno, de comprensión del otro, de unidad frente al vio-lento, de perdón y de búsqueda de reparación del daño.

Cuando Hamlet va a morir pronuncia su última palabra al fiel Horacio “silencio”. Su amigo responde: “Así se rompe un noble corazón. Buenas noches, dulce príncipe”. A mi entender es necesario proteger y hacer crecer ese corazón noble que en mayor o menor medida todos tenemos-somos, es la solución a los males y desmanes propios y ajenos. Que el silencio no sea para una muerte heroica más que recordar, que el silencio sea en vida para oír nuestro corazón y el de los otros actuando en consecuencia, siendo de alguna manera héroes en el día a día, héroes que con su actuar regeneran.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

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