[Crónica] Las memorias de Edmundo Moure: El esoterismo de Alfonso Calderón

«Ventura y desventura de Eduardo Molina» —el último libro publicado en vida por el amigo que desapareció hace ya trece años— es un texto difícil de definir según clasificaciones al uso: quizás novela testimonial, diario a dos voces, biografía vivísima de un personaje, mitad real y en parte ficticio, ensayo y crónica sobre la trascendente humanidad de la literatura.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 14.9.2022

Alfonso Calderón Squadritto (1930 – 2009), escritor, Premio Nacional de Literatura 1998, cumplió a cabalidad su lema en el oficio literario: «Ningún día sin escribir una línea…». Su vasta obra se despliega en casi todos los géneros, pero lo más destacado de ella es —a mi juicio— la prosa desgranada en sus Diarios y en los relatos de viaje.

Gran glosador, ha logrado hacer, de la maestría que nos legó Montaigne, un ejercicio constante de lucidez y fino humor; este último le viene —diría yo— de la sabia estirpe que modeló desde muy antiguo el telar de sus sueños humanistas.

Hace años, estuvimos con él en la Casa del Escritor. Nos habló de su más reciente publicación, Ventura y desventura de Eduardo Molina, texto difícil de definir según clasificaciones al uso; quizá novela testimonial, diario a dos voces, biografía vivísima de un personaje, mitad real y mitad ficticio, ensayo y crónica sobre la trascendente humanidad de la literatura.

Según apreciáramos, respecto a un libro sobre Unamuno, de Guillermo Blanco, esta obra de Alfonso Calderón adquiere el mayor atributo que podemos pedir a un libro: leernos a nosotros mismos, descifrarnos a través de sus códigos estéticos y vitales, llevarnos por el calidoscopio de la existencia literaria, develándonos parte de esa biblioteca infinita que Borges abrió para los amantes de la palabra creadora.

 

Los avatares de Eduardo Molina y sus pares

Se podrá argumentar que se trata de metaliteratura, que el libro es sólo para «iniciados», porque, partiendo por el personaje, desconocido de gran parte de la clientela lectora de este país, se hace indispensable conocer a los principales autores citados, comenzando por Proust y su monumental novela En busca del tiempo perdido, ópera que se desarrolla como fondo escénico de la vida de Molina y quizá de un segmento de la estética discursiva del propio Calderón.

También surge la figura de Somerset Maugham, sobre todo a partir de su novela El filo de la navaja… Asimismo, autores como Albert Camus y Gaston Bachelard, sin mencionar a los surrealistas, que Molina: «conoció e hizo pedazos en las tertulias parisinas», según propia y algo dudosa confesión.

Pero todas las artes tienen sus estadios iniciáticos —querámoslo o no— y las exquisiteces suelen ser disfrutadas por minorías de gustos refinados, como bien lo demuestran los avatares de Eduardo Molina y sus pares.

La fascinante historia de este escritor, nada de cuyas creaciones plasmara en el papel, salvo quizá un puñado de poemas cuya autoría parece aun en entredicho, es un precioso regalo que recibiéramos de manos de Alfonso Calderón, quien proyecta en la biografía de Molina su amplia visión de una prolífica época de la literatura chilena, teniendo como principal referente a la Generación del 50, de la cual Calderón fue figura destacada.

Tiempo de intensa bohemia en los rincones de Santiago, veinte años antes de que la manu militari clausurara bares y cenáculos del «vino conversado», imponiendo el ominoso «toque de queda» y la ramplona austeridad del cuartel.

Se sucederán las aventuras y anécdotas, llenas de invenciones y fábulas, porque Molina no fue un mentiroso en el sentido del engaño mercenario y ventajista, sino un mitificador constante, que buscaba dotar de mayor encanto a la realidad circundante.

Ambos personajes —Molina y Calderón— parecen confundirse, como ocurre con los heterónimos de Pessoa. Y a la postre, no sabemos a ciencia cierta quién de los dos habla o si es una sola voz dual; acierto estético, sin duda. El autor, al final de su novela, diario, biografía y testimonio, inventa una muerte, piadosa y gloriosamente literaria, para el Poeta Molina.

Todos los que deambulamos, desde muy jóvenes —con mayor o menor fortuna—, por los ásperos y venturosos caminos de la literatura, llevamos algo de ese élan vital que prodigara Eduardo Molina Ventura, el mismo que moviera nuestro admirado y recordado Alfonso Calderón.

¡Bienaventurados sean el personaje vivo y su autor real y ficticio, hijos de la palabra!

 

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

«Ventura y desventura…» (2008)

 

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Alfonso Calderón.